Mitos y realidades – La que Arde https://www.laquearde.org Revista digital Tue, 31 Oct 2017 03:21:47 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9 Hoy la masturbación es mi liberación. Hermanas, ¡liberémonos juntas! Por Gala Xiuhcóatl https://www.laquearde.org/2017/08/31/la-masturbacion-es-liberacion/ https://www.laquearde.org/2017/08/31/la-masturbacion-es-liberacion/#respond Thu, 31 Aug 2017 21:18:07 +0000 https://www.laquearde.org/?p=9575 En los 14 años que llevo viviendo mi sexualidad, nunca había tenido un orgasmo durante el coito con otro ser humano. Eso cambió hace unos días cuando, quitándome todos los prejuicios, decidí asistir al taller de masturbación femenina impartido por el colectivo Sexualidad Deliciosa. Y no, no fue gracias a las dotes de un súper hombre, …

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En los 14 años que llevo viviendo mi sexualidad, nunca había tenido un orgasmo durante el coito con otro ser humano. Eso cambió hace unos días cuando, quitándome todos los prejuicios, decidí asistir al taller de masturbación femenina impartido por el colectivo Sexualidad Deliciosa. Y no, no fue gracias a las dotes de un súper hombre, ni hubo velas, ni romanticismo telenovelero de por medio. Fue ahí, tumbada en un salón, junto a 15 hermosos y diversos cuerpos femeninos, que tuve mi primer orgasmo acompañado de eyaculación. Toda una revelación.

Al llegar al taller, vi a 15 mujeres con edades desde los 20 a los 40 y tantos años. Todas calladas, algunas nerviosas. Vinieron las presentaciones. Entonces los cuerpos comenzaron a tener un nombre y una historia de vida.

La primera parte del taller se centró en el (re)conocimiento de nuestra anatomía. Alicia -la facilitadora del taller- se desnudó y nos invitó a hacerlo también conforme nos fuéramos sintiendo cómodas. Nunca he tenido problemas con la desnudez –propia o ajena- así que seguí su ejemplo y me despojé de todo. Sin embargo, me di cuenta que la mayoría de las chicas lo iban haciendo con más pudor. Con gráficos, modelos 3D del clítoris y en sus propias vulvas, Alicia y Delia –la otra facilitadora- nos iban enseñando las partes de las que se conforman nuestras vulvas y el vestíbulo de nuestras vaginas. Fuimos incluso capaces de observar los ductos eyaculatorios en ellas –algo que hasta hace unos días no sabía que fuera posible-.

Al fin vino la parte de la práctica. Nos desnudamos todas por completo y para mí fue hermoso observar los cuerpos de todas esas mujeres, mis cómplices, mis compañeras de “crimen”, sin prejuicios. Tuvimos la oportunidad -muchas por primera vez- de conocer otras vulvas, de darnos cuenta de lo diversas y únicas que son, muy alejadas de ese ideal que vemos en las películas porno, que apunta, en la mayoría de los casos, al consumo masculino. Aquello era toda una miscelánea de labios vaginales: esbeltos, carnosos, largos, cortos, rosados, morenos, pequeños y grandes. Fue entonces cuando Alicia nos comenzó a dar las técnicas de masturbación clitoriana y todas, recostadas una junto a la otra, pusimos “dedos a la obra”. Por primera vez en mi vida me di el regalo de tocarme con cariño, con cuidado, con amor. Mi forma de masturbación previa a este taller era por medio de la fricción en el colchón, algo que implicaba mucha tensión y que, aunque me provocaba placer, nunca terminaba en orgasmos intensos, y sí en un dolor de vientre súper incómodo por días, pero es que nadie nunca me enseñó a masturbarme. Por primera vez en mi vida fui consciente del enorme potencial de amor y cuidado que poseo para conmigo misma y tuve sentimientos encontrados, pues me di cuenta que nunca, ninguna de las parejas sexuales que yo había tenido me había tocado así, con tanto amor y cuidado. Pero también me di cuenta que yo nunca se los había pedido, porque ni yo misma sabía cómo amarme así. Y a la que no habla, Diosa no la oye.

Al tiempo, las facilitadoras nos dieron a cada una una balita vibradora con la que comenzamos a repasar las técnicas ya implementadas. Y a partir de ahí no recuerdo mucho, porque de pronto dejé de pensar, de escuchar. De pronto sólo éramos yo y mi placer. Yo y lo rico que mi cuerpo sentía.

Sentí muchas, muchas ganas de orinar y demasiado placer y ¡boom!, vino la explosión, la liberación… Un chisguete intenso que salió disparado como chorro y que escuché caer al suelo a pesar de –según yo- estar “apretando la pipi”. La primera venida de mi vida –literal- que mojó la colchoneta, la toalla y el piso, y que me liberó al fin de tantos prejuicios, de tantas conductas mal aprendidas. La venida de mi vida que nunca tuve al coger con nadie –porque hoy entiendo que eso es lo que he venido haciendo, sólo coger, así, sin amor propio- y que sólo yo podía proveerme. Un orgasmo que no requirió de penetración para hacerse presente.

Volví en mí y, aunque Alicia nos había comentado que ella se procuraba orgasmos múltiples al continuar estimulándose después de tener el primer orgasmo y que nosotras podíamos intentarlo también, yo ya estaba más que satisfecha. Por primera vez en mi vida los adjetivos “plácida” y “complacida” tuvieron total sentido para mí. Y vino a mí la imagen de las pelis donde las personas fuman después del sexo con una mano atrás de la cabeza y reí, pues ya no me parecía tan absurdo el cliché.

Terminó el tiempo de la práctica y Alicia y Delia hicieron el llamado para irnos incorporando y compartir, si así lo deseábamos, algo sobre nuestra experiencia. Una a una las compañeras fueron hablando y en todas ellas había sentimientos de agradecimiento y sororidad, de complicidad por lo que ahí acaba de ocurrir. Unas tuvieron orgasmos, otras no, pero todas coincidimos en que ésta es una actividad profundamente liberadora, pero sobre todo sanadora.

Decidí escribir esto porque -como Alicia dijo- concuerdo en que la masturbación es un medio muy poderoso de liberación femenina. Los hombres están muy acostumbrados a verse desnudos entre ellos, masturbarse juntos e incluso compartir técnicas de masturbación. A nosotras se nos ha mal-enseñado otra forma de conducta respecto a esta práctica, lo cual nos ha quitado poder y nos ha desunido como género, al tachar de “indecentes” a las mujeres que se animen a hablar abiertamente de estas prácticas y salirse de la norma. Escribo esto porque pensé en mi abuela sometida, que muy probablemente dejó este mundo sin haber tenido un solo orgasmo y me horroricé, pues, después de este parteaguas en mi vida, creo justo y deseo que cada una de mis hermanas tenga la oportunidad de darse el amor y cuidado a sí misma que nos han dicho se debe buscar afuera y que compete sólo al hombre proveerlo por tener un pene que cabe en nuestra vagina. Escribo esto porque así nos liberamos nosotras y los liberamos a ellos de una carga absurda que alguien impuso alguna vez.

Sí: “El orgasmo es de quien lo trabaja”, pero también puede y debe ser compartido cuando así se decida. Sólo así seremos libres de creencias y formas de comportamiento esclavizantes respecto al papel que nos toca desempeñar como género y podremos decidir ejercer esa libertad en solitario o acompañadas.

Hoy la masturbación es mi liberación. Hermanas ¡liberémonos juntas!

Imagen de portada: P.nitas

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Sem heterossexualidade obrigatória não há capitalismo. Por Karina Vergara Sánchez https://www.laquearde.org/2017/01/11/sem-heterossexualidade-obrigatoria-nao-ha-capitalismo-karina-vergara/ https://www.laquearde.org/2017/01/11/sem-heterossexualidade-obrigatoria-nao-ha-capitalismo-karina-vergara/#respond Wed, 11 Jan 2017 17:34:39 +0000 https://www.laquearde.org/?p=8611 PRODUÇÃO E REGIME HETEROSSEXUAL A situação político-econômica no mundo ocidentalizado contemporâneo, essa forma de vida que chamamos capitalismo, se mantém pela exploração de recursos naturais que abastecem um modo de produção que gera riqueza apropriando-se da força de trabalho das pessoas. Então, podemos delimitar simbolicamente dois sujeitos, produzidos por e produtores do sistema: aquele que …

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PRODUÇÃO E REGIME HETEROSSEXUAL

A situação político-econômica no mundo ocidentalizado contemporâneo, essa forma de vida que chamamos capitalismo, se mantém pela exploração de recursos naturais que abastecem um modo de produção que gera riqueza apropriando-se da força de trabalho das pessoas. Então, podemos delimitar simbolicamente dois sujeitos, produzidos por e produtores do sistema: aquele que explora, o que se apropriou dos meios de produção; e aquele que é explorado, o que tem pra vender unicamente sua força de trabalho.

Para que aquele [1] que vende sua força de trabalho pudesse chegar ao lugar onde ocorre a produção (e aos locais de distribuição, publicidade e outras atividades que permitem e incentivam a realização do produto) houve um trabalho que tornou possível que ele tivesse onde passar a noite anterior com o mínimo de conforto que lhe possibilitasse o sono, havia vegetais, legumes, carnes ou outros alimentos cuja preparação foi feita necessariamente pra se tornassem comestíveis, houve inclusive roupa limpa. Ou seja, uma pessoa criou as condições necessárias que permitiram que ele comparecesse ao lugar de produção. A essa pessoa foi designado um trabalho que não se localiza nos espaços de produção, mas que é indispensável pra essa produção. Tal pessoa muito provavelmente era uma mulher, pois no capitalismo a responsabilidade pelo trabalho doméstico é determinada de forma diferente, conforme os corpos sexuados

Os corpos que se pressupõem que tem, podiam ter ou tiveram, capacidade de gerar e/ou parir – esposa, mãe, vó, irmã, companheira – [2], são relacionados com o trabalho da criação e, como se fosse consequência lógica, são os encarregados do cuidado e do espaço doméstico. Para que o sujeito do capitalismo possa empregar sua força na produção, ocorre previamente o chamado trabalho reprodutivo [3], aquele sem o qual não seria possível a produção nem a reprodução.

Feministas materialistas[4] a partir da década de 70 mostravam como essas tarefas obedeciam a uma divisão sexual do trabalho. Conceito este que hoje é necessário matizar pois, naquela época, pretendia explicar que, enquanto às pessoas cujos corpos eram sexuados como masculinos se designavam geralmente os trabalhos produtivos, aos corpos sexuados como femininos, se designava o trabalho reprodutivo. No entanto, conforme foi se tornando mais sofisticada a exploração capitalista, se criou sobre os corpos com presumida capacidade paridora a exigência do cumprimento de mais jornadas no âmbito produtivo, sem que de nenhuma maneira isso significasse uma diminuição da carga das jornadas designadas de trabalho reprodutivo [5].

Diante deste fenômeno, distintas posições feministas têm proposto uma divisão igualitária das tarefas domésticas. No entanto, em muitas culturas as mulheres encontram sérias dificuldades em fazer cumprir uma divisão mais igualitária desse trabalho. Inclusive quando há homens dispostos a se encarregarem de tarefas do lar, socialmente se valora de forma diferente o trabalho realizado por um homem, que é tão sensível ou tão amável que faz tarefas “extra”, enquanto os trabalhos realizados por mulheres são invisibilizados porque é o que se espera delas, são naturalizados. Sendo, ainda, uma constante que elas levem a maior carga simbólica e material do trabalho reprodutivo.[6]

Quando, na unidade familiar, se tenta trocar o trabalho ou distribuir de outra maneira as obrigações propondo, por exemplo, que seja a mulher quem realize o trabalho produtivo, ou que ambos os membros o façam, a desigualdade salarial entre homens e mulheres [7], o teto de vidro [8] e as opções laborais atribuídas às mulheres dificultam essas formas distintas de se organizar. Nas palavras de Federeci: “as tentativas das mulheres de redistribuir as tarefas domésticas serão frustradas devido aos baixos salários que recebem no mercado de trabalho por conta dos preconceitos masculinos enraizados sobre o seu trabalho” (Federici, 2012, p. 80).

No século XXI, em diferentes regiões da América Latina e do mundo ainda vigora o modelo marido/provedor-mulher/cuidadora; mas, também, nas outras formas de organização, particularmente nos espaços urbanos, o trabalho se divide segundo o corpo sexuado; contudo, essa divisão não está diferenciada unicamente conforme o âmbito de produção/reprodução e muito menos é equitativa, ou distribuída em partes iguais, mas se determina um valor distinto às tarefas encomendadas a homens e a mulheres.

Mesmo trabalho produtivo: diferente salário e diferentes oportunidades de emprego. Mesmo trabalho reprodutivo: diferente carga segundo o corpo sexuado e diferente valorização social.

Esse processo contemporâneo de adequação às necessidades atuais do capitalismo perpetua a idéia da necessidade de uma família nuclear e termina determinando, tanto em tarefas produtivas como em reprodutivas, uma sobrecarga física, material e simbólica sobre os corpos com presumida [9] capacidade de gerar.

A esse respeito, Federeci expõe que as formas pelas quais se deposita o trabalho sobre os corpos das mulheres são distintas em cada país, sobre os mandados a respeito do exercício da maternidade, diz: “em alguns países nos forçam a produção intensiva de filhos, em outros nos intimidam a não nos reproduzirmos… Mas em todas as partes nosso trabalho é não remunerado e a função que exercemos para o capital é a mesma” (Federeci, 2012, p. 53).

Com base nisso, me pergunto: o que manteve, durante o processo histórico, o trabalho reprodutivo designado majoritariamente às mulheres?; o que sustenta a atual divisão sexual do trabalho? Ou seja, o que faz com que, nas sociedades, duas pessoas não consaguíneas e de sexos distintos vivam juntas e uma se ocupe do trabalho produtivo e outra tenha que participar diretamente na produção e além do mais lhe seja designado o maior peso do trabalho reprodutivo?

O que impulsiona as mulheres, além de cumprir longas jornadas de trabalho assalariado, a lavar centenas de cuecas que não são suas durante toda sua vida?; A fazer o trabalho reprodutivo para si mesmas, para o “sujeito produtivo” [10], para seus filhos e filhas e, ocasionalmente, até para as gerações subseqüentes?; o que as leva a manter a ordem das coisas?; limpar ranho de crianças e passar noites em claro ao seu lado quando ficam doente; entre muitos outros afazeres sem remuneração financeira, servindo assim com seus trabalhos-corpos à manutenção do sistema mundo econômico? Poderia ser assim se não se construísse nas mulheres a convicção de que só é possível/desejável a vida em relação com um homem e com o trabalho designado por esta relação – esse trabalho que poucos consideram trabalho? [11]

Esse é um ponto medular: o pressuposto de que a maioria das mulheres (e dos homens) são heterossexuais por natureza é um muro teórico e político, afirma Rich. (1985, p. 38)

Se partimos de uma perspectiva biologista [12], pela qual a natureza humana está “determinada pelos nossos genes” e é imutável devido, justamente, à herança genética, não há mais possibilidades de relação entre homens e mulheres que aquelas que compreendem as funções reprodutivas e a criação das filhas e filhos durantes seus anos mais vulneráveis. É, realmente, um muro teórico (e social) no qual as pessoas não temos outra possibilidade de nos relaionarmos e vivermos que não seja a determinada pelos mandatos “naturais”. No entanto, é possível uma análise política mais profunda. Wittig recorda como, nas últimas décadas, tem se revelado o caráter cultural das concepções do que, sem questionamentos, se havia considerado como proveniente da natureza. Porém, ela assinala que há um núcleo que ainda se resiste a ser questionado: essa relação obrigatória entre o “homem” e a “mulher”. Parece que esse núcleo é anterior a todo pensar científico, como se fosse uma essência natural, Wittig insiste: “como se fossem leis gerais que valem para todas as sociedades, todas as épocas, todos os indivíduos” (Wittig, 1978, p. 52).

A relaçao de vida erótica e/ou afetiva entre homem e mulher é realmente uma predisposição natural? Que significados sociais têm os processos fisiológicos como reproduzir, parir e a necessidade humana de vários anos de cuidado para poder sobreviver? Esses processos não são possíveis se não ocorre uma vida cotidiana construída com base em relações de homens e mulheres não consangüíneos em mútua dependência? Sociedades onde as relações entre homens e mulheres não consangüíneos dependentes material e fisicamente não sejam obrigatórias são viáveis? A quem e para que serve a construção social da heterossexualidade?

Nas sociedades capitalistas contemporâneas se constrói como destino a vida heterossexual das pessoas. O sentido da vida, com maior ou menor carga de romantismo, dependendo da cultura de que se trata, é viver em casal. Casal de corpos sexuados distintos preferentemente [13]. Além da construção midiática disso que ocidentalmente se chama “amor” como realização pessoal, é pertinente observar como o casal heterossexual acaba sendo tão útil, uma vez que o destino do casal será produzir e reproduzir. Aí está a família construída pelo mundo do capital.

O mandato ideológico de casal implica também na criação de futuras gerações de trabalhadores e trabalhadoras. Uma construção significativa útil para sustentar os alicerces da macroestrutura. Federeci aponta: “a família, tal como a conhecemos no ‘Ocidente’, é uma criação do capital para o capital, uma instituição organizada para garantir a quantidade e a qualidade da força de trabalho e o controle da mesma” (Federeci, 2010, p. 15).

Onde há indivíduos destinados ao trabalho produtivo, a outros-outras é designada a sobrecarga do trabalho reprodutivo e, ao mesmo tempo, os filhos e filhas recebem uma pedagogia imediata da naturalidade desta organização. Essa é, pois, a família – primeira forma de propriedade – que, de acordo com Engels e Marx, contém em sua forma inicial a mulher e os filhos como escravos do marido: “o direito a dispor da força de trabalho de outros… divisão do trabalho e propriedade privada são termos idênticos. Um deles diz, referindo-se à escravidão, o mesmo que o outro, referindo-se ao produto desta” (Engels y Marx, 1982, p. 32).

