Decido, luego existo – La que Arde https://www.laquearde.org Revista digital Tue, 31 Oct 2017 03:21:47 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9 Por ellas, por mí, por todas. Por Gabriela García Patiño https://www.laquearde.org/2016/10/14/por-ellas-por-mi-por-todas-por-gabriela-garcia-patino/ https://www.laquearde.org/2016/10/14/por-ellas-por-mi-por-todas-por-gabriela-garcia-patino/#respond Fri, 14 Oct 2016 19:38:33 +0000 https://www.laquearde.org/?p=7905 Hace 9 años algo marcó mi vida: perdí a mi mejor amigo por causas relacionadas con el sida (1). Hasta ese momento yo pensaba en el VIH (el virus que causa el sida) como algo lejano, algo que le pasaba a otras personas, sobre todo a otros (es decir, varones). No sabía claramente a quiénes, …

The post Por ellas, por mí, por todas. Por Gabriela García Patiño appeared first on La que Arde.

]]>
Hace 9 años algo marcó mi vida: perdí a mi mejor amigo por causas relacionadas con el sida (1). Hasta ese momento yo pensaba en el VIH (el virus que causa el sida) como algo lejano, algo que le pasaba a otras personas, sobre todo a otros (es decir, varones). No sabía claramente a quiénes, pero jamás pensé que podría sucederle a alguien tan cercano a mí. Este tema me hizo acercarme al activismo, después de empezar a hacerme preguntas y a buscar respuestas. Me enojé sin saber con quién: si con él por no haber tenido la confianza de decírmelo, si conmigo por no haberlo sabido o haber hecho algo más, si con el sistema de salud por no evitar su muerte, o con el gobierno por no garantizar la salud de las personas.

En esa búsqueda de respuestas me encontré con el movimiento feminista, al cual entré de manera abrupta, participando como relatora en el Encuentro Feminista Latinoamericano de 2009, que fue una de las experiencias más desafiantes de mi vida. Ahí me encontré con mujeres aguerridas, intensas y apasionadas, y encontré en la agenda de la igualdad y los derechos de las mujeres los temas que siempre me habían preocupado. Me encontré también con mujeres líderes con VIH: me topé de frente con su realidad mientras ellas sostenían carteles pidiendo a las compañeras reconocer su lucha como parte de la lucha feminista.

Mi asombro no pudo ser más grande, no podía creer que las mujeres con VIH no estuvieran consideradas dentro de las demandas del movimiento feminista. Me parecía lógico y natural que lo estuvieran porque a lo largo de mi investigación para la tesis de licenciatura pude ver que sus necesidades no estaban contempladas en las demandas del movimiento de personas con VIH, como si no existieran.

img_3325-08-44-42-1

Empecé entonces a trabajar en el tema de mujeres y VIH, y entendí que la culpa de todo la tiene el sistema: sí, el patriarcado, este sistema sexista, misógino y heteronormativo que coloca a los hombres en posición de privilegio con respecto a las mujeres, y genera lógicas que colocan en desventaja a las personas de todos los géneros para ejercer sus derechos.

Si analizamos el tema a profundidad, podríamos deducir que no todo es tan sencillo como decir que existen víctimas y victimarios.

Considero que es este sistema binario el nos coloca en condiciones de vulnerabilidad para adquirir el VIH debido a los roles de género que se nos imponen y que replicamos día con día, ya que generan barreras para hablar libremente de nuestros deseos y ejercer una vida sexual plena, libre, segura y abierta, fuera de un ambiente de silencio y violencia.

Creo que el principal enemigo de las mujeres es el cuento del amor romántico que nos enseñaron y creímos desde niñas, la falsa ilusión de tener un amor al que se le entrega todo y nos protegerá de todos los males. Creer ciegamente que una relación “estable” es garantía de fidelidad perpetúa el cuento de hadas y nos coloca a las mujeres en un lugar pasivo, de víctimas, en lugar de buscar nuestro empoderamiento y autonomía. ¿No sería mejor apelar a la generación de relaciones más sanas, basadas en la sinceridad y los acuerdos?

Caer en el discurso de la criminalización y la búsqueda de culpables no nos lleva más que a un laberinto sin salida en donde las mujeres con VIH y sus necesidades son las que quedan invisibilizadas, pues pareciera que lo único que se necesita es trabajar con los hombres, para evitar que haya nuevos casos en mujeres. Esta lógica ha propiciado que los programas de política pública y el presupuesto tengan como prioridad a los hombres gay, y que se alimente la resistencia que existe a invertir en insumos de prevención que estén en control de las mujeres, así como en estrategias de prevención y atención cuyo objetivo sea empoderarnos para protegernos, querernos y cuidarnos a nosotras mismas.

A lo largo de estos 7 años de trabajo cercano con mujeres con VIH he podido conocer más de cerca sus historias, profundizar en los problemas que viven a diario y atestiguar cómo sus necesidades específicas son minimizadas. Junto con el diagnóstico, lo primero que escuchan las mujeres con VIH es que su vida sexual se acabó, que no pueden volver a tener relaciones sexuales ni ejercer su derecho a la maternidad. Las mujeres con VIH enfrentan la violación sistemática de sus derechos sexuales y reproductivos; la falta de asesoría y acceso a métodos anticonceptivos adicionales al condón (2); la falta de acceso al Papanicolaou y mastografías de forma rutinaria; la ausencia de información y de los medios necesarios para tener un embarazo seguro o prevenir violaciones tan graves como las esterilizaciones forzadas o coaccionadas.

No puedo evitar sentir un nudo en el estómago cada vez que escucho que una mujer tuvo que pasar 10 años peleando contra el sistema de salud para acceder a una prueba de VIH, o para que no le quitaran el útero por tener VIH, o sobre mujeres que tuvieron que enfrentar casos severos de cáncer cérvico uterino por no tener acceso a la detección de manera oportuna. Lo mismo cuando escucho las historias de violencia y discriminación que enfrentan día a día estas mujeres por parte de su pareja, su familia y el sistema de salud. Es entonces cuando caigo en cuenta de la gran deuda que como movimiento feminista tenemos con ellas.

img_3431-09-10-24

En los últimos veinte años como feministas hemos trabajado para lograr compromisos internacionales y nacionales a favor de la institucionalización de los temas que más nos afectan, hemos avanzado en la creación de leyes y programas que buscan la igualdad, la no violencia y el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva. Miro hacia atrás y reconozco las luchas de las feministas que abrieron caminos antes de mí, y les agradezco las posibilidades que desde mi situación de privilegio tengo para ejercer estos derechos. Al mismo tiempo, reconozco que estos avances no han considerado a otros grupos de mujeres, como las mujeres con VIH.

No me queda entonces más que reforzar mi compromiso con ellas y conmigo misma, seguir haciendo de puente para contribuir a que el movimiento feminista las considere, para hacer que las cosas sean diferentes y recuperar esos veinte años de rezago. Para que las mujeres con VIH puedan conocer y ejercer sus derechos, al igual que las demás mujeres. Para que esa lucha feminista que me mueve sea de verdad incluyente y sororaria y que, efectivamente, demandemos juntas la garantía de todos los derechos para todas las mujeres.

Por ellas, por mí, por todas.

Imagen de portada: El Diario de Yucatán

(1)  En los últimos años el término se escribe con minúsculas para disminuir el impacto visual y con ello el estigma y discriminación que se asocian al concepto, además de ser ya un acrónimo que ahora se usa más como palabra. Para más información puedes consultar las Orientaciones Terminológicas de ONUSIDA de 2011.

(2) Es importante utilizar siempre el condón junto con otro método anticonceptivo para procurar una doble protección: evitar embarazos no deseados e infecciones de transmisión sexual.

Gabriela García Patiño se ha especializado en el tema de mujeres y VIH, realizando actividades de incidencia política y coordinación de proyectos con el objetivo de promover el acceso a la prevención del VIH en mujeres y jóvenes y en la defensa y promoción de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres con VIH. Es licenciada en Psicología por la UNAM, estudiante de posgrado en Políticas Públicas y Género por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO México y bailarina amateur de ritmos latinos.

 

The post Por ellas, por mí, por todas. Por Gabriela García Patiño appeared first on La que Arde.

]]>
https://www.laquearde.org/2016/10/14/por-ellas-por-mi-por-todas-por-gabriela-garcia-patino/feed/ 0
No estoy sola, ¡voy conmigo! Por Lizbeth Quezada https://www.laquearde.org/2016/08/25/no-viajo-sola-voy-conmigo-por-lizbeth-quezada/ https://www.laquearde.org/2016/08/25/no-viajo-sola-voy-conmigo-por-lizbeth-quezada/#comments Fri, 26 Aug 2016 00:10:28 +0000 https://www.laquearde.org/?p=7606 Siempre he amado viajar, vivir nuevas aventuras, conocer nuevas personas, descubrir cosas distintas a las que se viven en la Ciudad de México, reflexionar en otros contextos, aprender, enriquecerme con nuevos conocimientos y, lo más importante, redescubrirme y encontrarme conmigo misma en cada etapa de mi vida. Pero este placer implica muchos riesgos en México para una …

The post No estoy sola, ¡voy conmigo! Por Lizbeth Quezada appeared first on La que Arde.

]]>
Siempre he amado viajar, vivir nuevas aventuras, conocer nuevas personas, descubrir cosas distintas a las que se viven en la Ciudad de México, reflexionar en otros contextos, aprender, enriquecerme con nuevos conocimientos y, lo más importante, redescubrirme y encontrarme conmigo misma en cada etapa de mi vida. Pero este placer implica muchos riesgos en México para una mujer; aunado a los que implica la violencia generalizada que se vive en el país, está, por ejemplo, el de pedir “aventón” en una sociedad machista que ejerce la cultura de la violencia hacia las mujeres de una manera brutal.

El viaje que decidí emprender unos meses atrás me hizo darme cuenta de situaciones específicas a las que se enfrenta una mujer que gusta del placer de viajar. Si bien las mujeres tenemos experiencias y percepciones diferentes, la constante es que somos nosotras a quienes constantemente se violenta en cualquier lugar, estemos o no acompañadas.

Este relato es una invitación a conocerme y a reflexionar sobre el reto que representa para las mujeres disfrutar momentos a solas (ya sea en la carretera, en el campo, en la frontera, en pueblos o en una esquina) sin que alguien limite o viole nuestros derechos.