Desta forma, o sistema de produção determina modos de vida, a vida em família que, por sua vez, é o lugar do trabalho reprodutivo. Assim, resulta acertada a convenção social de que a família é o núcleo da sociedade (e do sistema econômico e político), e nesse ponto é possível observar como a heterossexualidade é o núcleo da família.

Então, se a heterossexualidade é uma estrutura que ordena em classes a sociedade inteira é, portanto, uma estrutura política e, finalmente, podemos conceber a existência de um regime heterossexual [14], um regime político indispensável à divisão sexual do trabalho e à designação do invisível trabalho reprodutivo.

Amplos setores da população não podem admitir a vida fora do regime heterossexual. Ele está impregnado nos corpos e no fazer cotidiano. A conseqüência desta marca que parece inapagável é que a mente heterossexual, de acordo com Wittig (1992, p. 3), não pode conceber uma cultura, uma sociedade onde a heterossexualidade não ordene não somente todas as relações humanas mas também a produção de conceitos e inclusive os processos que escapam à consciência. A heterossexualidade está impregnada na psique e na pele da população. Ela constrói corpos, desejos, vontades, valores, modos de andar pela vida. Uma vida cotidiana heterossexual.

Nesse ponto é preciso destacar que esta introjeção da heterossexualidade é uma forma concreta de opressão. Concordo com Wittig, que coloca que “os discursos da heterossexualidade nos oprimem no sentido de que nos impedem de falar a menos que falemos em seus termos (desde uma concepção heterossexual da realidade)… sua ação mais feroz é a tirania inflexível que exercem sobre nosso ser mental e físico” (Wittig, 1992, p. 2).

Assim, se bem a heterossexualidade e a atribuição de papéis de gênero atuais são uma construção que obedece a um processo histórico, sua ação opressiva concreta contemporânea responde hoje às necessidades do capitalismo, o possibilita e o perpetua, podemos aqui propor um jogo dialético: se reconhecemos que “o que os indivíduos são depende, portanto, das condições materiais de produção” (Engels y Marx, 1982, p.19), podemos também reconhecer que as condições de produção dependem das condições materiais possibilitadas pela própria heterossexualidade.

O capital se apropria do corpo do trabalhador na sua vida cotidiana e reprodutiva, das trabalhadoras por meio da heterossexualidade.

HETEROSSEXUALIDADE OBRIGATÓRIA

Nesse ponto, me interessa mostrar como o regime heterossexual atua sobre todxs xs individuxs mantendo o modo de vida capitalista, mas sobre a vida das mulheres ele se inscreve, além do mais, de forma obrigatória.

Começo por assinalar que aqueles cujo aspecto genital implicou que seus corpos fossem sexuados como masculinos estão socialmente obrigados a demonstrar sua masculinidade, no sentido de sua capacidade inseminadora, provedora e seu desempenho na produção. Qualquer atitude ou desvio da masculinidade e da heterossexualidade impostas é socialmente punido e desqualificado.

Não obstante o anterior, a heterossexualidade como obrigação atua de maneira particular sobre as mulheres constituindo-as em uma classe sexual, cujo trabalho é explorado por outra classe. Para explicar essa proposta é necessário observar como, sem que se contradigam os mandatos do regime heterossexual em relação à organização da vida social, o sistema capitalista constrói uma classe privilegiada cujos fundamentos são de homossexualidade concretamente masculina, ou seja, de amor-desejo-erotismo-afinidade entre aqueles que possuem um corpo sexuado masculino – essa afinidade tem níveis diversos conforme a identidade de gênero – pois as relaçoes de poder masculinas implicam certo grau de fraternidade, cumplicidade, solidariedade-amor entre eles, eufemisticamente “irmandades masculinas” (broderagem, camaradagem masculina) – na política, na trama social, nos acordos econômicos, nas criações culturais, ainda que sejam certamente relações atravessadas pela classe econômica e pelos interesses da mesma. Isto significa que o patriarcado capitalista é homossexual, no sentido da “identificação” [15] com o que é reconhecido como masculino.

As mulheres, entretanto, são socialmente inferiorizadas e construídas pela rivalidade entre si mesmas. O que não é acidental, como explica Rich. Elas são ensinadas a se identificarem com o masculino, uma vez que a masculinidade representa o poder em nossas sociedades: “A identificação com o masculino significa a internalização dos valores do colonizador e a participação ativa no exercício da colonização de si mesma e de seu sexo… coloca os homens acima das mulheres – inclusive elas mesmas o fazem – em credibilidade, status e importância na maioria das situações”. Como consequência disso, há a negação da importância das relações com outras mulheres: “a interação com mulheres é vista como uma forma menor de relação em todos os níveis.” (Rich, 1985, p. 20)

Aquiii Assim, a impossibilidade de se relacionar-aliar a outras mulheres, a atribuição histórica de ser para o outro, tudo somado à vigilância social que ameaça constantemente com violência exagerada atualmente as mulheres, ao que parece pelo simples fato de serem mulheres [16], fazem da heterossexualidade obrigatória [17] não uma questão de sexualidade, de práticas sexuais ou de relações afetivas, mas uma marca política imposta concretamente às mulheres onde, por meio de mecanismos de disciplinamento e controle, naturaliza a heterossexualidade como “desejo” com o objetivo de assegurar “a lealdade e submissão emocional e erótica e a servidão das mulheres aos homens” (Rich, 1985, p.25), e eu acrescento: com o fim de dar continuidade aos sistemas econômicos e políticos que sustentam por essa lealdade e serviço – a heterossexualidade construída como a única possibilidade para o desejo, a vida e os corpos das mulheres.

Ou seja, já que as formas pelas quais se concebe a realidade são manifestações das relações sociais, a imposição da heterossexualidade às mulheres como a única realidade possível tem que ver com a relação corpo-trabalho e, para manter essa relação, é necessário que elas sejam constantemente disciplinadas a esta sujeição.

Ou seja, o pressuposto/a imposição/a naturalização de que o afeto e o desejo das mulheres está relacionado a um homem (ou mesmo o dos homens às mulheres, mas este não é agora o tema que me ocupa) não é inocente, tem um propósito: ao sustentar esse afeto e/ou desejo se difunde a ideia (ou imposição) de que a vida das mulheres se realiza e é plena quando relacionada à vivência partilhada com um homem, a uma sexualidade partilhada com um homem, à possibilidade de parir, à criação de filhas/os e, inclusive, mesmo na ausência ou morte desse homem objeto de afeto e desejo, ao serviço e cuidado que se dá a toda a rede de relações correspondentes, como filhos e parentes, que foi criada por esse vínculo ao homem. (A viúva que se responsabiliza emocional, afetiva e economicamente com trabalhos de cuidado da sogra, de cunhados, etc.). Isto significa que o trabalho das mulheres pertence a esse homem (e ao clã desse homem) ao qual ela foi socialmente destinada.

É importante apontar que essa destinação ocorre gerações antes do nascimento e se interioriza desde a infância, mesmo que esse homem ainda não exista como uma presença física em sua vida, mas como uma mera construção simbólica. Ou seja, desde muito pequena a menina é instruída para esperar a chegada do príncipe encantado, está predisposta a essa espera e é socializada para o trabalho que dela se exige quando o homem ao qual seu trabalho será destinado – poderia se dizer aquele com quem ela “escolher”[18] se casar – aparecer fisicamente[1].

Historicamente, há quem tenha rompido, de um modo ou de outro, com esse doutrinamento. Mulheres que não cumprem com a ordem do sistema mundo de assumirem o trabalho reprodutivo como destino. Mulheres que desafiam os estereótipos de gênero. Usam calças, frequentam as universidades, se negam a ser mães. Tais desafios obedecem ao contexto e momento histórico e são, muitas vezes, punidos socialmente por eles – verbal, econômica ou fisicamente.

Entretanto, essas rebeldes que não conseguem romper com a imposição da heterossexualidade também não rompem o vínculo de ser mulher para o cuidado de um homem, “O Homem”, mesmo que ele não exista fisicamente, ou existam muitos ou alguns eventualmente, sua existência simbólica é constante: “algum dia ela se casa”, “logo aparecerá quem a dome, quem a convença”. O desafio daquele que alcança a mulher inacessível é uma constante nos imaginários coletivos. Livros e filmes tem se ocupado de narrar incansavelmente como as mulheres de caráter indomável se submetem ou são submetidas quando aparece o “amor verdadeiro”, como aquelas já sendo maduras sentem a nostalgia daquele sonho nunca obtido e, por fim, encontram um companheiro da sua idade, ou ainda como aquelas tais como Penélope envelhecem esperando por “ele”. Um “ele” que ainda que exista apenas supostamente, é seu destino irrenunciável.

Uma mulher solteira é socialmente uma mensagem de eterna espera, o melhor que a ela se pode desejar é “logo aparecerá”. A sanção social e o burburinho sobre a que “ficou solteira”, essa ridicularização-lástima-vazio, a tristeza real ou imaginária da “solteirona” não rompem a regra, mas a reafirmam. Mais do que se negar a fazer o determinado socialmente, se trata de rebeldias individuais: “a solteira”, “a rebelde”, “a indomável”, “a solitária”. Um peso social pedagógico para aquelas que desobedecerem ou pensarem em desobedecer. A respeito da apropriação individual de seu trabalho, a princípio, as rebeldes podem escapar, mas ainda restam os irmãos, filhos, sobrinhos, pais, avós, doentes (homens ou mulheres) ao seu redor que requerem seus carinhos e cuidados. O trabalho reprodutivo é dificilmente renunciável.

Para as que não desobedeceram, seu trabalho pertence ao homem designado, também no período de trabalho efetivo durante a relação – trabalho doméstico, cuidados, afetos –, e pertence a ele mesmo quando o sujeito está morto ou desaparecido do entorno físico imediato por divórcio ou abandono, pois permanece o pertencimento de maneira metafísica nos laços subsequentes, emocionais e materiais, no cuidado de filhos ou familiares.

É por tudo o que foi dito que este sistema mundo é chamado de “patriarcado”, porque o resultado do trabalho das mulheres não as beneficia diretamente, mas continua pertencendo, como nas tribos nômades, ao “pai-varão”, ao que dorme ao seu lado e ao patriarca dono de todo o material e imaterial produzido por quem está sob seu “manto”, o manto do capital. Assim, desde o lesbofeminismo[19] usamos a denominação: “Heteropatriarcado” para indicar o caráter fundamental da heterossexualidade obrigatória como laço que mantém as mulheres presas a essa relação de corpo-trabalho.

Pro funcionamento desse sistema heteropatriarcal, se cria uma matriz, um molde que recentemente as feministas têm chamado de gênero, ou seja, uma ordem social que impõe papéis e mandamentos a homens e mulheres que – baseando-se no fato de ter nascido com tais ou quais genitais – designam um lugar determinado no trabalho reprodutivo e um lugar determinado no trabalho produtivo.

Como registrei acima, não se trata somente da divisão sexual do trabalho, mas que os trabalhos designados têm valores sociais distintos, sendo o reprodutivo o de menor valor. Se hierarquiza também o trabalho de acordo com o corpo sexuado de quem o realiza.

Essa dupla hierarquização dos trabalhos contribui para criar uma ideologia em que prevalece a desvalorização do “feminino”, dos trabalhos intelectuais, produtivos e reprodutivos das mulheres, cuja “realização” então teria que estar em outro lugar. Seguindo essa ideia, esse outro lugar de reconhecimento social no capitalismo para as mulheres está condicionado, geralmente, à obtenção de um vínculo afetivo com um homem para realizar o trabalho reprodutivo que lhe é determinado e à criação de futuros trabalhadores com toda a trama de produção-consumo-reprodução que se tece ao redor e que, curiosamente, sustenta a engrenagem capitalista e neoliberal.

De forma simples: as mulheres são convencidas de que, além de serem eficientes na produção e obterem posições mais ou menos privilegiadas dentro dela e de se prepararem academicamente – se é possível – para se destacarem, elas precisam de uma relação de casal (com um homem preferencialmente) e da maternidade para ter uma vida “realizada” ou “completa”. Esse convencimento é útil ao sistema de produção capitalista em várias dimensões:

  • A força de trabalho das mulheres diretamente explorada na produção. Em que, além do mais, a venda da força de trabalho feminina é mais barata que a masculina, portanto o capitalismo obtém lucro do trabalho feminino tanto em casa quanto na linha de produção. Um exemplo disso é o que ocorre nas empresas maquiladoras[2] instaladas na América Latina, onde o trabalho é feminilizado e a trama capitalista se tece de tal maneira que uma só pessoa encarna o trabalho reprodutivo – no âmbito doméstico, com a criação de futuros e futuras trabalhadoras – e, ao mesmo tempo, o trabalho produtivo, sendo uma mão de obra de salário muito baixo e sem benefícios.

Ainda mais, Mackinnon, em décadas anteriores, segundo análise de Rich, já documentava o fato de que as mulheres não somente ocupam um grande número de trabalhos de serviço e/ou de atenção ao “outro” (como secretárias, empregadas domésticas, enfermeiras, telefonistas, babás, camareiras), mas também que “a sexualização da mulher é uma parte do trabalho. O requerimento feito às mulheres de que proporcionem seu atrativo sexual aos homens… é o controle dos homens sobre a sexualidade das mulheres e o controle do capital sobre a vida laboral dos seus empregados” (Rich, 1985, p. 26). Ou seja, são trabalhadoras e se espera delas que cumpram sua função de trabalhadoras, mas também são mulheres e se exige delas que se comportem como mulheres, no sentido de que busquem agradar, cuidar e satisfazer, inclusive no espaço laboral. Exemplo disto é que no México é frequente encontrar nos anúncios de emprego para mulheres o requisito: “Boa aparência”, ou seja, que seu aspecto agrade ao empregador.

  • Elas vão realizar a maior parte do trabalho reprodutivo, servindo assim à produção não só de maneira direta, mas também de maneira indireta ao possibilitar que o cônjuge, as/os filhas/os e outras/os sob seu cuidado possam vender suas forças de trabalho.

“São necessários ao menos vinte anos de socialização e treinamento cotidianos, conduzidos por uma mãe não remunerada, para preparar uma mulher para esse papel e convencê-la de que ter filhos e marido é o melhor que pode esperar da vida”. Explica Federici (2010, p. 37), mas me interessa apontar que esses “20 anos” não são unicamente de preparação, também já são a exploração em si do trabalho reprodutivo das mulheres. O trabalho reprodutivo começa quando a menina apenas começa a caminhar: lhe são designadas cargas desse trabalho, repreendendo-a quando não se mantém agradável aos olhos dos outros e parabenizando-a por manter bem penteada a boneca, lhe é desginado fazer as compras básicas, deixar brilhantes os copos ou pôr a mesa adequadamente, fazer as tortilhas mais redondas, lavar bem os lenços, ou saber cozinhar desde pratos simples até os mais sofisticados enquanto cresce. Ou seja, desde seus primeiros anos as meninas já estão produzindo para o sistema que as explora.

Na idade adulta, as mulheres cumprem duplas ou triplas jornadas de trabalho e quando são velhas continuam tendo trabalho reprodutivo, como o cuidado das gerações seguintes. Um trabalho não remunerado, sem férias e que, além de tudo, não tem fim, pois nem sequer as idosas têm o direito de se aposentar, como ocorre com os trabalhos assalariados. A avó vai cuidar dos netos e bisnetos, vai preparar cafés da manhã, vai pagar contas, vai bordar guardanapos, vai cuidar dos doentes, vai regar as plantas, vai varrer a entrada da casa, o que seja possível… Trabalho não reconhecido, de nenhuma forma prestigiado, mas indispensável na divisão sexual do trabalho. Até que as forças vitais permitam, ela continuará trabalhando.

  • As mulheres contribuem pra preparação de novas gerações que servirão aos trabalhos produtivos e reprodutivos mediante o ensino de habilidades e competências para essas funções e a difusão da ideologia que permite a continuidade do sistema econômico e da divisão sexual do trabalho a partir da heterossexualidade. “Sonho te ver vestida de noiva entrando na igreja”, dizem – como se fosse um bom desejo – as mães, tias, avós para as meninas.
  • A heterossexualidade obrigatória, então, sustenta a divisão sexual do trabalho e, simultaneamente, a criação dos espaços físicos do privado e do público, uma vez que o trabalho reprodutivo se dá em espaços geográfica e materialmente determinados. Não é o âmbito da tribuna pública, nem é o local de produção. O âmbito do privado requer um espaço físico particular: pode ser um quarto, uma casa de madeira, uma mansão. O que ocorre ali, a transformação de produtos em alimentos, o cuidado das crianças, o cuidado de objetos e pessoas, a preparação para a produção, implica consumo, um modo de consumo determinado pelo modo de produção. Uma serpente devorando a si mesma.

Deste modo, é possível vislumbrar a utilidade política e econômica de construir nas mulheres a heterossexualidade que, por sua vez, permite o trabalho reprodutivo por meio da divisão sexual do trabalho como elemento indispensável para a continuidade do sistema de produção capitalista.

Para isso, o sistema realiza bastante propaganda para a naturalização da heterossexualidade, da maternidade e do que é “feminino”. As materialistas francesas nos anos 1970 falavam da classe social mulher, cujo trabalho é explorado pela classe social homem e pelo capitalismo numa instância mais geral. Escreve Federeci: “o gênero não deveria ser considerado uma realidade puramente cultural, mas deveria ser tratado como uma especificação das relações de classe” (Federeci, 2004, p. 27).

A outra parte da sujeição dos corpos e vidas das mulheres é realizada pela invenção do amor romântico, aquele que Rich chama de “a ideologia do idílio heterossexual”, que é aquela “projetada na jovem através dos contos infantis, da televisão, dos filmes, da propaganda, das canções populares, do luxo das bodas” (Rich, 1985, p. 35) e a monogamia [20]. Uma mulher pra um homem, pra vida toda… ideia tão romântica, tão desejada, tão hegemônica e tão útil para manter a fórmula da propriedade e da divisão sexual do trabalho.