Este viaje en particular lo emprendí con mi hermano, que es además mi amigo y compañero de aventuras extraordinarias. Antes de irnos él me compartió algunos saberes (fruto de sus viajes anteriores) relacionados con la elaboración de artesanías con alambre; elaborarlas y venderlas durante el viaje se convirtió en el sustento económico de nuestra aventura. Juntxs visitamos mis lugares preferidos: el campo, las montañas, comunidades y lugares llenos de rabia que se transforma en virtud y en lucha. Durante el trayecto encontramos personas maravillosamente amables y solidarias; paisajes y momentos que jamás olvidaremos; viajerxs con quienes coincidimos unos días y volvimos a encontrar semanas después, acompañándonos de nuevo.

12705693_1056660937730928_3360772916912523675_n

Imagen: Lizbeth Quezada

Visitamos muchos lugares y decidimos quedarnos en un pueblo cerca de la frontera. Ahí hicimos buenos amigos, entre los cuales yo era la única mujer; salíamos, convivíamos y compartíamos conocimientos y habilidades. Entre chelas y muchas risas se crearon fuertes lazos de amistad con varios de ellos. Al pasar de las semanas, sin embargo, dos de ellos comenzaron a tratarme distinto: me miraban de forma lasciva; contaban historias en las que pretendían resaltar su “hombría” porque habían violentado físicamente a otros; hacían amenazas sobre lo que podría pasarle a alguien si les hacía “daño” y hablaban de lo “celosos” que se ponían cada que alguien se me acercaba.

Ambos me decían una y otra vez que se habían “enamorado” de mí, que mi valor al enfrentarlos y defenderme de ellos los hacia verme más “difícil” de conseguir, y que eso les gustaba.

En una ocasión en que todxs nos reunimos a cenar y platicar, el más violento de ellos me sujetó de un brazo y me intento besar; yo de inmediato respondí con un empujón y un firme y rabioso “¡NO! ¡Y jamás vuelvas a intentarlo!”, a lo que él respondió con una sonrisa burlona, como si le hubiera dicho todo lo contrario. Pasaron los días y decidimos no frecuentarlo más, pero era inevitable encontrarlo en aquel pequeño lugar; él continuaba amenazando a las personas que se acercaban a mí y reclamándome por qué no me gustaba, por qué ya no hablábamos y por qué no estaba con él.

Yo sabía que nada de esto era mi culpa y que contaba con el apoyo de mi hermano en cualquier momento, por lo que a ambos les aclaré que mi comportamiento no estaba basado en gustarles o no, y que jamás dependería de ninguna otra persona. Mientras tanto sentía miedo y rabia por tener que continuar enfrentando estas situaciones en las que el nivel de violencia iba aumentando y las “autoridades” a quienes podría acudir para solicitar apoyo son igual o mayormente violentas con las mujeres.

Todo esto nos orilló a trasladarnos a otro lugar, donde continuamos trabajando con las artesanías. A veces al verme vendiendo “sola” los hombres aprovechaban para primero, preguntarme los precios de las artesanías y después concluir con las clásicas preguntas de si iba “sola”, qué hacía “sola” y si necesitaba “compañía”. Ninguno lo hacía en el tono de entablar una conversación amigable; más bien se acercaban creyéndome indefensa, vulnerable y débil. El que yo estuviera “sola” para ellos significaba que buscaba compañía, que estaba triste, soltera, o simplemente que tenían una oportunidad para poseerme.

Durante el viaje los rides, que jamás había vivido, se convirtieron en el medio para ir de un lugar a otro y llegar a lugares no planeados. Caminar en la carretera me permitía observar paisajes increíbles y vivir momentos plenos en la naturaleza que jamás se repetirán; es inconcebible que esa magia tuviera que verse interrumpida inevitablemente, en cada ocasión, por el acoso de los conductores que pasaban a mi lado en sus autos.

La discriminación también es una constante en este andar para muchxs mexicanxs: las personas te observan, vigilan o criminalizan en mayor o menor grado dependiendo de tus rasgos, apariencia física y el trabajo que realizas. En muchos casos la gente trataba con mayor respeto, dignidad y solidaridad a extranjerxs que realizaban las mismas actividades que nosotrxs.

Aunque he vivido aventuras increíbles, he disfrutado paisajes y experiencias maravillosas, y he hecho amigxs que jamás olvidaré, sé que desafortunadamente no es el caso de todas las mochileras que se lanzan a la aventura. Recordemos, por ejemplo, a Marina Menegazzo y María José Coniquienes viajaban juntas y fueron acusadas de viajar “solas” después de su asesinato. Mariana y María José fueron culpabilizadas por una cultura machista que considera a las mujeres insensatas por salir a disfrutar un tiempo libre, demasiado confiadas por hablar con extrañxs o demasiado agresivas y “locas” si se defienden de quienes las violentan.

Como mujeres, el placer de viajar se transforma en una lucha constante por defender nuestra integridad y el derecho a transitar solas de manera libre y segura sin que nadie limite ni ponga en riesgo nuestra integridad. En ese sentido, mi viaje fue un reconocimiento de este riesgo, así como un trayecto para disfrutar y defender con palabras y acciones mi cuerpo, mis decisiones y mi existencia dentro de una cultura machista patriarcal capitalista. Y también para dejar claro que cuando viajo no voy sola, ¡voy conmigo!

Lizbeth

Imagen: Lizbeth Quezada

Imagen de portada: DIRIMA/ISTOCK/THINKSTOCK

Lizbeth Adriana Quezada Hernández. Egresada de la Lic. en Sociología por la UAM-X, actualmente colabora en Balance A.C., en el Programa de Jóvenes en Acción por Nuestros Derechos. Se nutre de los conocimientos de estas incansables feministas y Arde porque se erradique todo tipo de violencia contra las mujeres. En sus tiempos libres disfruta mucho viajar, nadar, hacer artesanías y aprender/colaborar en actividades con proyectos autogestivos.

The post No estoy sola, ¡voy conmigo! Por Lizbeth Quezada appeared first on La que Arde.

]]>
https://www.laquearde.org/2016/08/25/no-viajo-sola-voy-conmigo-por-lizbeth-quezada/feed/ 1
Sobre feminismos institucionales y mujeres maravilla. Por Mariana Mancilla https://www.laquearde.org/2016/07/15/institucionales-mujeres-maravilla/ https://www.laquearde.org/2016/07/15/institucionales-mujeres-maravilla/#respond Fri, 15 Jul 2016 16:47:32 +0000 https://www.laquearde.org/?p=7218 Estoy segura de que el feminismo me hizo romper con mi discurso y con las prácticas de superioridad que tenía hacia otras mujeres. También me ayudó a quererme más, a creer más en mí, a poder decir en voz alta NO, tanto en casa como en las relaciones personales cuando alguna situación me incomodaba. También …

The post Sobre feminismos institucionales y mujeres maravilla. Por Mariana Mancilla appeared first on La que Arde.

]]>
Estoy segura de que el feminismo me hizo romper con mi discurso y con las prácticas de superioridad que tenía hacia otras mujeres. También me ayudó a quererme más, a creer más en mí, a poder decir en voz alta NO, tanto en casa como en las relaciones personales cuando alguna situación me incomodaba.

También entendí que, además de asumirse como feminista en lo personal, es posible trabajar para hacer “más visible” la rabia e indignación por todas las violencias, sobre todo las que se ejercen hacia las mujeres y personas de la disidencia sexual.

Decidí ser feminista institucional porque, desde mi análisis personal, no basta con hacer visibles la rabia y la indignación, también es necesario construir rutas y recomendaciones claras en conjunto con el gobierno para que generen acciones y políticas públicas que garanticen derechos y rompan con la discriminación. Sobre todo, decidí ser institucional porque no vivimos en El país de las mujeres de Gioconda Belli, sino en un país anti democrático y represor que cada día intenta hacernos más pedacitos.

Cuando comencé a trabajar en una organización feminista de la sociedad civil sabía que la dinámica no iba ser como en una empresa privada, donde una llega a las 9 am y sale a las 6 pm, gana bonos de productividad y tiene una gran fiesta de fin de año con rifas de coches y viajes.

Sabía que además de poner el recurso intelectual había que poner el alma y, sobre todo, la cuerpa, porque este trabajo no sólo se trata de estar en el escritorio y escribir una y otra vez proyectos y propuestas de política pública, se trata de ir a la calle, hacer alianzas con otras organizaciones o grupos sociales, pararse frente a las puertas de los que toman las decisiones, no estar de acuerdo con algunas cosas, pero intentar tener la solución más real y congruente posible.

El trabajo que he hecho desde hace cinco años no lo pude imaginar mejor. He adquirido nuevos aprendizajes, amistades, experiencias y hasta enemistades. Ha sido un trabajo progresivo y nada estático, que implicó ir asumiendo responsabilidades y acciones que no estaban siendo remuneradas, pero que acepté sin pensar porque son parte de la responsabilidad social que una asume cuando se trabaja defendiendo los derechos de las personas, y para demostrarle al mundo que una veinteañera puede ser tan importante y capaz como las de más de cincuenta.

Sin darme cuenta, el mismo movimiento, teoría del cambio o como le quieran llamar, que me hizo quererme y reconocerme, me estaba exigiendo, desde la dinámica laboral de la organización donde trabajaba, súper poderes para aguantar las reuniones de fin de semana, las jornadas incansables de negociaciones en un idioma ajeno y las reuniones que no llegan a ningún fin pero en las cuales es importante estar para no perder espacios que costó ganar.

Sin darme cuenta reproduje el modelo de hombre trabajador que prefiere salvar al mundo antes de tener vida personal, cuidar su salud o estar presente en un evento familiar.

Como resultado, desde hace un año tengo un padecimiento físico que ni la ciencia ni el tratamiento más hippie han podido descifrar. El poder especial que adquirí desde entonces para reconocerme y entender a mi cuerpa me hizo darme cuenta de que no quiero seguir adelante con un feminismo que me presione todo el tiempo; que no me deje equivocarme ni una sola vez; que implique que las feministas que están en los asientos con “la gente importante” deben ser las más chingonas; que no quiero dormir con el celular a un lado por si a alguien se le ocurre enviar un correo a las 2 am en calidad de urgente, dándome diez minutos para responder; que necesito dejar de posponer mis vacaciones o de privarme de asistir a reuniones familiares porque se atraviesa un evento de alto nivel al que hay que asistir a riesgo de que el mundo se caiga en pedazos, como hemos dado en creer.

Rescatar el poder que me dio el feminismo de reconocerme y cuidarme significa poner límites, significa que una necesita y puede decir “no puedo”, que una no es indestructible, que tiene debilidades y, sobre todo, que si una no se cuida, nadie más lo va a hacer, por más pendiente que esté la manada.

Significa reconocer que nuestro trabajo es importante y aporta, sin caer en el síndrome de la mujer maravilla, creyendo que el mundo se acaba sin nosotras. Para que nuestro trabajo sea valioso e importante también es necesario aprender a construir un balance entre el trabajo, las relaciones afectivas, los espacios familiares, las actividades recreativas, el crecimiento espiritual y el placer de todo tipo.

Necesitamos construir relaciones laborales que nos permitan crecer, reconocer y ser reconocidas, aprender de los errores y entender que las personas tenemos aptitudes diferentes, aprender a comunicar de forma clara nuestras necesidades y expectativas. En eso sigue mi aprendizaje feminista.

Imagen: Mujer Maravilla / DC Comics

Mariana Mancilla es Coordinadora del Programa Jóvenes en Acción por Nuestros Derechos, responsable de tejer las acciones sobre ciudadanización de los derechos sexuales para adolescentes y jóvenes de escuelas urbano marginales de la Ciudad de México. Arde por los temas de derechos sexuales y juventud y por dar seguimiento a los procesos de incidencia política en lo local y nacional sobre estos asuntos. Es egresada de la Licenciatura de Pedagogía en la UNAM. En algún momento estudió tap, le gusta el color morado y tiene una perrita muy amorosa.

Colaboradora de Balance, organización feminista progresista que actúa a nivel local, regional y global para construir alternativas de vida en torno a las sexualidades libres y placenteras, transformando las políticas públicas en salud y sexualidad para que se aborde efectivamente la injusticia, confiando en el poder que tienen las mujeres y jóvenes para mejorar sus condiciones de vida.

Balance: http://www.redbalance.org/
Facebook: https://www.facebook.com/balance.ac
Twitter: @balancejoven

Fondo MARÍA: http://www.fondomaria.org
Facebook: https://www.facebook.com/mariafondo/
Twitter: @FondoMaria
Youtube: https://www.youtube.com/FondoMariaMx

The post Sobre feminismos institucionales y mujeres maravilla. Por Mariana Mancilla appeared first on La que Arde.

]]>
https://www.laquearde.org/2016/07/15/institucionales-mujeres-maravilla/feed/ 0
Abortar para autocuidarnos. Por Sofía Garduño https://www.laquearde.org/2016/06/27/abortar-para-autocuidarnos/ https://www.laquearde.org/2016/06/27/abortar-para-autocuidarnos/#respond Mon, 27 Jun 2016 17:04:56 +0000 https://www.laquearde.org/?p=6956 El pasado 28 de mayo el Fondo MARIA celebró su séptimo aniversario. Con mucha alegría puedo decir que en este tiempo, en un marco de autocuidarnos, hemos apoyado de diferentes formas a muchas mujeres —más de 5 mil— en su decisión de abortar, favoreciendo que su aborto sea llevado a cabo de forma segura, con …

The post Abortar para autocuidarnos. Por Sofía Garduño appeared first on La que Arde.

]]>
El pasado 28 de mayo el Fondo MARIA celebró su séptimo aniversario. Con mucha alegría puedo decir que en este tiempo, en un marco de autocuidarnos, hemos apoyado de diferentes formas a muchas mujeres —más de 5 mil— en su decisión de abortar, favoreciendo que su aborto sea llevado a cabo de forma segura, con información y en compañía de otras que estamos comprometidas con apoyar su decisión.

Los aprendizajes que hemos tenido como equipo a lo largo de estos años han sido muchos y han venido acompañados de muchas emociones. Para mí, algunos han traído satisfacción y alegría; otros, impotencia, rabia y dolor, y otros más han sacudido mis propias creencias en torno al aborto, por ello quiero compartirles algunos que han sido significativos para mí y que corresponden sólo a una parte del Fondo MARIA, a la operación diaria en la que trabajo y desde donde tengo la posibilidad de hablar con las mujeres en tres diferentes momentos: antes, durante y después de su aborto.

Respeto y Confianza

Uno de los aprendizajes principales que acompaña esos tres momentos es que la manera de apoyar debe darse desde el respeto y la confianza. Rechazamos las posturas que presumen que cualquier otra persona sabe más que la mujer, y qué es lo mejor para ella en su situación. Solamente ella sabe cuáles son sus deseos, sus sentimientos, sus circunstancias y sus posibilidades respecto al embarazo que está viviendo o que vivió. Puede haber personas a su alrededor con quienes tenga una relación cercana y de mucha confianza: alguna amistad, su pareja o algún familiar o allegada/o; aun en esos casos, ninguna de esas personas tiene derecho a decidir por ella con base en sus creencias personales sobre qué es lo que le traerá bienestar a su vida. Una mirada positiva del aborto.

En el caso de mujeres adolescentes, la tentación de intervenir es aun más fuerte y no estamos exentas de hacerlo, lo que nos obliga a estar muy atentas al momento de brindarles apoyo para diferenciar entre nuestras necesidades y las suyas, ya que, en el caso de las más jóvenes, todo mundo cree saber qué es mejor apelando a su falta de experiencia. Ante esa creencia es necesario ser críticas y revisar en qué medida nuestro prejuicios provienen del adultocentrismo.

Cada mujer sabe cuáles son sus necesidades, y no todas las mujeres necesitan lo mismo. Nuestro trabajo es generar un espacio de confianza en el que ellas puedan identificar y nombrar sus propias necesidades. Ésa no es una tarea fácil en una cultura como la nuestra, que nos enseña a las mujeres que alguien más debe tomar las decisiones por nosotras y que nos exige tener el aval y visto bueno de los otros frente a las elecciones que hacemos. Si bien es cierto que para algunas mujeres este ejercicio resulta claro y sencillo, para otras no lo es tanto.

Nuestro apoyo tiene la intención de devolverles el poder para definir y determinar, en corto, como será su aborto, pero la propuesta va mucho más allá: al final es una invitación a continuar ejercitando la toma de decisiones en diferentes aspectos de su vida.

Autocuidarnos-1

Aborto y autonomía

Para muchas mujeres la decisión de abortar es el primer ejercicio de autonomía, puede ser la primera vez que desafían los mandatos sociales, puede representar la primera vez que reconocen qué es lo que quieren ellas mismas para su proyecto de vida, y en ese sentido puede tener como efecto una mayor autoestima puesto que se están autoafirmando al actuar en congruencia con sus necesidades.

No perdamos de vista que todo esto ocurre en un contexto en el que se nos educa para aceptar incondicionalmente los mandatos sociales, de manera que desobedecer lo establecido también puede generar tensión, es decir, tras el hecho de abortar, está la tensión que genera estar yendo en contra de un montón de creencias que nos enseñan desde siempre: el ejercicio de la sexualidad sólo con fines reproductivos, la negación del placer en la sexualidad de las mujeres, el valor de la mujer sólo si es madre, la maternidad como único destino, la idea de la existencia del instinto maternal y una larga lista de etcéteras. No en vano, la culpa es el mecanismo de control para que las mujeres que se salgan de la norma se auto desaprueben y castiguen. Mucho trabajo hay que hacer para desarticular toda esa mierda en aras de nuestra autonomía y nuestra libertad.

Otra idea que escuchamos con frecuencia y que necesitamos transformar es que el aborto es una experiencia terrible porque implica mucho dolor, sangre por doquier y que es sumamente complicado de llevar a cabo. Las experiencias de las mujeres apoyadas a través del Fondo nos dicen que no es así. En muchas ocasiones nos preguntan si el aborto en verdad ocurrió pues no sangraron profusamente, o están totalmente incrédulas, expectantes sobre qué más deben hacer porque no pueden creer que el proceso haya sido tan sencillo y sin complicaciones.

La realidad es que los abortos realizados en condiciones seguras, aquellos que se realizan por personal capacitado con los tratamientos adecuados o por las propias mujeres con información basada en evidencia, no ponen en riesgo la vida ni la salud de las mujeres y distan mucho de esa imagen sangrienta y complicada.

Respecto al dolor, es muy importante mencionar que cada experiencia es diferente, no se pueden hacer generalizaciones en ninguno de los dos sentidos, no podemos decir que el dolor es extremo como tampoco podemos negar su existencia. Sí podemos afirmar que es una experiencia pasajera y que lo mejor es brindar herramientas para manejarlo en caso de que se presente, incluido el apoyo emocional para disminuir la ansiedad que pueda generar. Es importante tener en cuenta que no apoyar a las mujeres en el manejo del dolor es una de las formas de castigo que utiliza el personal de salud pública, así como señalar que ésta es una práctica totalmente falta de ética, que viola nuestros derechos.

Autocuidarnos-3

Las emociones después de abortar

Desde la experiencia del Fondo sabemos que no hay una sola forma de sentir, ni una que sea correcta frente a otras. La manera de sentir será diferente en cada mujer porque cada una de nosotras somos diferentes y tenemos diferentes caminos recorridos. Los factores que pueden influir son personales y sociales: la manera de afrontar en general eventos estresantes, la manera de lidiar con la tensión producida al desafiar los mandatos sociales, las redes de apoyo, el apoyo social percibido, el estigma que exista en el contexto asociado al aborto, etc. Lo que sí podemos asegurar es que el llamado síndrome post aborto no es un diagnóstico válido y que la salud mental posterior al aborto estará determinada por la salud mental previa.

Algunas de las reacciones que más nos han compartido en línea después del aborto son de bienestar y felicidad; también hay quienes nos han llamado extrañadas por no sentir culpa; otras que nos comparten que se sienten tristes, pero no por haber abortado, sino por haber perdido a su pareja. A otras el aborto les ayudó a generar reflexiones en torno a situaciones de violencia, control y sometimiento vividas en sus diferentes relaciones interpersonales.

Autocuidarnos-4

Abortar para autocuidarnos

Un último punto que me gustaría tocar tiene que ver con los procesos de cuidado del cuerpo que se pueden generar a partir del aborto. En Fondo MARIA estamos convencidas de que la relación con nuestro cuerpo tiene que ser amorosa y no estar basada en el miedo.

Para que esto ocurra, lo primero es comprender qué pasa en nuestro cuerpo, cómo funciona, cuándo y por qué; entonces se hace necesario traducir a palabras comprensibles todo ese lenguaje rebuscado que utilizan los médicos en sus explicaciones o que muchas veces prefieren omitir, suponiendo que seremos incapaces de comprenderlo.