Assim, a heterossexualidade obrigatória é pras mulheres uma classe feita corpo, encarnação de uma classe sexual-social.

Então, entendendo a heterossexualidade como regime político que sustenta o heteropatriarcado capitalista – já que possibilita as condições materiais para a produção a partir da apropriação do trabalho reprodutivo – e, dessa forma, o caráter da heterossexualidade obrigatória como dispositivo político sem o qual não seria possível a divisão sexual do trabalho; é preciso que as disciplinas sociais, econômicas, feministas, políticas, de saúde, bem como os movimentos sociais, comecem a conceber a crítica à heterossexualidade não como um exercício de “inclusão da diversidade sexual” [21], como se vem fazendo desde um discurso liberal do politicamente correto, mas sim reconhecer que uma crítica radical à heterossexualidade é imprescindível para a construção de alternativas ao capitalismo que devora vidas, corpos, trabalho, relações pessoais e os recursos naturais do planeta.

Enquanto se continue concebendo que lavar a louça ou a vida erótico-afetiva sejam assuntos que correspondem a uma pessoa, a um casal ou à intimidade do que ocorre dentro de uma casa e se continue invisibilizando sua dimensão política e suas implicações estruturais, será difícil desmontar a reprodução capitalista. Uma atitude revolucionária, então, é desheterossexualizar nossas concepções de realidade e de sentido da vida.

© Patricia Karina Vergara Sánchez [pakave@hotmail.com]

Referencias bibliográficas

Bunch, C. (1975). El lesbianismo y el Movimiento de Mujeres. USA. Diana Press.

Engels, F. & Marx, C. (1982). La ideología alemana. La Habana, Cuba. Ed. Pueblo y Educación.

Donnangelo, M. (1994). Salud y Sociedad. Guadalajara. Colección Fin de Milenio, Universidad de Guadalajara.

Federeci, S. (2004). Calibán y la bruja: Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Madrid. Traficantes de Sueños.

Federeci, S. (2010). Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas. Madrid. Brooklyn/Oakland: Common Notions/PM Press

Wittig, M. (1992). El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Madrid, EGALES,

Referencias web

Arzate N. (2009). La mujer y el techo de Cristal en La Mujer en la Publicidad, Obtenida el 20 de agosto de 2015.Ciencia y desarrollo, Conacyt. Em: http://www.cyd.conacyt.gob.mx/238/Articulos/Entrevista/Entrevista2.html

Organización Internacional del Trabajo (OIT) & Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (2009), Informe Trabajo y Familia: hacia nuevas formas de conciliación con corresponsabilidad social. Obtenida el 20 de agosto de 2015. ONU. Em http://www.adn.es/economia/20090611/NWS-1307-ONU-Latinoamerica-remunerado-mujeres-trabajo.html

Ross, M. (2012). Entrevista a Federeci. Obtenida el 20 de agosto de 2015. La Hiedra. Em: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=159072

Referencias hemerográficas

Rich, A. (1985, noviembre). La heterosexualidad obligatoria y la existencia lesbiana. En Revista Nosotras. Madrid N.° 3, 1-36.

Fernández, M. (2014, enero a junio). Tendencias discursivas en el activismo de varones profeministas en México: algunas provocaciones a propósito del “cambio” en los hombres. En Revista Coexones. v. 2, n. 1, p. 31-56.

Notas

[1] No imaginário coletivo, aquele que vende sua força de trabalho é um homem operário/trabalhador, mas na prática também se trata de mulheres operárias/trabalhadoras. Por exemplo, em 2009, havia já 100 milhões de mulheres latinoamericanas, 53% da população ativa feminina, que trabalhavam fora e recebiam remuneração. (Organização Internacional do Trabalho [OIT] e Programa das Nações Unidas para o Desenvolvimento [PNUD], 2009)

[2] Na América Latina, mesmo nos casos de quem pode se dar ao luxo de ter uma ajuda remunerada no trabalho reprodutivo, este é colocado em mãos de mulheres. São chamadas – muitas vezes, com tom depreciativo –: “a babá, a doméstica, a empregada, a diarista”. Não existem e soa ridículo quando se fala: “o babá, o doméstico, o empregado, o diarista”. Nota da tradução: cabe ressaltar que a observação vale para o âmbito privado, doméstico, onde se dá o trabalho reprodutivo; pois é comum a limpeza estar a cargo de homens e mulheres, em sua maioria negros e negras, no Brasil, em ambientes de uso coletivo, como empresas, restaurantes, instituições e outros.

[3] Trabalho reprodutivo: conceito desenvolvido por feministas próximas ao materialismo histórico que exploram a forma como o trabalho das mulheres é apropriado coletivamente, mas também individualmente. Esse trabalho é indispensável para a reprodução social e se refere a todo trabalho que permite a reprodução humana, como as atividades de cuidado, higiene, preparação de alimentos e tarefas domésticas, que geralmente é realizado por mulheres em diversos lugares do mundo, é pouco reconhecido socialmente e que, no entanto, é imprescindível para a vida cotidiana e para a produção e consumo. Nas palavras de Federeci: “a linha de montagem começa na cozinha, no banheiro, nos nossos corpos”. (La Hiedra en 2012)

[4] Como Colette Guillaumin, Paola Tabet e Nicole Claude Mathieu.

[5] Aproximadamente desde os anos 1960 e 1970 até agora, quando o sistema necessita, alguns designados com o sexo masculino assumem algumas tarefas relacionadas ao cuidado ou ao doméstico. No entanto, isso não rendeu nenhuma transformação na distribuição geral do trabalho reprodutivo. Inclusive, é um elemento de negociações de poder dentro do casal: “O homem que espera – e sutilmente exige – considerações especiais por cuidar dos filhos e filhas, por ir ao supermercado, por limpar a casa, por dar prazer a sua esposa, logo, o que supõe estar fazendo um favor ao mundo por aparentemente romper com a divisão sexual do trabalho. Sutil, uma violência sutil porque ainda se performam os papéis de gênero tradicionais, mas ocultando o mecanismo de opressão.” (Fernández, 2015, p. 41)

[6] A esse respeito, Rich, há 20 anos, escreveu: “uma grande quantidade de homens podia se encarregar da criação dos filhos sem alterar radicalmente a balança do poder masculino numa sociedade androcêntrica.” (Rich, 1985, p. 12)

[7] 54% das mulheres latinoamericanas que trabalham de forma remunerada o fazem informalmente (sem registro) e o salário que recebem representa 70% do que recebem os homens. (Organização Internacional do Trabalho [OIT] e Programa das Nações Unidas para o Desenvolvimento [PNUD], 2009)

[8] Conceito criado pelos estudos de gênero que alude à dificuldade de alcançar altos cargos nos espaços de produção, em que as empresas não dão às mulheres responsabilidades maiores com o pretexto de serem mais emocionais, ou de terem filhos e colocarem a família ou o casamento ou o lar na frente do trabalho. Ao mesmo tempo que as mulheres vivem com culpa porque sentem que descuidam de áreas que aos homens não significam problemas; se seus filhos se sentem abandonados e elas não fazem a lição de casa com eles, mesmo que tenha quem resolva o assunto (babá, cozinheira…) elas carregam o peso de não contribuir com a estabilidade emocional dos filhos, ou de descuidar do marido, preocupações que não se repetem nos homens que participam na produção. (Arzate, 2009)

[9] Se presume a capacidade de parir por apresentar uma vulva como característica física visível, mas poderia não ser fértil, não ter útero ou, ainda, não estar em idade de reproduzir, mas se lê nesse corpo essa capacidade como se fosse um destino.

[10] Aquele socialmente reconhecido como o que produz material ou intelectualmente em troca de um salário.

[11] A esse respeito, Federeci escreve “O capital tinha que nos convencer de que é natural, inevitável e inclusive uma atividade que nos faz sentir plenas para, assim, nos fazer aceitar o trabalhar sem obter um salário em troca. Por sua vez, a condição não remunerada do trabalho doméstico tem sido a arma mais poderosa no fortalecimento da idéia geral de que o trabalho doméstico não é um trabalho, antecipando-se, ao negar-lhe este caráter, à possibilidade das mulheres se rebelarem contra ele”. (Federeci, 2010, p. 34)

[12] Assim chaman Lewontin, Rose e Kamin o determinismo biológico (1987, p. 18)

[13] Quando se trata de casais do mesmo sexo, a solução liberal atual ao seu questionamento implícito da heterossexualidade é reconhecer sua existência contanto que se cumpram os mandatos da construção social de uma família, ou seja, desde que esse casal cumpra os trabalhos socialmente designados úteis à produção e à reprodução.

[14] Conceito cunhado por Monique Wittig que mostra que existe uma estrutura da qual vem toda uma série de instituições, procedimentos e valores que sustentam o poder da heterossexualidade, regulamentando e controlando as sociedades contemporâneas, o que demonstra que esse poder é político. (Wittig, 1992)

[15] Utilizo o termo “identificação” como uma alusão à “ginoidentificação”, contribuição de Charlotte Bunch, uma das pioneiras da política feminista lésbica, que propôs que as lésbicas, que as mulheres identificadas com outras mulheres, se comprometessem politicamente com as mulheres como alternativa às relações opressivas masculinas/femininas (Bunch, 1975), pois, no caso dos designados socialmente como homens, esta “identificação” política não é somente uma proposta, mas algo que acontece de fato no cotidiano patriarcal.

[16] Distintas formas de lesbofobia, invisibilidade, violências econômicas, físicas, psicológicas e inclusive feminicídios.

[17] Conceito proposto por Adrienne Rich que explica como a heterossexualidade é imposta às mulheres como única possibilidade de existência a fim de construir as relações sociais de dependência com os homens (Rich, 1985).

[18] Desde que se pudesse escolher algo que é socialmente designado.

[19] O lesbofeminismo: é uma proposta teórica e postura política construída pelas lésbicas feministas que definem a heterossexualidade como um regime político.

[20] Considerando que nem o amor romântico nem a monogamia se vivenciam com os mesmos critérios – nem suas consequências na vida imediata – por homens e mulheres.

[21] Que finalmente é como se esteriliza um questionamento político de dimensões estruturais, convertendo-o em luta por direitos civis, casamentos e direito a ter uma hipoteca conjunta, construídos como necessidade de populações urbanas de classe média.

*Para mais publicações e reflexões como esta, entre em contato: explosao@riseup.net

Não se trata somente da divisão sexual do trabalho, mas que os trabalhos designados têm valores sociais distintos, sendo o reprodutivo o de menor valor. Se hierarquiza também o trabalho de acordo com o corpo sexuado de quem o realiza.

Essa dupla hierarquização dos trabalhos contribui para criar uma ideologia em que prevalece a desvalorização do “feminino”, dos trabalhos intelectuais, produtivos e reprodutivos das mulheres, cuja “realização” então teria que estar em outro lugar. Seguindo essa ideia, esse outro lugar de reconhecimento social no capitalismo para as mulheres está condicionado, geralmente, à obtenção de um vínculo afetivo com um homem para realizar o trabalho reprodutivo que lhe é determinado e à criação de futuros trabalhadores com toda a trama de produção-consumo-reprodução que se tece ao redor e que, curiosamente, sustenta a engrenagem capitalista e neoliberal.

[1] Nota da tradutora: Acho que falta falar de outros papéis sociais da mulher. Esse me parece ser o da “mãe”. A mulher prostituída e destinada a essa exploração desde sua infância, apesar de passar pelo mesmo processo de doutrinação, tem outros símbolos e presenças simbólicas distintos.

[2] Maquiladoras são empresas que importam peças e componentes de suas matrizes estrangeiras para que os produtos sejam manufaturados, em geral, por trabalhadores que ganham um salário inferior ao daqueles que trabalham nas matrizes.

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Producción y régimen heterosexual

La situación económico-política en la que vive el mundo occidentalizado contemporáneo, esa forma de vida que llamamos capitalismo, se sostiene en la explotación de los recursos naturales para un modo de producción que genera riqueza apropiándose de la fuerza de trabajo de las personas. Entonces, podemos delinear simbólicamente a dos sujetos, a la vez producidos y productores del sistema: Aquél que explota, el que se ha apropiado de los medios de producción y aquél que es explotado, el que tiene para vender únicamente su fuerza de trabajo.

Para que el[1] que vende su fuerza de trabajo pudiera llegar al lugar en donde ocurre la producción (y los sitios de distribución, publicidad y otras actividades que permiten e incentivan la realización de lo producido), hubo un trabajo que posibilitó un lugar en donde durmió la noche previa con comodidades mínimas que permitieran el sueño, había vegetales, legumbres, carnes u otros alimentos cuya transformación ocurrió necesariamente para que fueran comestibles, hubo hasta ropa dispuesta. Es decir, una persona creó las condiciones necesarias que permitieron que asistiera al lugar de producción. A esa persona se le asignó un trabajo que no se ubica en los espacios de producción y que sin embargo es indispensable para esa producción. Dicha persona muy probablemente era una mujer, pues en el capitalismo se asigna la responsabilidad del trabajo doméstico en forma distinta, según los cuerpos sexuados.

Los cuerpos que se presuponen tienen, podrían tener o tuvieron, capacidad de engendrar y/o parir –esposa, madre, abuela, hermana, compañera-[2], son relacionados con el trabajo de la crianza y, como si fuera consecuencia lógica, son los encargados del cuidado y del espacio doméstico. Para que el sujeto del capitalismo pueda emplear su fuerza en la producción, ocurre previamente el llamado trabajo reproductivo[3], aquel sin el cual no sería posible la producción ni la reproducción.

Feministas materialistas[4] a partir de la década de los setentas mostraban cómo esas tareas obedecían a una división sexual del trabajo. Concepto que hoy es preciso matizar, pues en esos años pretendía explicar que mientras a las personas cuyos cuerpos eran sexuados como masculinos se les asignaban generalmente las labores productivas, a los cuerpos sexuados como femeninos se les asignaba el trabajo reproductivo. Sin embargo, conforme se ha vuelto más sofisticada la explotación capitalista, se ha construido sobre los cuerpos con presunta capacidad paridora la exigencia del cumplimiento de más jornadas en el ámbito productivo, sin que ello de ninguna manera hubiese significado una disminución en la carga de las jornadas asignadas en el trabajo reproductivo.[5]

Ante este fenómeno, desde distintas posturas feministas se ha propuesto un equitativo reparto de las tareas domésticas. Sin embargo, en muchas culturas las mujeres encuentran serias dificultades en hacer cumplir un reparto más igualitario de ese trabajo. Incluso cuando hay hombres dispuestos a encargarse de tareas del hogar, socialmente se valora distinto al trabajo realizado por un hombre que es tan sensible o tan amable que lleva a cabo una tarea “extra”, en tanto las labores realizadas por las mujeres son invisibilizadas, porque es lo que se espera de ellas, se naturalizan. Siendo todavía una constante que lleven la mayor carga simbólica y material del trabajo reproductivo[6].

Cuando, en la unidad familiar, se intenta trocar el trabajo o distribuir de otra manera las obligaciones, proponiendo, por ejemplo que sea la mujer la que realice el trabajo productivo, o ambos miembros lo hagan, la desigualdad salarial entre hombres y mujeres[7], el techo de cristal[8] y las opciones laborales asignadas a las mujeres dificultan estas formas distintas de organizarse. En palabras de Federeci: “los intentos de las mujeres de redistribuir las tareas domésticas se verán frustrados dados los bajos salarios que reciben en el mercado laboral por los arraigados prejuicios masculinos acerca de su trabajo” (Federici, 2012, p.80).

En el siglo XXI, en distintas regiones de Latinoamérica y del mundo aún opera el modelo esposo/proveedor-mujer/cuidadora; pero, también, en otras formas de organizarse, particularmente en espacios urbanizados, el trabajo se divide según el cuerpo sexuado pero, esa división no está diferenciada únicamente según el ámbito de la producción/ reproducción y mucho menos es equitativa, o distribuida a partes iguales, si no que se asigna un valor distinto a las tareas encomendadas a hombres o a mujeres. Mismo trabajo productivo: diferente salario y diferentes oportunidades laborales. Mismo trabajo reproductivo: diferente carga según el cuerpo sexuado y diferente valoración social.

Este proceso contemporáneo de adecuación a las necesidades actuales del capitalismo, perpetúa la idea de la necesidad de una familia nuclear y termina asignando en tareas productivas y reproductivas una sobrecarga física, material y emblemática sobre los cuerpos con presunta[9] capacidad paridora.

Al respecto, Federeci expone que las formas en las que se deposita el trabajo sobre los cuerpos de las mujeres son distintas en cada país, sobre los dictados hacia el ejercicio de la maternidad dice: “En algunos países se nos fuerza a la producción intensiva de hijos, en otros se nos conmina a no reproducirnos…Pero en todas partes nuestro trabajo es no remunerado y la función que llevamos a cabo para el capital es la misma” (Federeci, 2012, p.53).

Con base en lo anterior, me pregunto: ¿qué ha mantenido durante su proceso histórico al trabajo reproductivo asignado mayormente a las mujeres?, ¿qué sostiene la actual división sexual del trabajo? Es decir, ¿qué compele en las sociedades a dos personas no consanguíneas y de sexos distintos para que vivan juntas y una se ocupe del trabajo productivo y otra tenga que participar directamente en la producción y además le sea asignado el mayor peso del trabajo reproductivo?

¿Qué impulsa a las mujeres para que, además de cumplir largas horas en jornadas laborales asalariadas, se ocupen de lavar cientos de calzoncillos que nos son suyos durante toda su vida; hacer trabajo reproductivo para sí misma, para el “sujeto productivo” [10], para sus hijos e hijas y, en ocasiones, hasta para generaciones subsecuentes; qué le impone el mantener el orden de las cosas; limpiar mocos de niñas, niños y pasar noches en vela a su lado cuando enferman; entre muchos otros quehaceres sin remuneración económica, sirviendo así con sus trabajos-cuerpo al sostenimiento del sistema mundo económico?, ¿podría ser así si no se construyera en las mujeres la convicción de que sólo es posible-deseable la vida viviéndola en relación con un hombre y al trabajo asignado en esta relación -ese trabajo que pocos consideran trabajo-[11] ?

Éste es un punto medular: el supuesto de que la mayoría de las mujeres (y hombres) son heterosexuales por naturaleza es un muro teórico y político, afirma Rich, (1985, p.38).

Si partimos desde una mirada bilogista[12], en donde la naturaleza humana está “determinada por nuestros genes” y es inmodificable debido, justamente, a la herencia genética, no hay más posibilidades de relación entre hombres y mujeres que aquellas que comprenden las funciones reproductivas y crianza de las hijas e hijos durante sus años más vulnerables. Es en verdad un muro teórico (y social) en donde las personas no tenemos otra posibilidad de relacionarnos y vivir más allá que la dictada por los mandatos “naturales”. Sin embargo, es posible un análisis político más profundo. Wittig recuerda cómo en las últimas décadas se ha develado el carácter cultural de las concepciones de lo que, sin cuestionarlo, se había considerado como proveniente de la naturaleza. Sin embargo, señala que hay un núcleo que todavía resiste a ser cuestionado, esa relación obligatoria entre el “hombre” y la “mujer”. Pareciera que ese núcleo es anterior a todo pensar científico, como si fuera una esencia natural, Wittig insiste: “como si fueran leyes generales que valen para todas las sociedades, todas las épocas, todos los individuos” (Wittig, 1978, p.52).

¿Es realmente la relación de vida erótico y/o afectiva entre hombre-mujer una predisposición natural? ¿Qué significados sociales se asignan a los procesos fisiológicos como el reproducirse, parir y la necesidad humana de varios años de crianza para poder sobrevivir?, ¿dichos procesos no son posibles si no ocurre una vida cotidiana construida con base en relaciones de hombres y mujeres no consanguíneos en mutua dependencia?, ¿son viables sociedades en donde las relaciones dependientes material y físicamente entre hombres y mujeres no consanguíneos no sean obligatorias?, ¿a quién y para qué sirve la construcción social de la heterosexualidad?

En las sociedades capitalistas contemporáneas se concibe como destino la vida heterosexual de las personas. El sentido de la vida con mayor o menor carga de romanticismo, según la cultura de la que se trate, es vivirla en pareja. Pareja de cuerpos sexuados distintos, preferentemente[13]. Más allá de la construcción mediática de eso que occidentalmente se llama “amor” como realización personal, es pertinente observar cómo la pareja heterosexual resulta tan funcional pues el destino de pareja será producir y reproducir. He ahí la familia construida por el mundo del capital.

El mandato ideológico de pareja implica también la crianza de futuras generaciones de trabajadoras y trabajadores. Una construcción significativa útil para sostener los cimientos de la macroestructura. Federeci señala: “la familia, tal y como la conocemos en «Occidente», es una creación del capital para el capital, una institución organizada para garantizar la cantidad y calidad de la fuerza de trabajo y el control de la misma” (Federeci, 2010, p.15).

Donde hay individuos destinados al trabajo productivo, a otros-otras se les asigna la sobrecarga del trabajo reproductivo y, al mismo tiempo, los hijos e hijas reciben un pedagogía inmediata de la naturalidad en esta organización. Ésta es pues, la familia, -primera forma de propiedad- que, de acuerdo con Engels y Marx, contiene en su forma inicial a la mujer y a los hijos como esclavos del marido: “el derecho a disponer de la fuerza de trabajo de otros… División del trabajo y propiedad privada son términos idénticos: Uno de ellos dice, referido a la esclavitud, lo mismo que el otro, referido al producto de ésta” (Engels y Marx, 1982, p.32).

De esta forma, el sistema de producción determina modos de vida, la vida en familia que, a su vez, es el lugar del trabajo reproductivo. Así, resulta acertada la convención social de que la familia es el núcleo de la sociedad (y del sistema económico y político), y en este punto es posible observar cómo la heterosexualidad es el núcleo de la familia.

Entonces, si la heterosexualidad es una estructura que ordena en clases a la sociedad entera, por lo tanto es una estructura política, y por ende, podemos concebir la existencia de un régimen heterosexual[14], un régimen político indispensable para la división sexual del trabajo y para la asignación del invisible trabajo reproductivo.

Amplios sectores de la población no pueden admitir la vida fuera del régimen heterosexual. Está encarnado en los cuerpos y en el hacer cotidianos. La consecuencia de esta marca que pareciera indeleble es que la mente heterosexual, de acuerdo con Wittig, (1992, p.3) no puede concebir una cultura, una sociedad donde la heterosexualidad no ordene no sólo todas las relaciones humanas si no también la misma producción de conceptos e inclusive los procesos que escapan a la conciencia. Está impregnada en la psique y en la piel de la población. La heterosexualidad construye cuerpos, deseos, talantes, valores, modos de andar por la vida. Una vida cotidiana heterosexual.

En este punto es preciso señalar que esta introyección de la heterosexualidad es una forma concreta de opresión. Concuerdo con Wittig cuando plantea que “los discursos de la heterosexualidad nos oprimen en el sentido en que nos impiden hablar a menos que hablemos en sus términos (desde una concepción heterosexual de la realidad)… su acción más feroz es la tiranía inflexible que ejercen sobre nuestro ser mental y físico” (Wittig, 1992, p.2).

Así, si bien la heterosexualidad y la asignación de los roles de género actuales conforman una construcción que obedece a un proceso histórico, su acción opresiva concreta contemporánea responde hoy a las necesidades del capitalismo, lo posibilitan y lo perpetúan, podemos aquí proponernos un juego dialéctico: si reconocemos que “lo que los individuos son depende, por lo tanto, de las condiciones materiales de producción” (Engels y Marx, 1982, p.19), podemos también reconocer que las condiciones de producción dependen de las condiciones materiales posibilitadas por la propia heterosexualidad.

El capital se apropia del cuerpo en la vida cotidiana y reproductiva del trabajador y las trabajadoras por medio de la heterosexualidad.

 

La Guía de la Buena Esposa, 1953.

Heterosexualidad obligatoria

En este punto, me interesa mostrar cómo el régimen heterosexual actúa sobre todes les individues sosteniendo el modo de vida capitalista, pero sobre la vida de las mujeres se inscribe además en forma obligatoria.

Comienzo por señalar que aquellos cuyo aspecto genital implicó que sus cuerpos fueran sexuados como masculinos están socialmente obligados a demostrar su masculinidad, en el sentido de su capacidad inseminadora, proveedora, y su desempeño en la producción. Cualquier actitud o desvío respecto a la masculinidad y heterosexualidad impuestas es socialmente sancionado y descalificado.

No obstante lo anterior, la heterosexualidad como obligación actúa de manera particular sobre las mujeres, construyéndolas como clase sexual, cuyo trabajo es explotado por otra clase. Para explicar esta propuesta es necesario observar cómo, sin que se contradigan los mandatos del régimen heterosexual en cuanto a la organización de la vida social, el sistema capitalista construye una clase privilegiada cuyos fundamentos son de homosexualidad concretamente masculina, es decir, de amor-deseo-erotismo-afinidad entre quienes poseen un cuerpo sexuado masculino –en grados diversos de esa afinidad según su elección de género-. Las relaciones de poder masculinas implican un cierto grado de fraternidad, complicidad, solidaridad-amor entre ellos, eufemísticamente “hermandades masculinas”-en la política, en el entramado social, en los convenios económicos, en las creaciones culturales; aunque ciertamente sean relaciones atravesadas por la clase económica y los intereses de la misma-. Esto significa que el patriarcado capitalista es homosexual, en el sentido de la “identificación”[15] entre lo que es reconocido como masculino.

Por ello, un pene introducido en el ano de un cuerpo de otro portador de pene no destruye en nada al sistema, ni “dinamita” a la heterosexualidad, como a algunos discursos posmodernos les gusta idear, ni le hace siquiera cosquillas, porque sólo explicita de forma física un vínculo que ya se da de por sí en la fraternidad de clase de aquellos cuyos cuerpos son privilegiados por el heteropatriarcado capitalista.

En tanto, las mujeres son socialmente atomizadas y construidas en la competencia entre ellas. Lo cual no es accidental, como lo explica Rich. Se les enseña a identificarse con lo masculino, en tanto que la masculinidad representa el poder en nuestras sociedades: “La identificación con lo masculino significa la interiorización de los valores del colonizador y la participación activa en la ejecución de la colonización de una misma y de su sexo…sitúan a los hombres por encima de las mujeres, ellas mismas incluidas, en credibilidad, estatus e importancia, en la mayoría de las situaciones” Siendo el corolario, la negación de la importancia de las relaciones con otras: “La interacción con mujeres se ve como una forma menor de relación a todos los niveles” (Rich,1985, p. 20)

Así, la imposibilidad de relacionarse-aliarse con otras mujeres y la asignación histórica simbólica del ser para el otro, aunadas a la vigilancia social que amenaza constantemente con la violencia exacerbada a las mujeres, al parecer por el hecho de ser mujeres[16], hacen de la heterosexualidad obligatoria[17] no un tema de sexualidad, de prácticas sexuales o de relaciones afectivas, sino una marca política impuesta concretamente a las mujeres en donde, por medio de mecanismos de disciplinamiento y control, se naturaliza la heterosexualidad como “deseo” para asegurar la “lealtad y sumisión emocional y erótica y el servilismo de las mujeres respecto a los varones” (Rich, 1985, p.25). Y agrego: con el fin de dar continuidad a los sistemas económicos y políticos que en esta lealtad y servicio se sostienen. La heterosexualidad construida como única posibilidad para el deseo, la vida y los cuerpos de las mujeres.

Esto es: ya que las formas en que se concibe la realidad son manifestaciones de las relaciones sociales, la imposición sobre las mujeres de la heterosexualidad como única realidad posible es sobre la relación cuerpo-trabajo, y para mantener esa relación es necesario que sean constantemente disciplinadas a esta sujeción.

Es decir, el supuesto-imposición-naturalización de que el afecto y el deseo de las mujeres está en relación a un varón (o del varón a las mujeres, pero no es ahora el tema que me ocupa) no es inocente, tiene un propósito: con sustento en ese afecto y/o deseo cunde la consigna de que la vida de las mujeres se realiza, es plena, respecto a la vivencia compartida con un hombre, a la sexualidad compartida con un hombre, a la posibilidad de parir, a la crianza de hijes e, incluso, tras la ausencia o muerte de ese hombre objeto de afecto y deseo, al servicio y cuidado que se da a toda la red de relaciones correspondientes, como hijos y familiares, que ha creado esta vinculación. (La viuda haciéndose cargo emocional, afectiva, económicamente o con trabajos de cuidado de la suegra, cuñados, etc.) Esto significa que el trabajo de las mujeres pertenece a ese hombre (y al clan de ese hombre) al cual fue socialmente asignada.

Es importante señalar que esta asignación ocurre desde generaciones anteriores al nacimiento y se interioriza desde la infancia, aun cuando dicho hombre todavía no exista como una presencia física en su vida, sino como mera construcción simbólica. Es decir, desde muy pequeña a la niña se le hace saber que espera la llegada del “príncipe azul”, está predispuesta a su espera y es socializada en el trabajo que de ella se exige para cuando el hombre al cual su trabajo será asignado –podría escribir con el que “elija[18]” hacer pareja-, aparezca físicamente.

Históricamente, hay quienes rompen de un modo u otro con ese disciplinamiento. Mujeres que no cumplen con el mandato del sistema mundo de asumir el trabajo reproductivo como destino. Mujeres que han desafiado los mandatos de género: Utilizan pantalones, asisten a las universidades, se niegan a la maternidad… Estos desafíos obedecen a su contexto y momento histórico y, en muchas ocasiones, son sancionadas socialmente por ello –verbal, económica o físicamente.

Sin embargo, estas rebeldes que no logran romper con el mandato de heterosexualidad no rompen el vínculo de ser mujer para el cuidado respecto a un hombre, a “El Hombre”, aun cuando ese otro no exista físicamente, o existan muchos o algunos ocasionalmente, su existencia simbólica es constante: “algún día se casará”, “algún día aparecerá el que la dome, el que la con-venza”. El desafío de aquél que alcance a la mujer inaccesible es una constante en los imaginarios colectivos. Libros y películas se han ocupado de narrar incansablemente cómo mujeres de carácter indomable se someten o son sometidas cuando aparece el “verdadero amor”; de aquellas que siendo maduras sienten la nostalgia de aquello nuca obtenido y encuentran un compañero de su edad o aquellas como “Penélope” que envejece esperándolo a “él”. Un “él” que, aun cuando sea un supuesto, es su destino irrenunciable.

Una mujer soltera es socialmente un mensaje de eterna espera, lo mejor que se le puede desear es “pronto aparecerá”. La sanción social y el murmullo a la que “se quedó soltera”, esa ridiculización-lástima-vacío, la tristeza real o imaginaria de la “solterona” no rompen la regla, si no que la reafirman. Más allá de negarse a hacer lo dictaminado socialmente, se trata de rebeldías individuales: “la soltera”, “la insurrecta”, “la indomable”, la “sola”. Un peso social pedagógico para quienes desobedecen o intentan desobedecer. En cuanto a la apropiación individual de su trabajo, en lo inmediato, las rebeldes pueden escapar, pero aún quedan hermanos, hijos, sobrinos, padres, abuelos, enfermos y enfermas del entorno que requieren sus cariños y cuidados. El trabajo reproductivo es difícilmente renunciable.

Para las que no desobedecieron, su trabajo pertenece al hombre asignado, también en el período de trabajo efectivo durante la relación -trabajo doméstico, cuidados, afectos- y pertenece a él incluso cuando el sujeto ha muerto o ha desaparecido del entorno físico inmediato por divorcio o abandono, pues permanece la pertenencia de manera metafísica en los lazos subsecuentes emocionales y material en el cuidado a hijos o familiares.

Es por todo lo anterior que este sistema mundo ha sido llamado “patriarcado”, porque el resultado del trabajo de las mujeres no las beneficia a ellas directamente, sino que sigue perteneciendo, como en las tribus nómadas, al “padre-varón”, al que duerme a su lado y al patriarca dueño de todo lo material e inmaterial producido por quien está bajo su “manto”, el manto del capital. Así mismo, desde el lesbofeminismo[19] usamos la denominación “heteropatriarcado” para señalar el carácter fundante de la heterosexualidad obligatoria como lazo que mantiene a las mujeres atadas a esa relación cuerpo-trabajo.

Para el funcionamiento de este sistema heteropatriarcal se crea una matriz, un molde al cuál en décadas recientes las feministas han llamado “de género”, es decir un orden social que impone papeles y mandatos a hombres y mujeres a partir de haber nacido con tales o cuales genitales que, a su vez, asignan un lugar determinado en el trabajo reproductivo y un lugar determinado en el trabajo productivo. Como asenté líneas arriba, no sólo se trata de la división sexual del trabajo, sino que los trabajos asignados tienen valoraciones sociales distintas, siendo el reproductivo el de menor valoración. Se jerarquiza también el trabajo respecto al cuerpo sexuado de quien lo realiza.

Esta doble jerarquización de los trabajos contribuye a crear una ideología en donde prima la infravaloración de lo “femenino”, de los trabajos intelectuales, productivos y reproductivos de las mujeres, cuya “realización”, entonces tendría que estar en otro lugar. Siguiendo esa idea, ese otro lugar del reconocimiento social en el capitalismo para las mujeres está condicionado, en una generalización, a la obtención de un vínculo afectivo con un hombre para realizar el trabajo reproductivo que se le asigna y a la crianza de futuros trabajadores con toda la trama de producción-consumo-reproducción que se teje alrededor y que, curiosamente, sustenta el engranaje capitalista y neoliberal.

Más sencillamente: se convence a las mujeres de que además de ser eficientes en la producción y obtener lugares más o menos privilegiados en ella y de prepararse académicamente –si les es posible- para sobresalir, precisan para tener una vida “realizada” o “completa” de una relación de pareja (con un hombre privilegiadamente) y de la maternidad. Este convencimiento es útil al sistema de producción capitalista en varias dimensiones:

1.- La fuerza de trabajo de las mujeres directamente explotada en la producción.

En donde, además, la venta de la fuerza de trabajo femenina es más barata que la masculina, por lo que el capitalismo obtiene ganancias en el trabajo femenino en casa y en la línea de producción. Un ejemplo de ello es lo que ocurre en las maquiladoras instaladas en Latinoamérica, donde el trabajo es feminizado y la trama capitalista se teje de tal manera que una sola persona encarna el trabajo reproductivo en lo doméstico, crianza de futuros y futuras trabajadoras y, al mismo tiempo, el trabajo productivo, siendo una mano de obra de muy bajos salarios y con nulas prestaciones.

Aún más, Mackinnon en décadas anteriores, según análisis de Rich, documentaba ya el hecho de que las mujeres no sólo se ocupan en alto número de trabajos de servicios y/o de atención al “otro” (como secretarias, trabajadoras del hogar, enfermeras, capturistas, telefonistas, niñeras, camareras), sino que, además: “La sexualización de la mujer es una parte del trabajo. El requerimiento hecho a las mujeres de que promocionen su atractivo sexual entre los hombres… es el control de los hombres sobre la sexualidad de las mujeres y el control del capital sobre las vidas laborales de los empleados” (Rich, 1985, p.26). Es decir, son trabajadoras y se espera cumplan su función de trabajadoras, pero son también mujeres y se exige de ellas que se comporten como mujeres, en el sentido de que busquen agradar, cuidar y complacer, aun en el terreno de lo laboral. Ejemplo de ello es que en México es frecuente encontrar en los anuncios de empleo para mujeres como requisito: “Que tenga excelente presentación”, es decir, que su aspecto agrade al empleador.

2.-Realizarán la mayor carga del trabajo reproductivo, sirviendo así a la producción no sólo de manera directa, sino de manera indirecta, posibilitando que la pareja, les hijes y otres a su cuidado puedan vender su fuerza de trabajo.