Para muchas mujeres el aborto es el primer acercamiento con la salud reproductiva y es necesario aprovechar esa oportunidad para se apropien de ella desde el ejercicio de la sexualidad positiva y placentera. Prohibir nunca será un medio, y abortos siempre existirán. Los que sean necesarios.

Sofía Garduño Huerta ha sido promotora de derechos sexuales con personas jóvenes y orientadora de mujeres en situación de aborto. Es licenciada en Psicología por la UNAM, y se encuentra en formación académica sobre Prevención y Tratamiento de la Violencia de Género con especialidad en Violencia Sexual. Disfruta mucho caminar y andar en bici, está aprendiendo a patinar.

Colaboradora de Balance, organización feminista progresista que actúa a nivel local, regional y global para construir alternativas de vida en torno a las sexualidades libres y placenteras, transformando las políticas públicas en salud y sexualidad para que se aborde efectivamente la injusticia, confiando en el poder que tienen las mujeres y jóvenes para mejorar sus condiciones de vida.

Balance: http://www.redbalance.org/
Facebook: https://www.facebook.com/balance.ac
Twitter: @balancejoven

Fondo MARÍA: http://www.fondomaria.org
Facebook: https://www.facebook.com/mariafondo/
Twitter: @FondoMaria

Imágenes: Fondo María

The post Abortar para autocuidarnos. Por Sofía Garduño appeared first on La que Arde.

]]>
https://www.laquearde.org/2016/06/27/abortar-para-autocuidarnos/feed/ 0
#MiPrimerAcoso: Las niñas como protagonistas. Por Corina Martínez https://www.laquearde.org/2016/06/07/miprimeracoso-las-ninas-como-protagonistas-por-corina-martinez/ https://www.laquearde.org/2016/06/07/miprimeracoso-las-ninas-como-protagonistas-por-corina-martinez/#respond Tue, 07 Jun 2016 21:00:10 +0000 https://www.laquearde.org/?p=6385 El mes pasado, a partir de la convocatoria de varias colectivas y organizaciones que llamaron a la movilización nacional contra las violencias machistas bajo el lema #VivasNosQueremos, me di a la tarea de pensar en #MiPrimerAcoso. Inicialmente identifiqué el abuso de un hombre a los 12 años en el transporte colectivo. A pesar de que …

The post #MiPrimerAcoso: Las niñas como protagonistas. Por Corina Martínez appeared first on La que Arde.

]]>
El mes pasado, a partir de la convocatoria de varias colectivas y organizaciones que llamaron a la movilización nacional contra las violencias machistas bajo el lema #VivasNosQueremos, me di a la tarea de pensar en #MiPrimerAcoso. Inicialmente identifiqué el abuso de un hombre a los 12 años en el transporte colectivo. A pesar de que publiqué mi historia, mi mente se quedó clavada leyendo los testimonios de otras compañeras y recapitulé las diversas experiencias de violencia que he experimentado en mis 31 años de vida. Recordé entonces que, en realidad, mi primer acoso fue a los 8 años, por un hombre cercano, y que no lo dije nunca porque pensé que no me creerían, porque me sentí culpable.

Días después de la marcha, un profesor de Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) realizó un análisis sobre los tuits con el hashtag #MiPrimerAcoso y encontró que la mayoría de los abusos narrados sucedieron cuando las mujeres teníamos entre 6 y 10 años de edad. En mi caso, mi mamá, papá y hermanos intentaron “cuidar de mi cuerpo” hasta que empecé a experimentar los cambios físicos evidentes de la pubertad. Ahora sé que es necesario estar alertas y cuidar de las niñas desde mucho antes.

Para muestra otro dato:

“Pese a que la violencia sexual contra niñas de 10 años provocó que de 2013 a 2014 se registrarán 394 nacimientos entre estas menores de edad, ni la Secretaría de Gobernación, ni el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), documentan este flagelo y tampoco existen bases de datos sobre los episodios de violencia a los que son sometidas. Hasta ahora sólo se registra la violencia contra la población de 15 años de edad en adelante”. Lourdes Godinez Leal (2016).

Claramente tenemos una deuda con las niñas y con nosotras mismas, es necesario reconocer que somos susceptibles de vivir violencia desde que nacemos y por tanto debemos fortalecer nuestras herramientas y capacidades desde pequeñas, creer y dar la importancia que se merece a cada una de sus palabras. Necesitamos educar bajo el enfoque de habilidades para la vida, dotar de competencias que permitan mantener el autocontrol, aun en condiciones de adversidad: el manejo de estas competencias pueden mejorar la capacidad que tenemos para vivir una vida más sana y feliz.

En aquel momento me preguntaba ¿Por qué los hombres, incluso los que dicen querernos, nos agreden y nos hacen daño? ¡Aún no lo sé! Y creo que la prioridad no está en tratar de entenderlos, la prioridad debe estar en fortalecernos, cuidarnos a nosotras mismas y construir mujeres fuertes para que podamos tomar decisiones asertivas en los momentos precisos.

La niñez es el momento perfecto para enseñar a las niñas a hablar de su sexualidad con seguridad y confianza, a que conozcan su cuerpo y se apropien de él, a que entiendan que nadie debe tocarlo, mirarlo o fotografiarlo si no lo desean o no les gusta, y que pueden negarse a ello independientemente de quién se los pida, es decir, que las figuras que le representen autoridad no deben pasar por alto sus decisiones.

La niñez también es la oportunidad de formar nuevas relaciones, en lugar de aprender a competir entre nosotras. Es la oportunidad para no comprarnos los estereotipos de género, para entender que tenemos capacidad de crear, que debemos sentirnos hermosas sin la validación de nadie, que no necesitamos estar acompañadas para ser felices. Debemos enseñar a las niñas a construir relaciones saludables, equitativas, amorosas y respetuosas.

13239285_10154124235803608_2200889145567508583_n

Estadísticas omiten casos de violencia sexual contra las niñas. Lourdes Godinez Leal, Cimacnoticias 10/05/2016.

Corina Martínez. Oficial de Fortalecimiento de liderazgos en Balance A.C. Arde por desarrollar acciones de defensa, promoción y acceso de los derechos sexuales y derechos reproductivos de las y los jóvenes y mujeres desde hace 15 años. En 2011 recibió un reconocimiento de la World Association for Sexual Heatlh (WAS) por su labor en el campo de la Salud Sexual de las y los jóvenes. Disfruta mucho andar en bici y comer nieve de tamarindo.

Balance: http://www.redbalance.org/
Facebook: https://www.facebook.com/balance.ac
Twitter: @balancejoven

Fondo MARÍA: http://www.fondomaria.org
Facebook: https://www.facebook.com/mariafondo/
Twitter: @FondoMaria

The post #MiPrimerAcoso: Las niñas como protagonistas. Por Corina Martínez appeared first on La que Arde.

]]>
https://www.laquearde.org/2016/06/07/miprimeracoso-las-ninas-como-protagonistas-por-corina-martinez/feed/ 0
Somos manada, ¿qué más podemos hacer ahora? Por Oriana López Uribe https://www.laquearde.org/2016/05/11/somos-manada-que-podemos-hacer-ahora-por-oriana-lopez-uribe/ https://www.laquearde.org/2016/05/11/somos-manada-que-podemos-hacer-ahora-por-oriana-lopez-uribe/#respond Wed, 11 May 2016 22:33:25 +0000 https://www.laquearde.org/?p=6261 La primavera violeta continúa, a pesar de que las jacarandas ya sólo tienen algunos toques de flores. Y sigue después de que terminó abril, porque la promesa fue que a partir de la marcha íbamos a poder estar juntas para siempre, para defendernos de las violencias machistas, para responder TODAS si tocan a una. Porque …

The post Somos manada, ¿qué más podemos hacer ahora? Por Oriana López Uribe appeared first on La que Arde.

]]>
La primavera violeta continúa, a pesar de que las jacarandas ya sólo tienen algunos toques de flores. Y sigue después de que terminó abril, porque la promesa fue que a partir de la marcha íbamos a poder estar juntas para siempre, para defendernos de las violencias machistas, para responder TODAS si tocan a una. Porque tenemos que transformar el miedo en rabia, en sororidad y en autodefensa.

La primavera violeta va más allá de una marcha, se trata de que todas desde nuestras múltiples trincheras podamos aportar a que las violencias machistas se vayan y no vuelvan más.

Quiero compartir algunos puntos y, sobre todo, muchas preguntas que considero que no podemos dejar de lado para encontrar soluciones o estrategias que no sean tan simplistas. No doy respuestas, ésas las tenemos que construir colectivamente.

¿Sancionar es solucionar?

¿De verdad creemos que mandar a la cárcel a cientos de violadores es una estrategia eficaz y/o realista? Esos machos violadores siguen violando en las cárceles a los hombres que cumplen menos con los estereotipos de género de macho y a las compañeras trans que, criminalmente, están en esas mismas cárceles.

Nos merecemos dedicar tiempo a profundizar y ser creativas sobre cuáles serían las sanciones que corresponden. Las sanciones deben tomar en cuenta qué necesita como reparación del daño la víctima y qué necesita, o si es posible, reformar al perpetrador.

Si no es posible que esa persona deje de acosar o violar, ¿será que podamos encontrar una solución científica que logre que su excitación sexual se inhiba en situaciones donde no existe el consentimiento?

Resolver el asunto de las violencias machistas no va a ser cosa de un par de reuniones de dos horas. Ya tenemos leyes muy integrales, que implican diversos mecanismos, diferentes acciones de atención y de prevención ¿se están implementando? ¿se está capacitando al personal para implementarlas desde un marco de derechos humanos?

Sancionar no puede ser la solución, porque implica que alguien ya sufrió violencia. Debemos de encontrar formas de evitar la violencia, no sólo de castigarla después del hecho.

Pero sobre todo, para sancionar hay que denunciar, y entonces estamos exigiendo de sobra a las víctimas.

Estamos esperando que después de un ataque, que puede tener diferentes grados de impacto en cada persona, se tenga la cabeza fría para ir a levantar la denuncia, suponiendo que ya se hubiera arreglado todo nuestro sistema de justicia y levantar denuncias no fuera en sí una tortura sin sentido. De todas formas estamos exigiendo que la víctima tenga un rol activo para que el agresor sea sancionado, pero, ¿en algún momento estamos retribuyendo algo a la víctima?