“Se requieren al menos veinte años de socialización y entrenamiento día a día, dirigido por una madre no remunerada, preparar a una mujer para este rol y convencerla de que tener hijos y marido es lo mejor que puede esperar de la vida”. Explica, Federeci (2010, p.37), pero me interesa señalar que esos “veinte años” no son únicamente de preparación, también son de explotación del trabajo reproductivo de las mujeres. El trabajo reproductivo comienza cuando la niña apenas comienza a caminar: se le asignan cargas de ese trabajo, regañándola cuando no se mantiene agradable a la vista del otro y felicitándola por mantener bien peinada a la muñeca, se le asigna ir a hacer las compras básicas, dejar brillantes los vasos o poner la mesa adecuadamente, hacer las tortillas más redondas, lavar bien los pañuelos o saber cocinar desde platos sencillos hasta más sofisticados mientras crece. Es decir, desde sus primeros años las niñas ya están produciendo para el sistema que las explota.

En edad adulta las mujeres cumplen dobles y triples jornadas de trabajo y cuando son mayores siguen teniendo trabajo reproductivo como el cuidado de siguientes generaciones. Un trabajo no remunerado, sin vacaciones y que además no es finito, pues ni siquiera a las ancianas se les permite “retirarse”, como ocurre con los trabajos asalariados. La abuela cuidará a los nietos y bisnietos, preparará desayunos, irá a pagar cuentas, hará mandados, tejerá servilletas, cuidará enfermos, regará las plantas, barrerá la entrada de la vivienda, lo que le sea posible… Trabajo no reconocido, en lo absoluto prestigiado, pero indispensable en la división sexual del trabajo. Hasta que las fuerzas de vida se lo permitan, seguirá laborando.

3.- Las mujeres coadyuvan a la preparación de nuevas generaciones que servirán a los trabajos productivos y reproductivos mediante la enseñanza de habilidades y competencias para esas funciones y la difusión de la ideología que permite la continuidad del sistema económico y de la división sexual del trabajo a partir de la heterosexualidad. “Sueño con verte vestida de novia y rumbo al altar”, enuncian, como si fuera un buen deseo, las madres, las tías, las abuelas a las niñas.

4.- La heterosexualidad obligatoria, entonces, sostiene la división sexual del trabajo y en forma concomitante, la creación de los espacios físicos de lo privado y de lo público, pues el trabajo reproductivo generalmente se lleva a cabo en espacios geográfica y materialmente determinados. No es el ámbito de la tribuna pública, ni es el lugar de la producción. El ámbito de lo privado requiere de un espacio físico particular: Puede ser un cuarto, una choza de madera, una mansión. Lo que ahí ocurre, la transformación de productos en alimentos, la crianza, el cuidado de objetos y personas, la preparación hacia la producción implican consumo, modo de consumo determinado por el modo de producción. Una serpiente devorándose a sí misma.

De este modo, es posible atisbar la utilidad política y económica de construir en las mujeres la heterosexualidad, que a su vez permite el trabajo reproductivo por medio de la división sexual del trabajo como elemento indispensable para la continuidad del sistema de producción capitalista.

Por ello, bastante propaganda realiza el sistema sobre la naturalización de la heterosexualidad, la maternidad y de lo que es “femenino. Las materialistas francesas en los setentas hablaban de la clase social mujer cuyo trabajo es explotado por la clase social hombre en primera instancia y por el capitalismo en una instancia más general. Escribe, Federeci: “El género no debería ser considerado una realidad puramente cultural sino que debería ser tratado como una especificación de las relaciones de clase” (Federeci, 2004, p.27).

La otra parte de la sujeción de los cuerpos y vidas de las mujeres, la realiza la invención del amor romántico, aquél que Rich llama: “La ideología del idilio heterosexual”, es aquella “proyectada hacia la joven a través de los cuentos infantiles, la televisión, las películas, la propaganda, las canciones populares, el fasto de las bodas” (Rich, 1985, p.35) y la monogamia[20]. Una mujer para un hombre, para toda la vida… idea tan romántica, tan deseada, tan hegemónica y tan útil para mantener la fórmula de propiedad y la división sexual del trabajo.

Así, la heterosexualidad obligatoria es para las mujeres una clase hecha cuerpo, encarnación de una clase sexual-social.

Entonces, comprendiendo a la heterosexualidad como régimen político que sustenta al heteropatriarcado capitalista cuando posibilita las condiciones materiales para la producción a partir de la apropiación del trabajo reproductivo y, así mismo, el carácter de la heterosexualidad obligatoria como dispositivo político sin el cual no sería posible la división sexual del trabajo, es preciso desde el hacer de las disciplinas sociales, económicas, feministas, políticas, de salud, así como desde los movimientos sociales, comenzar a concebir la crítica a la heterosexualidad no como un ejercicio de “inclusión a la diversidad sexual”[21], como se viene discursando desde un ejercicio liberal de lo políticamente correcto, si no reconocer que una crítica radical a la heterosexualidad es imprescindible hacia la construcción de alternativas distintas a la del capitalismo que devora vidas, cuerpos, trabajo, relaciones personales y los recursos naturales del planeta.

Mientras se siga concibiendo que el lavado de los platos o la vida erótica afectiva son asuntos que corresponden a una persona, a una pareja o a la intimidad de lo que ocurre dentro de un hogar y se siga invisibilizando su dimensión política y sus implicaciones estructurales, será difícil desmontar la reproducción capitalista. Una tarea revolucionaria pues, es desheterosexualizar nuestras concepciones de realidad y del sentido de la vida.

*

© Patricia Karina Vergara Sánchez

pakave@hotmail.com

Este texto fue publicado originalmente en http://ovarimonia.blogspot.mx/2015/09/sin-heterosexualidad-obligatoria-no-hay.html

Referencias bibliográficas:

Bunch, C. (1975). El lesbianismo y el Movimiento de Mujeres. USA. Diana Press.

Engels, F. & Marx, C. (1982). La ideología alemana. La Habana, Cuba. Ed. Pueblo y Educación.

Donnangelo, M. (1994). Salud y Sociedad. Guadalajara. Colección Fin de Milenio, Universidad de Guadalajara.

Federeci, S. (2004). Calibán y la bruja: Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Madrid. Traficantes de Sueños.

Federeci, S.  (2010). Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas. Madrid. Brooklyn/Oakland: Common Notions/PM Press

Wittig, M. (1992). El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Madrid, EGALES,

Referencias web:

Arzate N. (2009). La mujer y el techo de Cristal en La Mujer en la Publicidad, Obtenida el 20 de agosto de 2015.Ciencia y desarrollo, Conacyt. En

http://www.cyd.conacyt.gob.mx/238/Articulos/Entrevista/Entrevista2.html

(Organización Internacional del Trabajo (OIT) & Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) (2009), Informe Trabajo y Familia: hacia nuevas formas de conciliación con corresponsabilidad social. Obtenida el 20 de agosto de 2015. ONU. En

http://www.adn.es/economia/20090611/NWS-1307-ONU-Latinoamerica-remunerado-mujeres-trabajo.html

Ross, M. (2012). Entrevista a Federeci. Obtenida el 20 de agosto de 2015.La Hiedra en

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=159072

Referencias hemerográficas:

Rich, A. (1985, noviembre). La heterosexualidad obligatoria y la existencia lesbiana. En Revista Nosotras. Madrid N.° 3, 1-36.

Fernández, M. (2014, enero a junio).Tendencias discursivas en el activismo de varones profeministas en México: algunas provocaciones a propósito del “cambio” en los hombres. En Revista Coexones. v. 2, n. 1, p. 31-56.

[1] En imaginarios colectivos, el que vende su fuerza de trabajo es un varón obrero/trabajador, pero en la práctica también se trata de mujeres obreras/trabajadoras. Por ejemplo, para 2009 había ya 100 millones de mujeres latinoamericanas, el 53 por ciento de la población activa femenina, que trabajaban fuera del hogar y percibían una remuneración (Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 2009)

[2] En Latinoamérica, aún en los casos de quien puede permitirse el lujo de ayuda pagada en el trabajo reproductivo, éste se deposita en manos y cuerpos de mujeres. Se designa –en ocasiones con tonos despectivos-: “la chacha, la sirvienta, la mucama, la doméstica” no existen y resultan risibles socialmente si se enuncia: “el chacho, el sirviento, el mucamo, el doméstico”.

[3] Trabajo reproductivo: concepto desarrollado por feministas cercanas al materialismo histórico que exploran la forma en que el trabajo de las mujeres es apropiado de forma colectiva, pero también individual. Este trabajo es indispensable para la reproducción social y se refiere a toda aquella labor que permite la reproducción humana, como la actividades del cuidado, la higiene, preparación de alimentos y tareas domésticas que es generalmente realizado por mujeres en diversos lugares del mundo, poco reconocido socialmente y que sin embargo resulta indispensable para la vida cotidiana y para la producción y consumo. En palabras de Federeci:“La cadena de montaje empieza en la cocina, en el lavabo, en nuestros cuerpos”. (La Hiedra en 2012)

[4] Como Colette Guillaumin, Paola Tabet y Nicole Claude Mathieu

[5] Aproximadamente desde los sesentas y setentas a la fecha, cuando las necesidades del sistema de producción lo indican, algunos asignados con el sexo masculino toman algunas tareas relacionadas con el cuidado o lo doméstico. Sin embargo ello no ha redituado en una transformación en la distribución general del trabajo reproductivo. Más aún, es un elemento de negociaciones de poder dentro de la pareja: “El hombre que espera – y sutilmente exige – consideraciones especiales por encargase de sus hijos e hijas, por ir al supermercado, por hacer aseo doméstico, por atender el placer de su pareja, en breve, el que supone que está haciéndole un favor al mundo por aparentemente romper con la división sexual del trabajo. Sutil, una violencia sutil porque performando los roles de género tradicionales, oculta el mecanismo de opresión.” (Fernández, 2015, p.41)

[6] Al respecto, Rich hace 20 años, escribió: “Gran cantidad de hombres podrían encargarse de la crianza de los niños sin alterar radicalmente la balanza del poder masculino en una sociedad androcéntrica”. (Rich, 1985, p.12)

[7] El 54 por ciento de las mujeres latinoamericanas que trabajan de forma remunerada carecen de contrato y el sueldo que reciben representa el 70 por ciento del que obtienen los hombres (Organización Internacional del Trabajo (OIT) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 2009)

[8] Concepto creado por los estudios de género que alude a la dificultad para alcanzar altos puestos en los espacios de producción en donde las empresas no dan a las mujeres responsabilidades mayores con el pretexto de ser más emocionales, o de tienen hijos y anteponen la familia o el matrimonio o el hogar al trabajo. Al mismo tiempo, que las mujeres viven con culpa porque sienten que descuidan áreas que al hombre no le significan problemas como; si sus hijos se sienten abandonados y no hace la tarea con ellos, aunque tenga quien le resuelva el asunto (niñera, cocinera…) tienen la carga de no contribuir a la estabilidad emocional de los hijos, o descuidar a la pareja, preocupaciones que no se repiten en los hombres que participan en la producción. (Arzate, 2009)

[9] Se presume la capacidad paridora por presentar una vulva como característica física visible, pero podría no ser fértil, no tener útero o aún no estar en edad de reproducirse, pero se lee en ese cuerpo esa capacidad como si fuese un destino.

[10] Aquel socialmente reconocido como el que produce material o intelectualmente por un salario remunerado.

[11] Al respecto, Federeci escribe: “El capital tenía que convencernos de que es natural, inevitable e incluso una actividad que te hace sentir plena, para así hacernos aceptar el trabajar sin obtener un salario. A su vez, la condición no remunerada del trabajo doméstico ha sido el arma más poderosa en el fortalecimiento de la extendida asunción de que el trabajo doméstico no es un trabajo, anticipándose al negarle este carácter a que las mujeres se rebelen contra él”.(Federeci, 2010, p.34)

[12] Así llaman Lewontin, Rose y Kamin al determinismo biológico (1987, p.18)

[13] Si se trata de parejas del mismo sexo, la solución liberal actual a su cuestionamiento implícito de la heterosexualidad, es reconocer su existencia mientras se cumplan los mandatos de la construcción social de una familia es decir, mientras a partir de esa pareja se cumplan labores socialmente asignadas útiles a la producción y reproducción.

[14] Concepto acuñado por Monique Wittig en donde muestra que existe una estructura de la cual devienen una serie de instituciones procedimientos y valores que sustentan el poder de la heterosexualidad normando y controlando las sociedades contemporáneas, por lo tanto su poder es político. (Wittig, 1992)

[15] Utilizo el término “identificación” como una alusión a la “ginoidentificación”, aporte de Charlotte Bunch, una de las pioneras de la política feminista lesbiana, quien propuso que las lesbianas, las mujeres identificadas con otras mujeres, se comprometieran políticamente con las mujeres como alternativa a las opresivas relaciones masculinas/femeninas (Bunch, 1975), pues, en el caso de los asignados socialmente como hombres, esta “identificación” política no es sólo una propuesta, sino que ocurre de facto en la cotidianidad patriarcal

[16] Distintas formas de lesbofobia, Invisibilidad, violencias económicas, físicas, psicológicas e incluso feminicidios

[17] Concepto propuesto por Adriane Rich que explica cómo la heterosexualidad es impuesta a las mujeres como única posibilidad de existencia a fin de construir las relaciones sociales de dependencia con los hombres (Rich, 1985)

[18] En tanto se puede elegir algo que ha sido socialmente asignado.

[19] El lesbofeminismo: Es una propuesta teórica y postura política construida desde lesbianas feministas que señala la heterosexualidad como un régimen político.

[20] Considerando que ni el amor romántico ni la monogamia se vivencian con iguales criterios, ni consecuencias en la vida inmediata por hombres y mujeres.

[21] Que finalmente es cómo se fagocita un cuestionamiento político de dimensiones estructurales, convirtiéndolo en lucha por derechos civiles, matrimonios y derecho a tener una hipoteca conjunta, construidos como “necesidad” de poblaciones urbanas de clase media.

 

Imagen de portada: http://danibado.tumblr.com

 

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San Cristóbal de Las Casas y el derecho al agua…de quienes tienen para pagarlo. Por Rossana Llorens https://www.laquearde.org/2016/11/23/san-cristobal-de-las-casas-derecho-agua/ https://www.laquearde.org/2016/11/23/san-cristobal-de-las-casas-derecho-agua/#respond Thu, 24 Nov 2016 03:24:16 +0000 https://www.laquearde.org/?p=8149 San Cristóbal de las Casas es un municipio del estado de Chiapas, México, incrustado en un valle privilegiado rodeado de montañas chiapanecas y de comunidades indígenas, vegetación y recursos naturales. Cuenta con una población aproximada según datos del INEGI de 209 mil 591 habitantes, de los cuales 100 mil 191 son hombres, y 109 mil …

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San Cristóbal de las Casas es un municipio del estado de Chiapas, México, incrustado en un valle privilegiado rodeado de montañas chiapanecas y de comunidades indígenas, vegetación y recursos naturales. Cuenta con una población aproximada según datos del INEGI de 209 mil 591 habitantes, de los cuales 100 mil 191 son hombres, y 109 mil 315 son mujeres. Es visitada en promedio por poco más de 700,000 mil personas al año, lo cual se traduce en una derrama económica de aproximadamente mil millones de pesos anuales.

A pesar de la importancia de este municipio en términos poblacionales, culturales, naturales, económicos y turísticos, la situación del agua y el derecho humano de acceso a ella es muy grave. Entre varios asuntos urgentes por atender, por ejemplo, aún no existe una planta de tratamiento de aguas residuales porque al parecer, por el clima de corrupción que reina en el estado de Chiapas, los recursos destinados para ello fueron desviados por el gobierno.

Mientras tanto, el drenaje que acarrea las heces de San Cristóbal de las Casas generadas por locales y visitantes, termina en los ríos, los lagos y los humedales de la cuenca de Jovel. Esta agua contaminada es a la que tienen acceso algunas comunidades de la periferia que logran extraerla y acarrearla para regar los vegetales y el maíz que a su vez venden en el centro de San Cristóbal de las Casas y que terminan siendo consumidos por la población y turistas a través de los hoteles, restaurantes, recauderías y tiendas locales del lugar.

Lo que poca gente sabe es que el gobierno ha debilitado a un extremo tal la infraestructura urbana que la situación ya no sólo afecta a “lxs invisibles”, a las y los pobres que a nadie le importan, sino también a las personas de todos los niveles socioeconómicos y al turismo extranjero y nacional. Así que, al parecer, finalmente la mierda del capitalismo llegó también a las bocas de los ricos. Nadie se salva.

San Cristóbal de las Casas fue decretada “pueblo mágico” por el gobierno mexicano, que la vende como tal en las revistas masivas de viajes y moda en el mundo, para legitimarse y mantener viva la ilusión de que “todo está bien en San Cris”, mientras las ganancias que genera la explotación de las y los locales se queda en sus bolsillos.

El atractivo turístico del “pueblo mágico” parte de un centro antiguo con ambiente turístico mayormente neoclasista, rodeado de una primera capa de periferia entre mestiza e indígena en franca extensión hacia los cerros. Una segunda capa de periferia de pueblos originarios, alcanza las áreas de las carreteras y comunidades más cercanas hacia los bosques de la ciudad.

La situación del agua es una emergencia en la región. La mayoría de los hoteles, comercios, restaurantes y casas del centro, gozan del privilegio de estar conectados con la red de distribución de agua del municipio, aunque ésta no sea de la mejor calidad; mientras que, como lo hicieron saber las participantes del Encuentro: “El agua por derecho que nos corresponde”, celebrado en esta ciudad el pasado 11 de noviembre de 2016, en ambas periferias que rodean al municipio de San Cristóbal de las Casas el agua escasea y la que hay está contaminada.