No sabemos la relación con el perpetrador, no sabemos las amenazas que recibió o recibe. Pero todas nuestras “soluciones” giran alrededor de que esa denuncia exista.

Consentimiento vs cultura de violación

El acoso callejero es la cultura de la violación en su máxima y más rutinaria expresión. No se puede trabajar únicamente en acoso callejero sin pensar en todo lo que implica ese acoso. El acoso es la amenaza constante de ser violada. Y la premisa de dos partes para separar el acoso del piropo es sencilla: ¿Conoces a la persona a la que estás dirigiendo tu “piropo”? y ¿esa persona está de acuerdo con que le hables de esa forma? Si la respuesta a alguna de las preguntas anteriores es NO, entonces no es un piropo. Por una simple razón: No hay consentimiento.

Pero ¿qué tanto sabemos sobre consentimiento? ¿Qué tanto podemos reconocer las violaciones que hemos vivido si no sabemos dar consentimiento durante las relaciones sexuales? ¿Cuántas personas nos han preguntado conforme van avanzando del beso al faje o del faje a desvestirnos, o de desvestirnos a la penetración, o de la penetración de un tipo a la de otro tipo, si estamos de acuerdo o si nos sentimos cómodas? ¿Cuántas veces hemos preguntado nosotras?

No creo que tengamos las herramientas para construir una cultura de consentimiento, y en eso es en lo que tenemos que invertir.

Por ejemplo, ¿estamos enseñando a las criaturas desde pequeñas a que ellas y sólo ellas son dueñas de su cuerpo? No. Y es que es complicado. Yo tengo dos sobrines peques, apenas van a cumplir dos años. No les gustan los besos. Pero yo, que soy adulta, expreso mi cariño a través de los besos y me parte el corazón que no me quieran dar beso y que no quieran recibir mi beso. Pero ellxs tienen derecho a decirme que no, y tengo que respetar sus límites. Aunque se me parta el corazón, mis despedidas son desde la puerta y sólo con la mano.

Existen mil ejemplos sobre la cultura de la violación, y creo que nunca habrá una lista que pueda ser exhaustiva, pero al menos podemos dejar que la comunicación verbal sea clara y directa, no confundir a adolescentes y jóvenes con ideas cargadas de estereotipos de género diciendo cosas como: Las mujeres siempre dicen que no, pero en realidad quieren decir que sí. No, igual que el resto de los seres humanos, cuando estamos diciendo que NO, quiere decir que NO.

Tenemos que cuestionar, deconstruir y dejar de imponer estereotipos de género

Los estereotipos de género sirven para justificar actos violentos en contra de las mujeres. No se debía haber vestido así, no debía salir de noche, no debía haber tomado, no debía tener amigos varones, no debía bailar con ritmo, no debía sonreír tanto. Al parecer debemos ser miserables, usar escafandra y no salir nunca de nuestra casa. Y aún así seremos violadas y aún así encontrarán algo en lo que fallamos como “mujeres” y por lo que nos merecíamos ser violadas e incluso asesinadas.

Porque los estereotipos de género les exigen a los hombres demostrar que ellos son más fuertes, más potentes y siempre más jariosos que nosotras y que los demás hombres. Violar es una de las múltiples formas en que los hombres pueden demostrarse a sí mismos que son más hombres de lo que los demás piensan. Que son hijos sanos del patriarcado. Por eso no está mal violar.

Los estereotipos de género les han hecho creer a los hombres que ellos son la ley, que el mundo gira a su alrededor y que las mujeres estamos aquí para servirles de algo a ellos. Que nuestra vida gira a su alrededor. Por eso creen que está padre decirnos que nos vemos bien en falda cuando vamos en la calle: en su cerebro, cuando decido qué ponerme lo estoy haciendo pensando en complacerlo a él, un perfecto extraño. Y claro, mi vida entonces vale menos que la de él. Y por eso puede matarme cuando se da cuenta o sospecha que mi vida no gira alrededor de él.

Las mujeres no estamos en función de los demás, no le debemos a nadie comportarnos, podemos ser buenas, malas, regulares, y cambiar de forma de ser cuantas veces queramos durante el mismo día y durante toda la vida. Eso no nos hace ni más ni menos mujeres, ni más ni menos valiosas. Nada nos quita o nos resta el valor que tiene nuestra vida.

Y a los hombres, el hecho de no ser violadores o acosadores o sexistas no es algo que los haga de entrada “buenos”, como tampoco los hace deseables o atractivos. Sólo los hace humanos.

Cuando hablamos sobre violencia de género o violencias machistas la verdad es que espero que los hombres se quejen. Me da gusto. Quiero que les cale, quiero que les moleste, que los haga salir de su zona de confort, sólo así puedo sentir que algo puede cambiar. Puede ser que alguno se pregunte más a fondo a qué se deberá y que podamos mover su mentalidad.

No se trata de hacer una simple catalogación sobre si las mujeres son las “buenas” y los hombres son los “malos”. Pero en este contexto donde cada día matan a 6 mujeres, no existe ningún hombre por el que pondría en juicio la palabra de una mujer, porque sé que ése es el primer obstáculo para lograr el acceso a la justicia. Las mujeres nos merecemos confianza, confianza en nuestra palabra y en nuestras decisiones.

Pero romper con los estereotipos de género también incluye reconocer a quienes no se identifican con ninguna de las dos categorías. Y aunque pareciera fácil no tener un molde pre-establecido en el que tengan que acomodar sus sensaciones y expresiones, entendemos que no encajar en ninguna de esas dos categorías implica un gran reto que no muchas personas se animan a enfrentar. Gracias por retar de frente al patriarcado.

No tenemos que inventar el hilo negro

Necesitamos invertir en educación, en educación basada en los derechos humanos, en una educación que cuestione los roles de género, que hable sobre el consentimiento y sobre cómo construir relaciones basadas en la equidad. O sea, implementar programas de educación integral en sexualidad en todos los niveles, dentro y fuera de las escuelas. A eso se refiere la palabra integral, a que cuenta con los componentes necesarios para desmantelar el sexismo y la violencia basada en el género.

No va a tomar poco tiempo

Pero mientras tanto, mantengamos la promesa de estar juntas para siempre, para defendernos de las violencias machistas, para responder TODAS si tocan a una. Y la de tener la valentía de ser malas y mal portadas.

#24A
#PrimaveraVioleta
#VivasNosQueremos
#SiTocasAUnaTeReventamosTodas

Oriana López Uribe es feminista y activista, que arde por un mundo donde todas las personas puedan vivir su sexualidad de forma libre y autónoma, y está convencida de que la sexualidad es lo que mueve e ilumina este mundo. Es Subdirectora de Balance y coordinadora del Fondo de Aborto para la Justicia Social MARIA. Es integrante de la alianza feminista global Resurj y la red regional Vecinas Feministas por la Justicia Sexual y Reproductiva. @orinalu

Colaboradora de Balance, organización feminista progresista que actúa a nivel local, regional y global para construir alternativas de vida en torno a las sexualidades libres y placenteras, transformando las políticas públicas en salud y sexualidad para que se aborde efectivamente la injusticia, confiando en el poder que tienen las mujeres y jóvenes para mejorar sus condiciones de vida.

Balance: http://www.redbalance.org/
Facebook: https://www.facebook.com/balance.ac
Twitter: @balancejoven

Fondo MARÍA: http://www.fondomaria.org
Facebook: https://www.facebook.com/mariafondo/
Twitter: @FondoMaria
Youtube: https://www.youtube.com/FondoMariaMx

The post Somos manada, ¿qué más podemos hacer ahora? Por Oriana López Uribe appeared first on La que Arde.

]]>
https://www.laquearde.org/2016/05/11/somos-manada-que-podemos-hacer-ahora-por-oriana-lopez-uribe/feed/ 0
El feminismo en mi vida. Por Mariana Mancilla https://www.laquearde.org/2016/05/01/el-feminismo-en-mi-vida-por-mariana-mancilla/ https://www.laquearde.org/2016/05/01/el-feminismo-en-mi-vida-por-mariana-mancilla/#respond Sun, 01 May 2016 18:17:05 +0000 https://www.laquearde.org/?p=6123 Desde que recuerdo, todo el tiempo, en la escuela y con la familia, me enseñaron a no usar ropa escotada, sentarme “bien” cuando usaba falda o vestido para no andar enseñando los calzones, y esta exigencia/recomendación se hacia más presente conforme me crecían las chichis y venía gente externa a las reuniones familiares. Incluso me …

The post El feminismo en mi vida. Por Mariana Mancilla appeared first on La que Arde.

]]>
Desde que recuerdo, todo el tiempo, en la escuela y con la familia, me enseñaron a no usar ropa escotada, sentarme “bien” cuando usaba falda o vestido para no andar enseñando los calzones, y esta exigencia/recomendación se hacia más presente conforme me crecían las chichis y venía gente externa a las reuniones familiares. Incluso me enseñaron a criticar a las vecinas o a las mujeres que no conocía pero que usaban ropa entallada en los espacios públicos. Aprendí a decir “puta” y “fácil” con tanta facilidad que estoy segura eran las palabras que más utilizaba para describir a otra mujer que no me caía nada bien.

Hasta que llegó a mí, “la luz del Feminismo” y así, mi discurso y las prácticas de superioridad con otras mujeres se me cayeron por completo. Y la verdad es que me alegro mucho, sobre todo por que ahora entiendo que una de las peores cosas que nos puede pasar, es seguir este juego macabro en el que caemos todo el tiempo por competir con otras mujeres; por quien usa la talla más chica, quien se compró primero el lápiz labial de moda, quien anda con el güey más guapo de la escuela y así podría seguir con una lista interminable que NUNCA menciona que las mujeres podemos ser compañeras de vida.

El feminismo me ha enseñado a ver más allá de mis narices, a criticar y proponer soluciones para mejorar la vida de las personas, pero sobre todo me ha enseñado a mirar a las otras mujeres como compañeras de vida en lo social, en lo cultural, en lo profesional, en lo público y hasta en lo sentimental, me ha enseñado que si violentan a una, respondemos TODAS.

Hace unas cuantas semanas, sabíamos del caso de la chica de Veracruz y “Los Porkys”. Después, a una periodista le bajaron los calzones en plena luz del día, en una de las colonias más reconocidas de la Ciudad de México. Esa misma semana una estudiante de la FES Acatlán fue videograbada por debajo de su falda por un trabajador de la UNAM en el transporte público y luego a la roomie de una conocida un tipo le eyaculó el pantalón mientras viajaba en el metro.