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Durante el Encuentro, las participantes comentaron que, además del problema del agua, en ambas periferias hay más violencia en las calles y la situación de pobreza y sobrevivencia de las comunidades indígenas es crítica, sobre todo para las mujeres, porque en sus comunidades aún experimentan el exceso del trabajo doméstico y cuidado de terceras/os, aunado a que no participan en la toma de decisión comunitaria y padecen la violencia de género a diario. Encima son ellas las que deben ir a buscar el agua, acarrearla y las que sufren violencia doméstica si no la consiguen.

En un nivel más profundo, la organización Agua y Vida reportó que “debido a las desigualdades de género y a la consecuente división sexual del trabajo, las mujeres son las principales administradoras y cuidadoras del agua, sin embargo no son reconocidas ni valoradas como tales. Sus problemáticas, exclusión, desinformación, sobrecarga de trabajo y preocupaciones son ignoradas, y muchas veces naturalizadas como parte del trabajo doméstico, y no están en la agenda social y política de la región”.

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Durante el Encuentro, la organización Agua y Vida hizo un llamado a otras organizaciones, activistas, ciudadanas y visitantes de la zona interesadas en el tema a dialogar con mayor profundidad sobre esta gravísima situación. En las plenarias, las compañeras de las organizaciones UNECODES A.C., Mujeres y Maíz Criollo, Colectiva Yomo Ijtkuy, Red de Creadoras, Investigadoras y Activistas Sociales, Centro de Desarrollo Comunitario CEDECO La Albarrada, Colectivo de Educación para la Paz y los Derechos Humanos A.C., Fundación Cántaro Azul y el Centro de Derechos de la Mujer de Chiapas, A.C., nos recordaron que el agua es un derecho humano declarado como tal en el 2010 por la ONU.

Asimismo la organización Agua para Todos hizo énfasis en que actualmente, aunque se encuentra detenido el proyecto institucional de Ley de Aguas federal en el escritorio de las y los diputados, muy probablemente querrán aplicar su aprobación vía fast-track cerca del 12 de diciembre o de cualquier otro día festivo en México. Esta ley, entre otros artificios políticos neoliberales, incluye la privatización del agua a nivel nacional.

Con respecto a San Cristóbal de las Casas, la organización Agua y Vida presentó el siguiente documental de su autoría que evidencia la problemática del agua en la zona:

Asimismo, algunas de las principales problemáticas con respecto al derecho al agua que se develaron a lo largo del día son las siguientes:

  • Varias de las colonias fuera del centro de esta ciudad no tienen acceso al agua.
  • Aunque en algunos casos les llega, es de muy mala calidad, puesto que la red se alimenta de los ríos, manantiales y humedales contaminados por basura, aguas negras, grises, agroquímicos y pesticidas.
  • Según mencionaron algunas de las asistentes, se calcula que la concesión de Coca-cola extrae un promedio de 20,000 litros de agua por hora diariamente.
  • El gobierno corrupto de Manuel Velasco Coello desvió los fondos destinados para construir y gestionar una planta de tratamiento de aguas residuales en el municipio.
  • El agua potable embotellada es cara y no todas las personas pueden acceder a ella por falta de recursos económicos.

Como resultado de las mesas de trabajo y discusiones finales durante el Encuentro, algunas de las acciones inmediatas a realizar sugeridas por las participantes incluyen:

  • Exigir de manera urgente al gobierno Chiapaneco a través de sus organismos y herramientas jurídicas una política de saneación del agua de la región del municipio y las comunidades aledañas, así como la infraestructura básica para distribuir el líquido en la zona.
  • Movilizarse y coordinarse como ciudadanía, como ya se ha logrado en otros municipios y comunidades cercanas defendiendo otras necesidades de la zona, para sacar a la concesionaria de Coca-Cola de la región.
  • Hacer conciencia profunda en relación con los hábitos de consumo de este preciado líquido y realizar los cambios necesarios para ahorrarla y mantenerla limpia.
  • Involucrar a los hoteles, comercios, restaurantes y turistas a participar de manera permanente en un llamado a hacer conciencia sobre el uso y consumo del agua en San Cristóbal de las Casas y sus municipios.
  • Familiarizarnos como ciudadanía con la Ley de Aguas federal actual, así como con las propuestas institucionales y ciudadanas de cambio.
  • Firmar la petición de la organización “Agua para todos” antes de que termine el 2016, para que se incluya en la votación la propuesta ciudadana de Ley de Aguas federal en el congreso.
  • Conocer más sobre los avances y mejores prácticas de las organizaciones que están trabajando en la región de San Cristóbal de las Casas sobre el derecho al agua y otras prácticas de desarrollo sustentable en la región.
  • Permear y difundir todo este conocimiento e información desde diferentes canales hacia la población del municipio de San Cristóbal de las Casas y el resto del país.

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Existen un sin fin de acciones que podrían emprenderse para ayudar a disminuir los impactos que genera esta grave situación. Por poner un ejemplo, sería interesante que la ciudadanía, junto con algunas organizaciones y los dueños de hoteles, restaurantes y comercios que se benefician de los recursos del municipio, coordinaran una campaña de donación de garrafones de agua potable semanal a las comunidades más afectadas de la zona.

Pareciera una ficción cómo es que la mutación de este sistema de opresión sirviente del capitalismo ha transformado a la ciudad de San Cristóbal de las Casas en un hervidero de machismo, contrastes sociales y catástrofes naturales donde el sabor principal está en la absurda idea de que no pasa nada mientras estés turisteando, comprando y comiéndote un esquite o una marquesita bien sabrosa en el centro de San Cris admirando las bonitas tiendas y esperando el siguiente evento cultural gratuito.

¿Por qué si el agua es un derecho humano, hay comunidades que están pasando meses sin ella? ¿Por qué si es un bien vital, está a la venta de quien pueda adquirirla y no disponible para cualquiera que la necesite? ¿Por qué estamos permitiendo la devastación de este recurso natural si no podremos beber monedas para sobrevivir?

Cuando visitemos San Cris, en lugar de limitarnos a tomar posh en el bar de moda, involucrémonos con alguna organización que esté trabajando para disminuir la brecha de desigualdad que existe en relación con el derecho al agua entre las comunidades de los pueblos originarios y las empresas, turistas, visitantes y negocios que se benefician de su explotación.

Es urgente juntarse y coordinarse para trabajar. El acceso al agua, vital para todas, no debe depender de si tengo dinero o no para obtenerla. Sabemos que vivimos tiempos de guerra y devastación en México y Latinoamérica, el machonazismo articulado por los gobiernos del mundo y las transnacionales están exterminando los ecosistemas y asesinando a las mujeres. Es preciso organizarnos en nuestras localidades y comunidades, actuar y defender lo nuestro.

Foto de portada por Expoknews.com

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La Sala, el lugar de lucha de las trabajadores sexuales en Costa Rica. Por Andreína Quirós https://www.laquearde.org/2016/08/11/la-sala-lugar-de-lucha-de-las-trabajadores-sexuales-en-costa-rica-por-andreina-quiros/ https://www.laquearde.org/2016/08/11/la-sala-lugar-de-lucha-de-las-trabajadores-sexuales-en-costa-rica-por-andreina-quiros/#respond Thu, 11 Aug 2016 20:39:36 +0000 https://www.laquearde.org/?p=7398 La Sala es el espacio de lucha de las mujeres trabajadoras sexuales en Costa Rica. Ubicado en la mal llamada “zona roja” de San José, es visitado semanalmente por al menos 30 mujeres que se reúnen  para conversar, tomar café y luchar. La Sala es la única organización de Costa Rica que lucha por los derechos de …

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La Sala es el espacio de lucha de las mujeres trabajadoras sexuales en Costa Rica. Ubicado en la mal llamada “zona roja” de San José, es visitado semanalmente por al menos 30 mujeres que se reúnen  para conversar, tomar café y luchar. La Sala es la única organización de Costa Rica que lucha por los derechos de las trabajadoras sexuales, y uno de sus mayores objetivos es lograr que el trabajo sexual sea regulado, y por lo tanto reconocido legalmente como un trabajo.

Nació en 1994 y durante los últimos 5 años ha trabajado de manera autónoma. Forma parte de la Red de Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe (RedTraSex), desde la cual se acuerpa en un movimiento de mujeres latinoamericanas que están cansadas de ser violentadas y de no gozar plenamente de todos sus derechos.

La Sala se enmarca en un feminismo que reconoce que todas las mujeres tienen la libertad de decidir sobre su cuerpo, que reivindica el trabajo sexual como un trabajo digno y que lucha por una legitimación del mismo, con el fin de que todas las trabajadoras sexuales puedan gozar de sus derechos laborales, tener mejores condiciones de trabajo, no ser estigmatizadas ni discriminadas y reforzar su identidad como personas autónomas que deciden ejercer el trabajo sexual.

En 2013 se realizó el “Estudio sobre la Incidencia y la Participación Política de las mujeres trabajadoras sexuales en América Latina y el Caribe” (RedTraSex, 2013), que expone que en Costa Rica la legislación no es explícita con respecto a la diferencia entre trabajo y esclavitud sexual, pero sí es clara al definir como delito la trata de personas y el proxenetismo.

Por lo tanto, en Costa Rica existe un vacío reglamentario en cuanto al tema del trabajo sexual, que si bien no es ilegal, no cuenta con una regulación ni normativa que lo aborde. Esta ausencia legal deja a las trabajadoras sexuales sin respaldo, sin acceso a un seguro médico, expuestas a condiciones laborales paupérrimas y a que sus Derechos Humanos sean violentados.

“Las ideologías de inferioridad erótica y peligro sexual reducen el poder de las trabajadores del sexo en los encuentros sociales de todo tipo. Disfrutan de menos protección frente a las conductas criminales o carentes de escrúpulos, tienen menos acceso a la protección policial y menos recursos legales. Las relaciones con las instituciones y burocracias -hospitales, policía, tribunales, bancos, funcionarios públicos- son más difíciles”. (Rubin, 1989, p. 141)

Al evadir por completo la noción de trabajo sexual, la ley vigente alimenta la confusión entre trata de personas, esclavitud sexual y trabajo sexual. Este laberinto conceptual provoca victimización, genera imágenes tergiversadas y extremistas del trabajo sexual y silencia la voz de las mujeres que trabajan en la calle. El trabajo sexual autónomo es una decisión consciente, una actividad laboral como cualquier otra en donde se presta un servicio de manera consensuada a cambio de una remuneración económica.

Costa Rica es conocida mundialmente como un paraíso del turismo sexual, lo cual se hace evidente al caminar por las calles de San José. Por ello, al igual que en el resto del mundo, urge una legislación que proteja los derechos de las trabajadoras sexuales.

Durante los últimos 5 años muchas instancias internacionales han reconocido el trabajo sexual autónomo, sin embargo hacen falta acciones concretas que lo legitimen. Recientemente Amnistía internacional hizo un llamado para que se adopte una política nacional que trate de conseguir la mayor protección posible de los derechos humanos de las personas que ejercen el trabajo sexual a través de diferentes medidas, entre ellas la despenalización del trabajo sexual.

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Trabajadoras sexuales salvadoreñas marchando el Día del Trabajo. Foto/EFE.

En el 2012 la Comisión Global sobre VIH y Derecho, dependiente del Programa de las Naciones Unidas (PNUD) estableció que “La penalización, junto con el estigma social, hace las vidas de las personas trabajadoras del sexo más inestables, menos seguras y mucho más riesgosas en términos de VIH”.

También en 2012 la organización Mundial de la Salud recomendó que los países despenalicen el trabajo sexual e instó a mejorar el acceso a la salud. En 2010 La Organización Mundial del Trabajo aprobó la Recomendación 200, que comprende una serie de medidas para disminuir el impacto del VIH. El documento vela por el respeto a los derecho humanos, la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres.

Por otro lado, en Colombia este año se creó el Sindicato Nacional de Mujeres Trabajadoras Sexuales de Colombia (SINTRASEXCO), el primer sindicato del mundo conformado y dirigido por mujeres trabajadoras sexuales reconocido por el Ministerio del Trabajo.

Aunque son varios los avances que se han realizado en este tema, urge que los pronunciamientos se sigan traduciendo en acciones concretas. En el caso específico de Costa Rica, las trabajadoras sexuales que conforman la Asociación La Sala están construyendo un proyecto de ley para el trabajo sexual tomando en cuenta las diferentes necesidades de las poblaciones y las variadas formas de ejercer el trabajo sexual, mismo que proyectan concluir este año y que ya cuenta con legisladores aliados para hacer su presentación formal.

Por otro lado, a pesar de que esta nota se ha focalizado en la importancia de que se reconozca legalmente el trabajo sexual, sabemos que la lucha de las trabajadoras sexuales no se queda en las leyes. Aunque sin duda constituye un paso relevante, la lucha de las trabajadoras sexuales no se acaba en la legalidad.

También es necesario un trabajo de base que fortalezca la organización y dé continuidad a campañas informativas cuyo objetivo sea incidir en la sociedad, y que este tema se discuta con las y los trabajadores sexuales, en sus contextos, y no sólo dentro de espacios académicos.

Por último, es indispensable seguir haciendo evidente la distinción entre trabajo sexual AUTÓNOMO, explotación sexual y trata. Esta lucha es un grito para que cese la violencia, para que cese la discriminación cotidiana y los estigmas. Es un grito de libertad y dignidad para trabajar.

Imagen de portada: Diana Mendez

Referencias bibliográficas

Rubin, G. (1989). Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad. En C. Vance (Ed). Placer y peligro. Explorando la sexualidad femenina. Madrid: Revolución, pp. 113-190.acción a la reflexión (Vol. 6). Ediciones Paulinas.

RedTraSex. (2013). Estudio sobre la Incidencia y la Participación Política de las mujeres trabajadoras sexuales en América Latina y el Caribe. 6 julio 2015, Recuperado de: http://www.redtrasex.org/IMG/pdf/costa_rica-estudio_pp.pdf

 

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Segunda parte: Vacunaciones masivas contra el Virus del Papiloma Humano, la nueva estrategia de un Estado feminicida. https://www.laquearde.org/2016/06/11/vacunaciones-masivas-contra-vph-parte2/ https://www.laquearde.org/2016/06/11/vacunaciones-masivas-contra-vph-parte2/#respond Sat, 11 Jun 2016 22:09:32 +0000 https://www.laquearde.org/?p=6704 Segunda de tres partes. Por Beatriz Contreras y Jesús Morillo El 2 de febrero de 2007, los laboratorios Merck & Co mediante presión política y económica -práctica comúnmente conocida como  “hacer lobby”- lograron que el entonces mandatario del Estado de Texas, Rick Perry, incluyera vacunaciones obligatorias a niñas de 11 y 12 años de la …

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Segunda de tres partes. Por Beatriz Contreras y Jesús Morillo

El 2 de febrero de 2007, los laboratorios Merck & Co mediante presión política y económica -práctica comúnmente conocida como  “hacer lobby”- lograron que el entonces mandatario del Estado de Texas, Rick Perry, incluyera vacunaciones obligatorias a niñas de 11 y 12 años de la novedosa vacuna Gardasil en su proyecto de gobierno.

A cambio, el político recibió apoyos económicos de la farmacéutica norteamericana para financiar su campaña.

El costo inicial de cada dosis fue de 360 dólares, por lo que el programa MedicAid -creado por el gobierno de Barack Obama- decidió invertir poco más de 55 millones de dólares al año para subsidiar esta vacuna, misma que hoy puede ser adquirida a nivel nacional por menos de 60 dólares.

Después de que Estados Unidos aprobara la aplicación masiva de esta vacuna, otros países como Canadá, Dinamarca, Francia, Japón y España se interesaron por el biológico y decidieron aplicarlo a niñas y mujeres sin conocerlo a fondo.

“No hay suficiente información para decir que esta vacuna sea efectiva y, sin embargo, se ha lanzado una campaña de vacunación a nivel mundial. Hay mucha desinformación  por parte de los médicos”, explica el director de Reumatología del Instituto Nacional de Cardiología, Manuel Martínez Lavín.

Este médico mexicano, al igual que el japonés Ruko Hana, el israelí Yehuda Shoenfeld y el danés Peter la Cour, se han dedicado a investigar los posibles efectos adversos de la vacuna Gardasil.

“Sospechamos que lo que puede estar dañando el sistema neurológico de las niñas es el aluminio que contiene la vacuna”,  detalla el investigador.

Vacuna contra el virus del Papiloma efectos adversos

Imagen tomada de: Amf-Semfyc

De acuerdo con el experto, en uno de cada 500 casos el sistema neurológico responde de manera más intensa a la vacunación y puede sufrir daños, sin que hasta el momento se conozca qué es lo que provoca que un cuerpo desarrolle el síndrome postvacunal y otro no.

Esto sucede porque los ensayos clínicos de Gardasil sólo probaron su capacidad inmunogénica, pero no su efectividad ni seguridad; es decir, su “eficacia” fue demostrada con resultados intermedios, pero no finales.

Por la negligencia en sus investigaciones los laboratorios de Merck & Co. enfrentan demandas en Brasil, Dinamarca, España, Australia, Japón e India.

GARDASIL

Incluso, los gobiernos de estos dos últimos países decidieron suspender totalmente la compra de este medicamento así como su aplicación luego de que se conocieran los primeros casos de afectadas.

Al respecto, el New England Journal of Medicine (NEJM) explicó en uno de sus artículos que los efectos adversos que pueden producir ambos biológicos son todavía inciertos, por lo que tampoco se sabe si podrían manifestarse a largo plazo.

Por su parte, la Organización Mundial de la Salud asegura que está consciente de que la vacuna puede tener riesgos mayores a los del resto de las vacunas, pero asegura que eso no debe afectar ni modificar los protocolos actuales de vacunación.

CUADRO¿Vacunaciones o intereses económicos?

Actualmente, no existe alguna legislación o reglamento internacional que obligue a los laboratorios a difundir los datos negativos sobre sus nuevos productos farmacéuticos.

De hecho, la Ley de Intercambio Mercantil permite a los desarrolladores de medicamentos patentar las sustancias y comercializar con ellas aun sin haber realizado los ensayos clínicos necesarios para demostrar su eficacia y confirmar su seguridad.