¡Y así cayó la gota que derramó el vaso!

Algunas compañeras de Chiapas y Chihuahua empezaron a movilizar sus redes logrando que mujeres que practicamos diferentes feminismos, de 26 Estados de la República Mexicana se organizarán para armar una marcha el 24 de Abril (#24A) y visibilizar todas las formas de violencia que vivimos las mujeres en este país y aprovechar para decirle al mundo que estamos ¡HARTAS!, de vivir con miedo, de un día no regresar a nuestra casa, de ser violada por el vecino machirrín que se le hinchó el huevo de violarnos, de mirar todos los días en el periódico amarillista que encontraron otro cuerpo de una mujer tirado en la calle.

Pero en algún momento de los días vino a mí el pensamiento crítico que me dice que toda esta movilización no se hubiera podido realizar si las agresiones no hubieran sido hechas hacia mujeres que tienen cierto estatus económico y fácil acceso a redes sociales, viralizando en menos de 24 horas las agresiones y generando un estado de indignación en las personas que nos enteramos y no toleramos ningún acto de acoso hacia las mujeres, me puse a pensar por qué esto no había pasado mucho antes, como cuando el observatorio contra los feminicidios en México nos dijo que cada día mueren 6 mujeres resultado de algún tipo de agresión machista, o cuando limpiaron el canal del desagüe en Estado de México y encontraron 26 cuerpos de mujeres.

Por esto creo que es importante seguir en manada después del 24 de Abril (#24A), para asegurar que el gobierno federal y los locales generen políticas verdaderas que protejan la vida de las mujeres y que tengan en cuenta que estos casos de acoso no sólo se resuelven llevando presos a los agresores, necesitamos protocolos de atención específicos, procedimientos de denuncia que duren menos de 5 horas, impartidores de justicia y tomadores de decisiones capacitados y sensibilizados sobre el asunto de la violencia hacia las mujeres y difusión de los mecanismos de denuncia. Planes de estudio en el nivel básico y medio que contemplen educación para la paz y la no violencia hacia las mujeres, prestadores de salud que estén dispuestos a ofrecer atención medica a mujeres que vivieron algún tipo de violencia y que, para el caso de violencia sexual, ofrezcan profilaxis Prost exposición para el VIH y medicamentos anticonceptivos de emergencia, así como acceso al aborto, seguidos de todo un acompañamiento psicológico integral. Sin olvidar que nos hacen tanta falta lineamientos para los medios de comunicación (sobre todo radio y TV) que los hagan revisar su contenido y entender que los cuerpos de las mujeres no son sólo objetos sexuales y comercializadores de belleza.

Para mi la #PrimaveraVioleta empezó cuando puse en práctica el feminismo en mi vida, cuando entendí que podía tener el cabello rapado y de colores, cuando entendí que podía viajar en el metro con vestido y que si un hombre me acosa puedo defenderme yo sola y que también puedo defender a otras mujeres aunque no las conozca, cuando descubrí que mis hermanas van por la vida diciendo a todo mundo que las niñas también pueden jugar con coches y que las mujeres pueden dedicarse a un montón de cosas más allá que sólo pensar en ser madres.

cerrucha

Imagen por: Cerrucha (#24A)

Mariana Mancilla es Coordinadora del Programa Jóvenes en Acción por Nuestros Derechos, responsable de tejer las acciones sobre ciudadanización de los derechos sexuales para adolescentes y jóvenes de escuelas urbano marginales de la Ciudad de México. Arde por los temas de derechos sexuales y juventud y por dar seguimiento a los procesos de incidencia política en lo local y nacional sobre estos asuntos. Es egresada de la licenciatura de Pedagogía en la UNAM. En algún momento estudió tap, le gusta el color morado y tiene una perrita muy amorosa.

Colaboradora de Balance, organización feminista progresista que actúa a nivel local, regional y global para construir alternativas de vida en torno a las sexualidades libres y placenteras, transformando las políticas públicas en salud y sexualidad para que se aborde efectivamente la injusticia, confiando en el poder que tienen las mujeres y jóvenes para mejorar sus condiciones de vida.

Balance: http://www.redbalance.org/
Facebook: https://www.facebook.com/balance.ac
Twitter: @balancejoven

Fondo MARÍA: http://www.fondomaria.org
Facebook: https://www.facebook.com/mariafondo/
Twitter: @FondoMaria
Youtube: https://www.youtube.com/FondoMariaMx

The post El feminismo en mi vida. Por Mariana Mancilla appeared first on La que Arde.

]]>
https://www.laquearde.org/2016/05/01/el-feminismo-en-mi-vida-por-mariana-mancilla/feed/ 0
La calle es de todxs, también nuestra. Por Gabriela García Patiño https://www.laquearde.org/2016/04/18/el-cuerpo-habla-o-las-calles-tambien-son-nuestras-por-gabriela-garcia-patino/ https://www.laquearde.org/2016/04/18/el-cuerpo-habla-o-las-calles-tambien-son-nuestras-por-gabriela-garcia-patino/#respond Mon, 18 Apr 2016 22:56:54 +0000 https://www.laquearde.org/?p=6070 El cuerpo habla. Nuestros movimientos dicen mucho más de nuestra personalidad y de nuestra historia de lo que pensamos. Yo bailo desde hace dos años, y hacerlo vino a representar una segunda revolución para mí. La primera fue encontrarme con el feminismo. Si bien me considero activista, mi trabajo se ha enfocado más en la incidencia …

The post La calle es de todxs, también nuestra. Por Gabriela García Patiño appeared first on La que Arde.

]]>
El cuerpo habla. Nuestros movimientos dicen mucho más de nuestra personalidad y de nuestra historia de lo que pensamos.

Yo bailo desde hace dos años, y hacerlo vino a representar una segunda revolución para mí. La primera fue encontrarme con el feminismo. Si bien me considero activista, mi trabajo se ha enfocado más en la incidencia a partir de la investigación; mi activismo, aunque nace y se refuerza en el corazón, se trabaja día a día desde el análisis y las ideas. El escritorio y la computadora han sido mi arma y escudo contra una realidad que, en muchas ocasiones, siento que me sobrepasa. Bailar me ha ido quitando ese escudo y poco a poco he adquirido más consciencia de mi cuerpo, de mis movimientos, de mi andar.

He caído en cuenta, por ejemplo, de mi mala postura, y de cómo ésta empeora cuando ando en la calle: camino rápido, con la mirada en el suelo, los hombros encorvados. De pronto, cuando escucho la cantidad de violencia que hay a mi alrededor, cuando sé de casos de acoso que viven amigas cercanas todos los días, en la puerta de su casa, en el parque, en el metro; cuando me doy cuenta de la violencia que día a día vivo yo, pienso que tal vez esa mala postura no sea casualidad.

Soy consciente entonces de todas las veces en que lo pensé dos veces y me cambié de ropa antes de salir a la calle con un short o una falda, me doy cuenta de que la calle me resulta un lugar hostil y que el mecanismo de defensa que he creado es esconderme. En mi mente resuena una voz diciendo “cuídate”: es la voz de mi abuela, de mi tía, de mi mamá que, en una sola palabra, condensa los miedos y la carga que han pasado de generación en generación, reflejo de la violencia que día a día ellas enfrentaron. Con esa palabra se interiorizó en mí la responsabilidad que recae sobre las mujeres de evitar un acto de violencia, como si las culpables de los chiflidos, las miradas lascivas y las palabras violentas fuéramos nosotras, como si no tuviéramos el mismo derecho que los hombres de andar por la calle libremente, de decidir como vestir, de levantar la cara en alto y sentirnos orgullosas y dueñas de nuestro cuerpo.

El feminismo y el baile han sido para mí una oportunidad y un trabajo constante de mirarme, conocerme y repensarme, de apropiarme de mi cuerpo y disfrutarlo. En ellos he encontrado la forma de hacer frente a una realidad violenta, de saber que no soy la única que cree que las cosas no deben ser así, y de buscar soluciones. La calle es de todxs, también es nuestra, es por ello que colectivos de mujeres se están organizando para salir el 24 de abril a tomar las calles, para gritar que estamos hartas del acoso y exigir una respuesta, para manifestar que le corresponde al Estado y a la sociedad en su conjunto hacer algo por garantizar la vida y libertad y de las mujeres, pero sobre todo que estamos juntas, la empatía, el apoyo y la sororidad son claves para defendernos y reapropiarnos de un espacio que es nuestro.

Organizaciones de diferentes países de América Latina realizaron acciones del 10 al 16 de abril como parte de la semana internacional contra el acoso callejero. En México existe una campaña en redes sociales con el  hashtag #ElEspacioEsPúblicoMiCuerpoNo y el 24 de abril habrá una movilización nacional contra las violencias machistas. Es importante hacer escuchar nuestra voz y hacer valer nuestro de derecho a vivir libres.

Ilustración: http://elsalmon.org/hoy-no-uso-falda-o-las-calles-son-nuestras/#prettyPhoto

Gabriela García Patiño se ha especializado en el tema de mujeres y VIH, realizando actividades de incidencia política y coordinación de proyectos con el objetivo de promover el acceso a la prevención del VIH en mujeres y jóvenes y en la defensa y promoción de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres con VIH. Es licenciada en Psicología por la UNAM, estudiante de posgrado en Políticas Públicas y Género por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO México y bailarina amateur de ritmos latinos.

Colaboradora de Balance, organización feminista progresista que actúa a nivel local, regional y global para construir alternativas de vida en torno a las sexualidades libres y placenteras, transformando las políticas públicas en salud y sexualidad para que se aborde efectivamente la injusticia, confiando en el poder que tienen las mujeres y jóvenes para mejorar sus condiciones de vida.

Balance: http://www.redbalance.org/
Facebook: https://www.facebook.com/balance.ac
Twitter: @balancejoven

Fondo MARÍA: http://www.fondomaria.org
Facebook: https://www.facebook.com/mariafondo/
Twitter: @FondoMaria
Youtube: https://www.youtube.com/FondoMariaMx

The post La calle es de todxs, también nuestra. Por Gabriela García Patiño appeared first on La que Arde.