Incluso, agencias reguladoras como la FDA de Estados Unidos trabajan en conjunto con algunos laboratorios -incluso éstos pueden incidir en los resultados de las evaluaciones de sus propios productos-, lo que impide que haya controles efectivos.

Este tipo de prácticas por parte de las farmacéuticas no pueden entenderse fuera de la estructura económica en las que están insertadas: estás empresas son corporaciones cuyo único fin es lograr el mayor beneficio posible para sus accionistas.

Por lo tanto se hace difícil controlar de forma efectiva el uso indiscriminado de medicamentos cuyas consecuencias pueden llegar a ser contraproducentes.

Negar el nexo causal para evitar pérdidas

“Cuando mi hija empezó a enfermar me dijeron que estaba loca, que era una niña consentida que decidió dejar de caminar para llamar la atención…. Cuando volví con la sospecha de que era la vacuna, me sentí muy indignada porque un pediatra me dijo: bueno, no es deseable que estas cosas pasen, pero por lo menos no le va a dar cáncer”, narra consternada Mara Mexia.

Las niñas y mujeres enfermas por la vacuna contra el virus del papiloma humano no reciben el apoyo del sistema de salud estatal, por el contrario son maltratadas por los médicos y especialistas.

En Colombia, por ejemplo, el presidente Juan Manuel Santos hizo público en 2015 un informe médico que aseguraba que los severos daños en el sistema neuronal que presentaban las más de 800 niñas de Carmen de Bolívar eran producto de una sugestión colectiva.

En el caso de México, la Cofepris dio seguimiento a dos reportes de síndrome postvacunal, sin que hasta el momento se hayan entregado resultados que reconozcan el nexo con la vacuna.

“Yo cuento con un diagnóstico de encefaleomielitis aguda diseminada, disautonomia y problemas de reducción de vista correlacionados con la vacuna Cervarix; fue emitido por el hospital de Occidente Guadalajara, UMAE pediátrica. También cuento con un folio de COFEPRIS, pero el CENSIA (Centro Nacional para la Salud de la Infancia y la Adolescencia), a cargo de Misael Gómez, no reconoce el nexo”, explica Lupita Carrillo, madre de Valeria.

Al respecto, el doctor Manuel Martínez Lavín, quien se ha dedicado a estudiar los casos de las niñas afectadas por Gardasil, opina que en lugar de negar que la vacuna cause efectos adversos, las autoridades deberían estudiar detenidamente a las afectadas.

“Estudiar a las niñas que han sido afectadas para encontrar los tratamientos que les permitan mejorar su calidad de vida”, opina.

Valeria, niña afectada por GardasilValeria, originaria de Sonora, afectada por Cervarix. Fuente: Vaccineimpact.com

El especialista añade que hasta el momento no existe un protocolo de atención para las niñas y mujeres que resultaron afectadas por Gardasil y Cervarix.

Asimismo, el abandono por parte de la comunidad de médicos obliga a las madres y padres a afrontar solos los costos emocionales y económicos de los tratamientos y terapias necesarias para mantener a las niñas estables.

IMG_9955Fuente: Mujeres y salud

Documentos adicionales:

Inoculating the electorate: a qualitative look at American corporatocracy and its influence on health communication. By Laura Crosswell & Lance Porter

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Imagen de portada: Organic Lifestile Magazine

Beatriz Contreras. Comunicóloga. Feminista separatista, rabiosa y enojada con el mundo. Enemiga de los machos progre. Grita para incomodar a los defensores de la maternidad obligatoria, la castidad y la “normalidad”. Arde porque callar no puede.

Twitter: @bea_quevea

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Por Beatriz Contreras y Jesús Morillo

Primera de tres partes

“Cuando la llevé a vacunar me dijeron que iba a sentir un pequeño malestar en el brazo
o que le podía dar un poco de fiebre; pero nunca me dijeron que iba a dejar de caminar,
que ya no iba a ir a la escuela y que iba a vivir siempre con dolor”.

Mara Mexia, madre de una de las 43 mil niñas afectadas
por la vacuna del virus del papiloma humano.

 

Gardasil, desarrollada por los laboratorios Merck & Co. Inc, y Cervarix, desarrollada por Glaxo Smith Kline, son las patentes universales del biológico que promete proteger a las mujeres del cáncer cervicouterino y otras enfermedades provocadas por el Virus del Papiloma Humano (VPH).

En México la patente Gardasil hizo su aparición en el año 2009. Entonces su venta y aplicación eran exclusivas de los consultorios médicos privados.

Tiempo después, organizaciones como la Asociación Mexicana de Lucha contra el Cáncer (AMLCC) presionaron durante meses a la Cámara de Diputados para que se aplicara de manera gratuita a todas las niñas del país de entre 11 y 15 años.

Finalmente, en el 2012, el Estado mexicano decidió incorporar el medicamento al esquema básico de vacunación, por lo que que comenzó a distribuirse y aplicarse de forma masiva y obligatoria en todos los Centros de Salud, el Instituto Mexicano del Seguro Social y el ISSSTE.

Sin embargo, esta política pública se implementó sin tomar en cuenta las múltiples denuncias a nivel mundial en contra de Gardasil, ni los efectos secundarios que produce, entre ellos parálisis, enfermedades neuronales, infertilidad e, incluso, la muerte.

Tampoco se solicitó un informe detallado sobre su efectividad, ni mucho menos se consideraron los precios tan elevados a los que se comercializa, pues cada dosis cuesta 2 mil 500 pesos, y se necesitan dos para completar el tratamiento.

Crear males para vender soluciones

Gardasil y Cervarix vieron su éxito en el mercado mundial gracias a una campaña mediática basada en el miedo. ¿A qué? A enfermar y morir de cáncer.

“Vacuné a mi hija por sugerencia del pediatra. Tenía 11 años y era la que le tocaba. No dudé ni un segundo en ponérsela, pues siempre nos dicen ‘si quieres a tu hijo, vacúnalo’ y pues en mi familia a mi mamá, a mis hermanas y a sus tías les quitaron la matriz por lesiones precancerosas”, explica consternada Mara Mexia.

El virus del papiloma humano es la enfermedad de transmisión sexual más común. De hecho, se estima que aproximadamente el 75 por ciento de la población sexualmente activa del mundo la padece. Pero también, esta dolencia puede ser un cofactor de lesiones cancerígenas en el cuello uterino.

El cáncer cervicouterino es considerado la tercer causa de muerte en mujeres a nivel nacional, con un promedio de 4 mil decesos cada año.

Si bien esta cifra es bastante alta, sólo representa el 1.4 por ciento del total.  Sin embargo, autoridades de salud a nivel mundial, gobiernos y medios de comunicación presentan al cáncer de útero como una pandemia y al VPH como un padecimiento con consecuencias mortales, casi comparables con el VIH.

No obstante, investigaciones demuestran  que el VPH es uno de los detonantes del cáncer de cervix, pero no el único. De hecho, el 95 por ciento de las mujeres que contraen VPH nunca llegan a desarrollar cáncer.

Esto sucede porque sólo 40 de las 160 cepas de virus que conforman el VPH pueden provocar tumores o lesiones peligrosas, pues el resto son eliminadas por el sistema inmunológico de forma natural.

Incluso, la doctora Diane Harper -líder del grupo de investigación que desarrolló las vacunas contra el VPH- declaró durante un encuentro de médicos en Estados Unidos que Gardasil y Cervarix se “sobrevenden”, pues la primera sólo previene cuatro y la segunda dos de las 15 cepas peligrosas.

Asimismo, instituciones como la OMS reconocen que la evolución de VPH a cáncer tarda en promedio 20 años, por lo que se puede realizar una detección oportuna por medio de la citología o el papanicolau anual.

Entonces, ¿vale la pena vacunar a una niña con un medicamento -cuya seguridad ha sido fuertemente cuestionada- para protegerla contra una enfermedad que en pocos casos causará cáncer? 

libromedicamentos

Nuestras muertes, ¿un mal necesario?

“En la Secretaría de Salud me dijeron que todos los medicamentos tienen su riesgo, pero nos deben informar a qué te estás ateniendo para que tú puedas decidir, con pleno conocimiento de causa, si te arriesgas o no a que tu hija sea ésa una entre diez mil o entre un millón”, opina Mara Mexia, cofundadora de la Red de Afectadas por la Vacuna del VPH México.

Por el mal manejo de la información que se ha realizado en torno a las patentes Gardasil y Cervarix, los estados nación en complicidad con las farmacéuticas son responsables de la muerte de más de 255 niñas y mujeres en el mundo, así como de las afectaciones a otras 43 mil.

En nuestro país, la Red de Afectadas por la Vacuna contra el VPH-México tiene registrados 12 casos: 11 de niñas menores de 15 años y el otro de una profesional mayor de 30 años que compró el medicamento de forma independiente.

Asimismo, en diciembre de 2015 la misma organización dio a conocer el nombre de la primera víctima mortal: Ximena Moro, una niña de 14 años del estado de Puebla, quien llevaba dos años luchando contra la miositis que le provocó la patente Gardasil.

XIMENA

Ximena Moro. Feminicidio de Estado

Se estima que la cifra puede ser mayor, en tanto que la mayoría de las veces no se asocian los síntomas a las vacunas.

Según el investigador Rokuro Hama, del Instituto Japonés de Farmacovigilancia, 3 de cada 100 niñas vacunadas pueden llegar a padecer los efectos adversos por la vacuna del virus del papiloma humano, entre ellos: inflamación aguda del sistema nervioso, asfixias, lupus, desequilibrio del sistema inmunológico, fases de ceguera, convulsiones, parálisis facial y paraplejia.

Aun así, autoridades del Centro Nacional de Salud para la Infancia y la Adolescencia han declarado públicamente como justificación a sus políticas que en el mundo existían alrededor de 100 millones de dosis aplicadas y que los beneficios eran mayores que los efectos adversos que se puedan presentar.

También hay personas que han dicho públicamente que estas “afectaciones menores” son necesarias si se quiere evitar que las mujeres de futuras generaciones enfermen y mueran de cáncer

“No hay pruebas de que la vacuna contra el VPH haya salvado a alguna mujer del cáncer cervicouterino; eso no se va a saber hasta que pasen 20 años. Lo que sí se sabe es que el 95 por ciento de las niñas que son afectadas por la vacuna quedan discapacitadas”, asegura Mara.

PIE DE FOTO
Lo que la vacuna provoca es una enfermedad que se parece a muchas cosas, a muchas enfermedades neurológicas propias de ancianos.

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De acuerdo con la FDA, por su nivel de complejidad, compuestos biológicos como Gardasil y Cervarix requieren un tiempo de desarrollo de por lo menos veinte años, para realizar pruebas de efectividad y evaluaciones rigurosas sobre posibles efectos adversos.

Sin embargo, estos fármacos que hoy se aplican de manera obligatoria a todas las niñas de entre 10 y 11 años de edad fueron elaborados y puestos a la venta en tan sólo cinco.

*

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Imagen de portada: http://www.vaccinationinformationnetwork.com/gardasil-casualty-zeda-pingel-indiana/

Imágenes niñas: ¡Detengan la vacuna!

Beatriz Contreras. Comunicóloga. Feminista separatista, rabiosa y enojada con el mundo. Enemiga de los machos progre. Grita para incomodar a los defensores de la maternidad obligatoria, la castidad y la “normalidad”. Arde porque callar no puede.

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Diez canciones de los 90s que no sabías que eran feministas https://www.laquearde.org/2016/02/18/diez-canciones-de-los-90s-que-no-sabias-que-eran-feministas/ https://www.laquearde.org/2016/02/18/diez-canciones-de-los-90s-que-no-sabias-que-eran-feministas/#comments Thu, 18 Feb 2016 06:17:45 +0000 https://www.laquearde.org/?p=4736 El mercado de la música popular en México está inundado de canciones que cantamos todos los días #SinDarnosCuenta que promueven todo tipo de violencias hacia las mujeres. Esta desafortunada oferta, que va desde la chatarra “de rima fácil y estupidez supina” de Ricardo Arjona hasta los himnos feminicidas del encumbrado “potrillo”, es otra importante promotora de la violencia de género en nuestro país. …

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El mercado de la música popular en México está inundado de canciones que cantamos todos los días #SinDarnosCuenta que promueven todo tipo de violencias hacia las mujeres. Esta desafortunada oferta, que va desde la chatarra “de rima fácil y estupidez supina” de Ricardo Arjona hasta los himnos feminicidas del encumbrado “potrillo”, es otra importante promotora de la violencia de género en nuestro país. Afortunadamente, sin embargo, hurgando encontramos estas joyas que, estamos casi seguras, no sospechabas que eran feministas, y que sin duda han contribuido a deconstruir en el imaginario colectivo un cúmulo de mitos machistas basados en los estereotipos mujer/sumisión, hombre/dominación. ¡Qué disfruten las sorpresas!

1.No Me Quiero Casar – Flans (Subvierte el mito de que son las mujeres (heterosexuales) las que están ansiosas por “amarrar” a los hombres a través del matrimonio).

“Algo en ti a mí me dice que no quieres esperar,
que buscas en eso algo más que seguridad.
No me trates de atar a ti por confusión.
Firmaré en tu corazón. ¡No me quiero casar!”

2. Yo no soy esa mujer – Paulina Rubio (La chica dorada nos recuerda algunos de los motivos por los cuales las mujeres sensatas le huyen a la institución opresora del matrimonio heterosexual).

“Yo no soy esa mujer, esa niña perdida
que te firma un papel y te entrega su vida.
No me convertiré, en el eco de tu voz
en un rincón”.

3. Como papa sin catsup – Gloria Trevi  (Divertido recordatorio sobre lo urgente y necesario que es prescindir de un macho en tu vida).

“Sin ti fui yo la que salió perdiendo.
Pero perdiendo mis complejos.
¡Ahora me vengo, me subo, me bajo,
me voy, me regreso, me quiero y la paso brutal!”

4. Alaska – A quién le importa  (Himno que reivindica el (tan disputado) poder que tiene el poder de decisión de una mujer).

“No soy de nadie, no tengo dueño.
¿A quién le importa lo que yo haga?
¿A quién le importa lo que yo diga?
Yo soy así, y así seguiré, ¡nunca cambiaré!”

5. Tu eterna pesadilla de amor – Flans  (Divina. Llena de auto cuidado, sensatez y libertad. Subvierte el mito de que las “lagartonas” somos nosotras).

“Me tropiezo a cada paso que yo doy contigo
y no encuentro la manera de pedirte espacio.
No soy quien crees, no me puedes atar, no lo intentes, ¡vete!
No soy normal, no me quieras salvar, cambia de estrategia”.

6. Pelo suelto – Gloria Trevi  (Divertido himno al ejercicio de la libertad personal. Denuncia al canon social y sus policías del género).

“Voy a traer el pelo suelto.
Voy a ser siempre como quiero.
Aunque me tachen de indecente,
aunque hable mal de mí la gente.”

7. Flans – Esta noche no  (Reivindica el sagrado derecho de una mujer a decir ¡no! También echa por tierra la patraña sexista de que las mujeres deben ser ingenuas y sumisas para ser aceptables en los asuntos del amor heterosexual).

“Llegas aquí como un seductor,
con aires de decidir cómo y dónde voy
me quieres incluir en tu colección
de chicas inocentes, loco impertinente
¡baila solo que yo no voy!”

8. Reina de corazones – Alejandra Guzmán  (El mito edulcorado y engañoso del amor romántico tampoco convence a ninguna mujer sensata).

“Quieres darme hijos y una vida sedentaria que
ni me apetece conocer.
Cartas, flores, versos y bombones…no seas estúpido,
¡lleva tu artillería a otra parte!”

9. Todo lo que quiero es hacerte el amor – Heart  (Estuvo prohibida en Irlanda mucho tiempo, ¡la amamos! Pone en jaque algunos de los estereotipos de género más rancios y nocivos de las sociedades machistas: ¡sí, una mujer también puede invitar a un desconocido a tener sexo casual cuando así le dé la gana, y desaparecer al otro día!).

“No le pregunté su nombre,
a ese chico solitario en la lluvia.
Por favor no pienses mal, quédate esta noche
sólo quiero hacerte el amor.”

10. No le eches la culpa a mi menstruación – Violencia Rivas (Precursora del pank en Argentina, polémica, incendiaria. Todas sabemos que es feminista y que su música no es de los 90s, pero eso no podía ser impedimento para regalarles con estas exquisiteces: cortesía de la casa). <3

“Me ves enojada y pensás que estoy con el mes.
¿Por qué no pensás que estoy así por lo que vos hacés?
Si me pone nerviosa alguna situación,
no le eches la culpa a mi menstruación.
No la uses de excusa ni te justifiques,
la razón de mis nervios es tu pelotudez”

  • Hoy mi vagina pide igualdad – Violencia Rivas

“Hoy mi vagina pide igualdad
con muchos hombres me quiero acostar.
Hoy mi vagina pide libertad
¡como los hombres yo quiero gozaaaar! “

  • Soretes para la cena – Violencia Rivas

“¡Soretes (mojones compactos de excremento) para la cena,
es lo que del alma hoy me surge cocinar!
¡No me obligues a seguir el trabajo de esclava que hizo tu mamá!
¡Soretes para la cena, seguro no salen como los de tu mamá!”