]]>
https://www.laquearde.org/2016/04/18/el-cuerpo-habla-o-las-calles-tambien-son-nuestras-por-gabriela-garcia-patino/feed/ 0
“La educación de la mujer en la Nueva España” o La violencia de género tiene nombre. Por Anabel Jiménez Ramos https://www.laquearde.org/2016/04/08/la-educacion-de-la-mujer-en-la-nueva-espana-o-la-violencia-de-genero-tiene-nombre-por-anabel-jimenez-ramos/ https://www.laquearde.org/2016/04/08/la-educacion-de-la-mujer-en-la-nueva-espana-o-la-violencia-de-genero-tiene-nombre-por-anabel-jimenez-ramos/#respond Fri, 08 Apr 2016 21:24:35 +0000 https://www.laquearde.org/?p=5959 Hace unas semanas visité una librería. Afuera del establecimiento había mesas con montones de libros viejos en remate, entre los cuales me encontré con uno cuyo título de inmediato llamó mi atención: “La educación de la mujer en la Nueva España”. Quienes nos hemos encontrado con el feminismo podríamos tener claro – o al menos yo …

The post “La educación de la mujer en la Nueva España” o La violencia de género tiene nombre. Por Anabel Jiménez Ramos appeared first on La que Arde.

]]>
Hace unas semanas visité una librería. Afuera del establecimiento había mesas con montones de libros viejos en remate, entre los cuales me encontré con uno cuyo título de inmediato llamó mi atención: “La educación de la mujer en la Nueva España”. Quienes nos hemos encontrado con el feminismo podríamos tener claro – o al menos yo lo tengo – que nada puede darse por hecho, por natural, por dado, ya que una de las primeras lecciones que nos brinda esta postura ética y política es cuestionarlo todo, porque no hay conocimiento humano que no sea una construcción social y por lo tanto susceptible de ser desmenuzado y transformado.

Me parece que la manera en que nos movemos en el mundo tiene sus raíces en la formación que hemos recibido desde diversas fuentes. Nuestro andar por la vida refleja las determinaciones sociales que nos han constituido como personas. Así, pienso que la educación, la nacionalidad, la identidad de género, el color de piel, el sexo, el estatus socioeconómico, las amistades, el acceso a la información y a la tecnología, entre otras, son variables que se intersectan entre sí, colocándonos en posiciones de ventaja o desventaja con respecto al resto de las personas.

En este sentido, me pareció interesante tener en mis manos este pequeño compilado de cartas, poemas, sermones dominicales y otros textos de mediados del siglo XVI hasta el primer cuarto del siglo XIX, que dan cuenta del pensamiento que difundían desde sus distintos espacios de poder las figuras “emblemáticas” del momento, cuyas disertaciones sobre el “papel de la mujer” en la sociedad, y por lo tanto sobre la forma en que debían ser educadas para cumplirlo a cabalidad, permeaban tanto en los espacios intelectuales como en los interpersonales.

El contenido de los textos es una apología de supuestos que legitiman la superioridad masculina y conciben a las mujeres como seres incapaces de tomar las mejores decisiones, incluso sobre sí mismas, por lo que recomiendan que estén siempre bajo la tutela de un hombre, ya sea el marido, el padre o los hermanos. A pesar de provenir de diversos autores, los escritos consideran a las mujeres como seres con un pensamiento volátil y visceral, motivo por el cual también aconsejan no desperdiciar en ellas los oficios de la lectura y la educación, a menos que éstos estén centrados en cómo perfeccionar su papel de madres, esposas y administradoras del hogar.

Entre todas estas lecciones, por supuesto, no faltan las recomendaciones sobre cómo deben lucir y dirigirse en sociedad las mujeres: “bellas e impecables y siempre buscar ser virtuosas”, en el entendido del paradigma pedagógico de Rousseau, donde Sofía, como representación de todas las mujeres, encarna a una mujer sensible, sobria, abnegada, paciente y tolerante que controla sus deseos sexuales y vive atenta a las necesidades de los hombres. La consigna principal es callar y obedecer al marido, al padre y a los hermanos. En cambio, ellos daban azotes o reprimendas a las mujeres si así lo consideraban necesario.

Me parece interesante el análisis de este libro atroz como un recurso que permita situar el largo proceso de transmisión y reproducción por el que han atravesado estos discursos antiquísimos que, al día de hoy, siguen filtrándose en nuestras interacciones cotidianas. Es precisamente en el tema de la educación y el establecimiento de los roles de género que existe la creencia incuestionable de que esto así ha sido desde el origen mítico de las estructuras sociales (cualquiera que éste sea). En consecuencia, se asume como normal que los hombres con los que nos vinculamos decidan lo que es mejor para nosotras, que las mujeres sólo estudiemos mientras nos casamos y tenemos hijas o hijos (si es que nuestras variables socioculturales nos posibilitaron el acceso a algún nivel de educación formal) y que se justifique la violencia de género de manera irrefutable.

A la par de esta lectura histórica, justo en este mismo espacio de La que Arde me encontré con un análisis de Nadia Rosso sobre el heteropatriarcado y la postura política definida como lesboterrorismo. En mi cerebro retumbó una de sus preguntas “¿por qué querríamos insistir en relacionarnos con hombres que están construidos para ser violentos?”. De inmediato me remití a mi práctica profesional y a los casos que llegan a consulta psicoterapéutica, y me vienen como “flashazos” que reafirman la premisa de que la violencia de género no es una cosa lejana que le sucede a las otras, a esas otras que para las noticias, las redes sociales o las instituciones gubernamentales se convierten en una estadística más, en un espectro (sin rostro, sin nombre y a veces hasta sin historia) que desaparece del “trending topic”, como: las mujeres asesinadas de Cd. Juárez o Ecatepec, las mujeres violadas de Veracruz o las “mochileras” de Argentina. No, la violencia de género la vivimos todas de manera cercana, precisamente con los hombres con quienes nos relacionamos en el día a día, porque no sólo son los hombres desconocidos y efímeros en nuestra vida los que nos violentan, también lo hacen nuestros padres, familiares, compañeros de escuela o trabajo, maestros, parejas y amigos, y lo hacen porque pueden hacerlo, porque tienen un cobijo social que no cuestiona sus prácticas sino que centra la responsabilidad y las críticas en la mujeres.

MARIDOS

Las estadísticas sobre violencia de género en México reportan 7 feminicidios al día, de los cuales en el 68% existía un parentesco con el homicida, según un estudio del Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género de la Cámara de Diputados. Por otro lado, recientemente se presentó el Diagnóstico Nacional de Atención a Víctimas de Violencia Sexual en México, que reporta que 9 de cada 10 agresiones son cometidas por hombres y el 60% de las agresiones sucede en el hogar de las víctimas.

Este panorama me llena de rabia e indignación, y la reflexión que resuena en mi cabeza es que efectivamente, relacionarnos con hombres nos pone en una situación de riesgo constante, que nos obliga a tomar acciones organizativas en defensa de la vida de las mujeres.

En una asamblea popular en Chapultepec – en la cual participé con la colectiva Tomando las Calles – sobre el acoso sexual callejero, las participaciones de parte del público fueron casi nulas, pero recuerdo claramente que después de que compartimos las cifras citadas arriba, un hombre del público tomó el micrófono y nos cuestionó respecto a qué tanto conocimiento teníamos nosotras sobre el porcentaje de hombres que como él no violentaba a las mujeres. Mi coraje e indignación ante su pregunta se hizo evidente ¿por qué nos preguntaba eso? ¿Para defender el argumento de que no todos los hombres violentan? ¿De qué nos sirve eso cuando estamos viendo en un diagnóstico nacional niveles altísimos de agresión sexual contra las mujeres que parece no ser importante? ¿De qué manera contribuye a la seguridad de las mujeres que un porcentaje mínimo de hombres “no violenten” si no veo grupos de hombres no sólo cuestionándose sus privilegios sino transformando un mundo jodido en donde las mujeres vivimos en un constante riesgo de ser violentadas o morir a mano de cualquiera de ellos?

¿Cómo explicar que tan solo esta semana asesoré cinco casos de violencia? Una violación perpetrada por el “amigo”; un feminicidio a manos de la pareja; violencia doméstica ejercida por el esposo/padre; hostigamiento sexual por el compañero de trabajo y bullying a una niña de parte de dos de sus compañeros de seis años. Estos no son casos aislados, ajenos o lejanos, son la constante en la vida de las mujeres en México. Tengo claro que cualquier hombre puede decidir violentar a una mujer y que éste tiene nombre, rostro y apellido.

El asunto es que hay una construcción social de hombres violentos. Si estamos en el entendido de que se les construye para ser los fuertes, los que dominan, los que deciden y, en consecuencia, tienen la anuencia de corregir a las mujeres a través de la violencia, ¿por qué relacionarnos con ellos? La pregunta de facto no es un llamamiento a dejar de vincularnos con los hombres, sino cuestionar los constructos que legitiman las relaciones de dominación/sumisión en todo ámbito.

No sólo es responsabilidad de las mujeres cuestionar si nos queremos seguir relacionando con hombres violentos, tendría también que cuestionarse a nivel social la magnitud del problema, del por qué los hombres violentan; por qué hay una legitimación social a través de discursos y conductas que centran la mirada y la responsabilidad en la mujer; por qué tantos hombres violentan a las mujeres de formas tan diversas, que van desde el acoso hasta el feminicidio; por qué como sociedad no se exigen cuentas a los hombres sobre este problema social; por qué la impunidad prevalece en los casos de violencia de género y por qué todo el tiempo se lanza la responsabilidad a las mujeres, a que sean ellas las que deben prevenir ser violentadas, acosadas, violadas y/o asesinadas.

Dentro de las prácticas feministas hemos comprobado que romper el mito de la rivalidad entre mujeres es un factor de protección, donde generar vínculos entre nosotras a través de redes de apoyo, de autocuidado y autodefensa nos posibilita sentirnos respaldadas y en confianza para cuestionar todo aquello que nos han dicho que así debía ser, para reconstruirnos, organizarnos y exigir una transformación social que dignifique nuestras vidas y nuestras relaciones.

Anabel Jiménez Ramos. Terapeuta feminista y activista que ha participado en diversos movimientos sociales desde hace 11 años. Su práctica profesional y su activismo la han llevado a formarse y especializarse  en temas de violencia de género, acoso sexual callejero, identidad de género, sexualidad y derechos humanos. Actualmente da consulta particular y en sus tiempos libres le gusta mucho leer, danzar y andar en movimiento constante.

Colaboradora de Balance, organización feminista progresista que actúa a nivel local, regional y global para construir alternativas de vida en torno a las sexualidades libres y placenteras, transformando las políticas públicas en salud y sexualidad para que se aborde efectivamente la injusticia, confiando en el poder que tienen las mujeres y jóvenes para mejorar sus condiciones de vida.

Balance: http://www.redbalance.org/
Facebook: https://www.facebook.com/balance.ac
Twitter: @balancejoven

Fondo MARÍA: http://www.fondomaria.org
Facebook: https://www.facebook.com/mariafondo/
Twitter: @FondoMaria
Youtube: https://www.youtube.com/FondoMariaMx

The post “La educación de la mujer en la Nueva España” o La violencia de género tiene nombre. Por Anabel Jiménez Ramos appeared first on La que Arde.

]]>
https://www.laquearde.org/2016/04/08/la-educacion-de-la-mujer-en-la-nueva-espana-o-la-violencia-de-genero-tiene-nombre-por-anabel-jimenez-ramos/feed/ 0
Sólo para mujeres. Por Daniela Tejas Miguez https://www.laquearde.org/2016/03/24/solo-para-mujeres-por-daniela-tejas-miguez/ https://www.laquearde.org/2016/03/24/solo-para-mujeres-por-daniela-tejas-miguez/#respond Thu, 24 Mar 2016 18:10:49 +0000 https://www.laquearde.org/?p=5867 Desde hace varios años he colaborado para crear espacios sólo para mujeres*. ¿Por qué lo hago? Porque quiero y puedo. He trabajado porque esto sea algo cotidiano, que sea la regla y no la excepción. Todos los días me enfrento a la realidad de que las mujeres no pueden decidir sobre sus planes de vida, …

The post Sólo para mujeres. Por Daniela Tejas Miguez appeared first on La que Arde.

]]>
Desde hace varios años he colaborado para crear espacios sólo para mujeres*. ¿Por qué lo hago? Porque quiero y puedo. He trabajado porque esto sea algo cotidiano, que sea la regla y no la excepción.

Todos los días me enfrento a la realidad de que las mujeres no pueden decidir sobre sus planes de vida, sobre con quién y cómo ejercer su sexualidad, sobre con quién y cuándo desnudarse, sobre su reproducción, sobre su dinero, sobre su cuerpo. Me enfrento a la sensación generalizada de las mujeres* de sentir culpa, de sentir que algo no está en el lugar que debe estar cuando elegimos, es decir, cuando somos libres.

Quiero abrir espacios de y para mujeres* porque en este mundo nos han enseñado a ser enemigas de otras mujeres. Nos han inculcado la competencia entre nosotras. Hay que ver quién es más flaca, quién es más bonita, quién es más inteligente, quién es más radical, quién es la “mejor feminista”. Sí, las feministas no hemos podido evadir este destino que parece enraizado en lo más hondo de nosotras.

Quiero hacer espacios de y para mujeres* porque hay muchas situaciones, muchos problemas que podemos resolver estando juntas, sin odiarnos, sin juzgarnos, sin agredirnos. Estar juntas con la intención de entendernos para hacernos bien. Para crear otros mundos — ¿no es lo que las feministas buscamos?— es necesario que trabajemos para que existan espacios en donde podamos analizar cuál es el origen de nuestra competencia, entender que no es natural vivir en la rivalidad.

No se trata de que no haya conflictos, eso es inevitable. No se trata de que todas seamos iguales, que pensemos lo mismo, que tengamos las mismas preferencias y busquemos las mismas soluciones. Las mujeres, y las mujeres* feministas, somos muy diferentes, muy diversas y qué alivio. Cada quien con sus pesares, sus rabias, sus alegrías y sus ilusiones.

Lo que sí es necesario es dejar de cargar sobre nuestras espaldas la competencia constante sin fundamentos. El conflicto innecesario que existe por coexistir en un lugar con otra(s). Esta carrera interminable y diaria de pensar que las otras mujeres* son mis rivales para todo, que si ella es, entonces, automáticamente, yo no soy. Y pues no, podemos ser o no ser las dos, las tres, las miles.

Quiero hacer espacios de y para mujeres* porque me reconozco entre las otras. Veo a mis amigas, a mis primas, a mis abuelas, a mis compañeras de trabajo, a las desconocidas en el metro, y pienso en que no somos tan distintas, no estamos tan distantes. Reconozco que sus caminos y el mío se entrelazan, en un montón de momentos — habitando la misma ciudad, viviendo en el mismo sistema— y no puedo más que aprender de cada una de ellas. Reconocer que mi condición de mujer me permite identificar situaciones y emociones comunes con las otras: la sensación de coraje y rabia de que confundan los piropos con el acoso en la calle, la malditas ganas de gritar por los chistes de emborrachar mujeres* para poder coger con ellas, la rabia cuando nos preguntan sobre nuestro estado civil antes de una entrevista de trabajo, la sensación de desconcierto cuando alguien te pregunta si estás enojada cuando no sonríes o no eres amable, el hoyo en el estómago al ver la prueba de embarazo positiva y saber que puedes acabar en la cárcel si decides no llevar a término ese embarazo.

Quiero alejarme de la idea de acercarme a otras mujeres* sólo para compartir los momentos de “decepción amorosa/romántica”. Quiero acércame a otras mujeres* para protestar, para reír, para tomar los espacios públicos, para conocer mi cuerpo, para adueñarnos de las calles, para intercambiar recetas, para aprender a sentir placer, para curarnos, para tomar té, para hablar de libros, para llorar. ¡Nos merecemos más que existir girando alrededor de otras personas, carajo!

Quiero hacer espacios de y para mujeres* porque nos los merecemos. Nos merecemos lugares lejos de la “vigilancia masculina” que nos acecha todo el tiempo. Ese constante monitoreo que desconfía de las acciones de un grupo de mujeres*. “Hablan de nosotros, piensan en nosotros, conspiran en contra de nosotros”. La buena noticia es que no es nuestra responsabilidad, ni nuestra obligación explicar qué hacemos y de qué platicamos. Esto se trata de nosotras y nada más.

No entiendo la labor diaria desde donde algunas mujeres operan para defender a toda costa los espacios mixtos o la inclusión de los hombres en nuestros espacios; uno, porque estos espacios no están reproduciendo la exclusión a la que las mujeres* hemos estado sujetas por milenios; dos, porque si tantas ganas tienen los hombres de participar, o algunas mujeres* de que los hombres participen, hay un montón de espacios allá afuera en donde lo pueden hacer. Es más, háganlo ustedes mismas y mismos. Nadie los obliga a participar en los nuestros. Espacios sólo para hombres hay millones.

mujeres en la selva_guitte_hartog

 

Quiero hacer espacios de y para mujeres* porque son transgresores. Muchos hombres se asombran ante la idea de que existan espacios sólo para mujeres*, lo cual les lleva a preguntarme la razón por la cual participo en ellos. Todas estas veces he recibido estas preguntas como un reclamo, como una demanda de incluirlos sin más. Ahora bien, mi respuesta es tajante: lo hago porque quiero y porque puedo, pero además, lo hago así porque en todos sus cuestionamientos no he detectado nunca ganas reales de participación, desde un lugar de reconocimiento de privilegios, sin ganas de cuestionar los espacios de poder que les son favorables, sin afán de ver desde dónde se benefician de este sistema. Mejor dicho, no he detectado ganas de cambiar ese sistema, entonces tengo mucho más razones para participar en espacios sólo para mujeres*. Es ahí cuando entiendo que son necesarios, se llevan por la borda la idea de que ellos tienen que ser el centro de todas nuestras actividades.

Y no, no te odio a ti hombre. Odio las relaciones de poder que a ti te dan privilegios que a mí me han sido negados. Odio que esas situaciones y emociones comunes existan y que mi condición de “mujer” sea la condición para que sucedan. Odio tener que explicar una y otra vez, que estas desigualdades y necesidades son reales, que no me lo estoy inventando, que no es un tema de percepciones y subjetividad. Lo verifican las estadísticas, los salarios, los feminicidios, las regulaciones sobre nuestros úteros, el precio de los rastrillos rosas, las fotografías del G8.

Estoy cansada de no encontrar la forma de que ustedes se pongan en nuestros zapatos. Nadie tendría que pasar por eso. No te lo deseo a ti ni a nadie. Odio que te preocupe más por estar en estos espacios que entender realmente las razones por las cuales no puedes estar.

Creo que otros mundos son posibles, y para lograrlos es indispensable tener más espacios de y para mujeres*. Nunca me he sentido más libre que en un cuarto lleno de mujeres* hablando de aborto o desnudas dibujándose unas a otras. No es solamente por el arte o la conversación, es resistir a este sistema que nos dice siempre que no podemos ser. Es poder ser y poder crear, poder ser compañeras, poder sentirnos parte de una causa, poder reconocernos, poder escuchar y ser escuchadas, es poder decir lo que queramos, poder tener un respaldo. Es resistencia desde las trincheras que cada una pueda y quiera.

Pienso que es necesario desobedecer esos mandatos de ser rivales que no elegimos, que no son naturales y que no traen consigo ninguna libertad. Que tenemos mucho que aprender de las otras. Que estar juntas nos fortalece, nos llena de vida y nos hace más libres.

* Cuando uso el término “mujeres”, me refiero a las personas que se identifican como mujeres, personas trans, y personas que no se reconozcan como parte del sistema binario de género.

Imágenes: Guitté Hartog

Daniela Tejas Miguez. Joven feminista. Encargada de coordinar la RedMARIA de Donantes Individuales en el Fondo MARIA, apoyando el derecho a decidir de las mujeres en México. Ha trabajado como acompañante de mujeres en situación de aborto y creando campañas con mensajes positivos sobre aborto y sexualidad. Le interesan las líneas de aborto seguro, aprender a cocinar su propia comida, cuidar perros y crear espacios de y para mujeres.

Colaboradora de Balance, organización feminista progresista que actúa a nivel local, regional y global para construir alternativas de vida en torno a las sexualidades libres y placenteras, transformando las políticas públicas en salud y sexualidad para que se aborde efectivamente la injusticia, confiando en el poder que tienen las mujeres y jóvenes para mejorar sus condiciones de vida.

Balance: http://www.redbalance.org/
Facebook: https://www.facebook.com/balance.ac
Twitter: @balancejoven

Fondo MARÍA: http://www.fondomaria.org
Facebook: https://www.facebook.com/mariafondo/
Twitter: @FondoMaria
Youtube: https://www.youtube.com/FondoMariaMx

 

The post Sólo para mujeres. Por Daniela Tejas Miguez appeared first on La que Arde.

]]>
https://www.laquearde.org/2016/03/24/solo-para-mujeres-por-daniela-tejas-miguez/feed/ 0