  • Violencia Rivas – No me depilo

“¿Por qué tengo que estar linda para tenerte de novio
si vos y todo el mundo sólo me generan odio?
No me depilo las axilas, ¡la belleza es una pauta de esta puta sociedad!
No me depilo ni hago dieta, quiero estar fea, hecha una cerda, ser espejo de tu mierda”

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México bárbaro: radiografía de un Estado feminicida https://www.laquearde.org/2015/03/05/mexico-barbaro-radiografia-de-un-estado-feminicida/ https://www.laquearde.org/2015/03/05/mexico-barbaro-radiografia-de-un-estado-feminicida/#respond Fri, 06 Mar 2015 02:58:13 +0000 https://www.laquearde.org/?p=2223 Cuando Esmeralda, de apenas 15 años, no llegó a casa, su madre acudió al Ministerio Público a denunciar la desaparición. Ahí obtuvo por toda ayuda la habitual respuesta que miles de familiares en la misma situación escuchan diariamente en las agencias ministeriales mexicanas: “señora, seguro se fue con el novio, ¿no ve que todas son …

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Cuando Esmeralda, de apenas 15 años, no llegó a casa, su madre acudió al Ministerio Público a denunciar la desaparición. Ahí obtuvo por toda ayuda la habitual respuesta que miles de familiares en la misma situación escuchan diariamente en las agencias ministeriales mexicanas: “señora, seguro se fue con el novio, ¿no ve que todas son unas vagas?”. Cuando el cadáver de María Luisa apareció en una noria, sus familiares tuvieron que oír a su asesino narrar la forma en que la mató, y que “la había tirado por ahí”, como si de una basura se tratase. Cuando la madre de Eva Cecilia, de 18 años, desesperada tras año y medio de clamar en el desierto, exigiendo a las autoridades que investigaran la desaparición de su hija, irrumpió a la fuerza a los archivos de la Procuraduría de Justicia y encontró el expediente en el que pudo reconocer la ropa de su hija en la descripción de un cuerpo reducido y ultrajado, lo único que salió de la boca de las autoridades fue que ellos “no se ponen a revisar todos los expedientes”. Cuando Erika Kassandra, joven de 17 años, después de permanecer tres días desaparecida, fue encontrada con el rostro desollado y lesiones de arma blanca en el cuerpo, todos escuchamos decir al gobernador de Michoacán, Salvador Jara Guerrero, que ese “sólo era un hecho aislado”. En los últimos nueve años, en el Estado de México se cuentan 1596 asesinatos de niñas y mujeres de forma violenta (536 en los últimos 15 meses), y en promedio se perpetran 5 violaciones sexuales al día[1], considerando únicamente los casos en que se denuncia, por lo que las cifras reales son mucho mayores. Cuando se le pidió a Eruviel Ávila, gobernador del Estado de México, que emitiera una alerta de violencia de género ante el dramático incremento de feminicidios cometidos en la entidad, todas y todos recibimos una bofetada en el rostro al recibir por respuesta que para el señor gobernador había “cosas más graves que atender”.

Eruviel asesino

En México esta actitud, que atraviesa todos los niveles de autoridad, es sintomática del fuerte machismo que impera en la sociedad. Para ejemplo bastan algunos botones extraídos de las redes sociales: en Culiacán, Sinaloa, otra mujer fue asesinada a balazos, a lo que el usuario Alex Quezada publicó que la habían matado “por puta”; cuando afloró el reclamo sobre la necesidad de establecer alertas de género en el norte del país, Francisco Galicia opinó que las mujeres son las que se meten con los hombres “si cada quien respetara –decía- no huviera mujeres fáciles o mujersuelas (sic)”[2], mientras que la usuaria Islyimig Vevi dijo acerca del caso en que una mujer fue asesinada y descuartizada en Tlatelolco por un hombre que la había citado a través de Facebook, que ella había tenido la culpa por haber ido a su departamento: “ella era una muchacha loca”[3], aseveró. En un país donde dos de cada cinco mujeres casadas tienen que pedir permiso a sus esposos para salir solas de día[4], donde una de cada tres vive violencia doméstica, donde ocurren cinco violaciones sexuales por minuto[5] y donde cada tres horas y media aparece una mujer asesinada de forma violenta, todos estos “regaños moralistas al cadáver” como diría Monsiváis[6], son muestra de una sociedad que se empeña en culpar a sus víctimas porque así es más fácil ignorarlas.

Debemos repetirlo fuerte y claro: en el México de hoy, ese donde, a decir del Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, se viven “los mejores tiempos de seguridad en una década”,[7] cada tres horas y media muere una mujer de manera violenta; la mayoría son violadas y torturadas antes de que su asesino las asfixie o apuñale, para después mutilar o arrojar su cuerpo a la vía pública. Pero esta degradación humana no obedece exclusivamente al machismo imperante. En el tema del feminicidio en México se conjugan múltiples circunstancias, que lo han fomentado al grado de ocupar el primer lugar en América Latina en asesinatos de mujeres.

Un factor clave es la descomposición del Estado, un Estado devorado por la corrupción y sumido en una profunda crisis de credibilidad y de representatividad. Un Estado que sólo es capaz de rearticularse a partir del monopolio de la violencia y de las redes de complicidad e impunidad que ha tejido con el crimen organizado y los poderes fácticos. Un estado que ampara el crecimiento de la violencia, invisibiliza a los culpables y niega a sus víctimas. En el caso de los feminicidios podemos ver los mecanismos de esa impunidad en todos los niveles. El primero recae en el marco legal, pues si bien se han tipificado los feminicidios en los códigos penales de todos los estados -excepto Chihuahua-, en la mayoría de los casos es letra muerta, toda vez que, de la gran mayoría de estos crímenes de odio que se cometen a diario, muy pocos son investigados y tipificados como feminicidios, lo que en buena medida se explica por el costo político que esto representa para las autoridades[8]. De nada sirven los marcos legales si no se cuenta con la voluntad política de aplicarlos cabalmente.

En contraparte, y? aunado a esto, en 16 estados del país todavía existe el concepto de “crimen pasional” o su versión “progresista”: emoción violenta. En un código de valores y leyes moralizantes que nos remiten al siglo XIX, donde los hombres por cuestión de “honor” pueden asesinar a sus conyugues en casos de infidelidad, se asocia la vida de la mujer a la propiedad masculina y se consiente legalmente el abuso (En Michoacán, por ejemplo, se reduce una condena de asesinato a un periodo de 3 días a 5 años)[9].

Si a la ambivalencia en las leyes agregamos la actuación indolente de policías, ministerios públicos y jueces, que siempre apuestan al cansancio de los familiares y a la amnesia social, el panorama se hace aún más sórdido. Cuando Rosa denunció a su pareja por violencia familiar, la agente del Ministerio Público decidió citar al agresor, pero el documento citatorio se lo entregó a la víctima, para que ella misma se lo hiciera llegar al acusado. La audiencia nunca llegó: Rosa fue atacada nuevamente por su pareja, quien esta vez la roció con gasolina y le prendió fuego[10].

?A Diana la mató su exnovio, Gilberto Campos García, porque había pasado la tarde con un grupo de amigos en vísperas de año nuevo. Días antes de que la apuñalara más de 50 veces, ella había tratado de interponer una demanda a su agresor pues había entrado a la fuerza a su casa, amenazándola. A pesar de ello, la respuesta que recibió del Ministerio Público fue que “las peleas entre novios no eran delitos”. Esto nos ha conducido a una terrible realidad: en México, el 85% de los casos denunciados por violencia a mujeres, y el 95% de los feminicidios quedan impunes[11]. Muchas de esas muertes pudieron y debieron evitarse.

Hab. de Diana Rosa

La habitación de Rosa Diana, que sus padres decidieron mantener intacta, junto con su recuerdo.

Desde que en 2006 se puso en marcha la muy desafortunada “guerra contra el narcotráfico”, los feminicidios no sólo aumentaron en un 40%[12], además los esfuerzos por esclarecer las desapariciones y asesinatos de mujeres se encontraron cada vez más frente a la misma coartada. Ante el reclamo ciudadano, las autoridades suelen recurrir a la respuesta fácil, culpando al crimen organizado o criminalizando a las víctimas, eludiendo así su responsabilidad. Sin embargo, no podemos decir que el aumento de los feminicidios obedezca a una simple relación con el crimen organizado; como hemos mencionado, los factores son múltiples, y aunque evidentemente la violencia se ha generalizado en todos los niveles, vemos también que en los estados en que el narcotráfico no ha calado tan profundo, las muertes de mujeres no dejan de aumentar.

?Hay dos rasgos que unen este horror: la juventud de sus víctimas (entre 10 y 35 años) y la pobreza. Ahí “donde se distribuyen de antemano los escenarios del crimen”[13], la violencia hacia las mujeres carece de importancia. Como explica Julia Monárrez, feminista experta en feminicidios en Cuidad Juárez, ante el cuestionamiento de por qué no hay justicia: “porque [aquellas mujeres] no son importantes para el progreso, porque alguien ya las catalogó como residuos o como parte de lo que sobra, por eso los cuerpos de las mujeres y también de muchos hombres en México están ahí en la calle, como deshechos para que termine y se vayan desintegrando como se va desintegrando también la riqueza de nuestro país”[14].

?Y son los familiares aún más empobrecidos quienes tienen que lidiar con la corrupción que envuelve estos crímenes. La mayoría de los feminicidios inician con una desaparición forzada, y ahí también inicia el viacrucis institucional que tendrán que recorrer. Las voces de las madres repiten “Yo misma he tenido que buscar a mi hija. Las autoridades solamente me dicen: no se preocupe señora, su hija a lo mejor anda en Acapulco”[15]. Pero antes de llegar a esto, los familiares de las víctimas tuvieron que desembolsar lo poco que tenían, como María Eugenia, madre de una chica desaparecida y encontrada meses después en un tiradero del Estado de México, a quienes los policías ministeriales le pidieron dos mil pesos para iniciar el proceso, y como sus escasos recursos le impidieron cubrir la suma, los policías le ignoraron. Ésa es la tendencia general, las autoridades lucran con la desesperación de las familias, exigiendo cierta cantidad monetaria para que, por ejemplo, los perros huelan la ropa de sus hijas y, en teoría, las busquen. A otros se les exige que paguen la gasolina, la comida y el crédito en el celular que se gasta en un remedo de búsqueda que casi nunca da resultados[16].

Cuando la joven desparecida es encontrada muerta, en un gran número de casos por las diligencias de los propios familiares, las posibilidades de encontrar a su asesino se han esfumado. En el periodo 2012-2013, según datos oficiales, 3892 mujeres fueron asesinadas de forma violenta, de esta cifra devastadora sólo fueron investigados 613 casos y en sólo el 1.6% hubo una sentencia[17].

Esta violencia institucional deja sin alternativas y esperanza de justicia a miles de familias, atrapándolas en un juego perverso en donde los culpables serán eternos impunes y las mujeres eternas víctimas. Ante esto no nos queda más que la autodefensa[18], la organización social, que parece ser la mejor y la única respuesta, porque la batalla se libra en tres frentes entrelazados: el estado, el narcotráfico o el narco-estado, y la tolerancia social.

Sólo articulándonos como sociedad con acciones solidarias encontraremos avances; si los empresarios cierran filas para defender al ejército, nosotrxs debemos cerrar filas y defendernos a nosotrxs mismxs. Los femincidios nos atañen y golpean a todas y todos: la lucha no puede ser sólo de familiares y feministas, todas y todos podemos y debemos involucrarnos. Suscribiendo las palabras de Omar García, compañero de los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, y testigo del secuestro: “Que nadie olvide que no somos los únicos, y tampoco las desapariciones son el único problema en México. Esto es por todo, junto a todos”.

 

Imagen de portada: Mayra Martell. Metas de Erika, desparecida en el año 2000 en Ciudad Juárez. Galería Ensayo de la identidad.

[1] Cifras proporcionadas por el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, México, http://observatoriofeminicidio.blogspot.mx/
[2] http://www.proceso.com.mx/?p=337350 , 17 de junio de 2013
[3] http://www.sdpnoticias.com/local/ciudad-de-mexico/2014/07/31/capturan-a-genio-homicida-le-esperan-60-anos-de-carcel-por-feminicidio
[4] Sin embargo, México, país de políticos misóginos y reacios a empoderar a las mujeres, 27 septiembre de 2014.
[5] Dresser Denise, “México machista” en Proceso, 26 de marzo de 2013.
[6] Monsiváis Carlos, “Escuchar con los ojos a las muertas” en Letras Libres, No. 49, 2003.
[7] Proceso, “Vive el país “sus mejores tiempos de seguridad en una década: Segob”, 12 de febrero de 2015.
[8] Para comprender más el entramado de esta impunidad, ver la entrevista que hace Lulú Barrera en el programa Luchadoras de Rompeviento TV a María de la Luz Estrada y Yuriria Rodríguez del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio https://www.youtube.com/watch?v=kDC7_HIHG_c
[9] Feminicidio en México. Aproximación, tendencias y cambios, 1895-2009, ONU Mujeres-Instituto Nacional de las Mujeres, México, 2011, p. 25.
[10] Ibid, p. 24
[11] Datos proporcionados por el Instituto Nacional de las Mujeres en México en 2012.
[12] http://www.sinembargo.mx/04-11-2013/804095
[13] Monsiváis Carlos, “Escuchar con los ojos a las muertas” en Letras Libres, No. 49, 2003
[14] Entrevista a la Dra. Julia Monárrez y la Dra. Rita Laura Segato, especialistas en femincidio por el Canal UCR con la temática ¿Por qué matan a las mujeres? https://www.youtube.com/watch?v=T-z94HF3DxM
[15] Reportaje Así matan a las mujeres en México http://www.liberacionmx.com/nota.php?NotaID=2164
[16] Ibid
[17] Cifras proporcionadas por el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, México, http://observatoriofeminicidio.blogspot.mx/
[18] Lydia Zarate ha expuesto efectivos ejemplos sobre la autodefensa de las mujeres a nivel mundial en su artículo Autodefensa o fosa, la decisión urgente que hemos de tomar las mexicanas, https://www.laquearde.org/2014/12/04/autodefensa-o-fosa-la-decision-urgente-que-hemos-de-tomar-las-mexicanas/

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Machismo al volante, peligro constante https://www.laquearde.org/2015/01/09/machismo-al-volante-peligro-constante/ https://www.laquearde.org/2015/01/09/machismo-al-volante-peligro-constante/#respond Fri, 09 Jan 2015 20:00:40 +0000 https://www.laquearde.org/?p=1833 Lxs que Ardemos hemos estado la víspera en plan reflexión profunda, pensando, ¿será que detrás de todo mito machista subyace la intención de hacerle creer al mundo que el sexo femenino es inferior al masculino? ¿quizás con la finalidad de legitimar el sistema de opresión y abuso en que vivimos y convivimos todos los días? Independientemente de las posibles respuestas, creemos que dentro …

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Lxs que Ardemos hemos estado la víspera en plan reflexión profunda, pensando, ¿será que detrás de todo mito machista subyace la intención de hacerle creer al mundo que el sexo femenino es inferior al masculino? ¿quizás con la finalidad de legitimar el sistema de opresión y abuso en que vivimos y convivimos todos los días? Independientemente de las posibles respuestas, creemos que dentro del (des)orden establecido, la desigualdad reinante y la violencia social se han convertido en los depredadores de la especie humana y de nuestro planeta (en franco proceso de extinción). También creemos que descubrir poco a poco la verdad oculta detrás de estos mitos nos ayuda a contar con un panorama más claro en relación con las dinámicas de las que se ha valido el machismo para perpetuarse.

Una de las manifestaciones cotidianas de este mito es la que nos ha obligado a escuchar durante décadas el dicho “mujer al volante, peligro constante”, acompañado de discursos que pretenden fundamentarlo con base en los más inverosímiles teoremas. Actualmente, por fortuna, la información ha comenzado a fluir por cauces distintos, y el reportaje de Jonathan Tapia (1), reportero del periódico El Horizonte, contribuye a echar por tierra el mito que durante décadas ha difundido la falacia de que las mujeres, a diferencia de los hombres, no contamos con las habilidades necesarias para conducir un automóvil sin representar una amenaza para la humanidad.

Ya puestxs en ésas, y de acuerdo con la investigación de Jonathan, centrada en el estado de Nuevo León, la verdadera amenaza al volante la representarían los hombres, quienes, como lo revelan las cifras obtenidas por el reportero a través del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), provocaron el 85% de los accidentes registrados durante 2013.

La investigación periodística de Jonathan arrojó, entre otras cosas, que en Nuevo León:

1) Por cada accidente que protagoniza una mujer, se reportan cinco protagonizados por hombres.

2) En 2013 se reportaron 74,112 accidentes, de los cuales el 85%, es decir 62,995, fueron provocados por hombres.

3) La incidencia de accidentes viales protagonizados por mujeres es 61% inferior que la de los hombres, si se toma en cuenta el género del total de lxs conductorxs registradxs en el Instituto de Control Vehicular.

Esta información, además, al parecer no es nueva, ni es privativa del estado de Nuevo León, pues según datos proporcionados por el periódico El Universal (2), el Servicio de Salud Federal informó en 2007 que los accidentes automovilísticos se convirtieron en la principal causa de muerte en México en 2006, y que de las 2,668 muertes generadas por esta causa, el 74% fueron provocadas por hombres.

Pues bien, volvamos entusiastas a la reflexión: ¿qué intenciones pudieron generar este nocivo mito? Aventurándonos un poco, podríamos pensar que una de ellas es la de reforzar la idea de que las mujeres no somos aptas para llevar a cabo ciertas actividades (especialmente si son empoderadoras) por el solo hecho de ser mujeres, o que un hombre, por el solo hecho de ser hombre, es más capaz para llevarlas a cabo que una mujer.

Si reflexionamos aún más allá, ¿qué efectos provoca en las y los mexicanos, niñas y niños incluidxs, escuchar repetidamente este mito? ¿Será que una mentira que se repite muchas veces durante muchos años puede llegar a asimilarse como si fuera un hecho real? ¿Podrían estos mitos contribuir a construir una sociedad donde determinados seres humanos crean que son superiores o inferiores al resto de la humanidad? ¿Podría esto generar dinámicas sociales de abuso y desigualdad? ¿Son estas dinámicas algo que deseamos heredar a nuestrxs niñxs, y a las generaciones venideras?

Quizá sea sano reconsiderar. Por lxs que ya estamos aquí y por lxs que están por llegar.

Fuentes:

(1) Noticia e imagen: http://elhorizonte.mx/a/noticia/534896

(2) http://www.eluniversal.com.mx/articulos/37617.html

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